Erik Ellman bio

Esbozo biográfico de Erik Ellman

Hace unas dos semanas nos escribió el hijo Erik, Artu, para mandarnos esta pequeña biografía de su padre. Nosotros ya publicamos una nota pequeña con algunas breves pinceladas de su vida. Pero este escrito, más completo, puede darnos una idea mejor de lo que fue Erik como prototipo de esos miles de jóvenes que surcaron tierras y mares para defender al pueblo español  y su democracia amenazada. La biografía tiene también ahora su momento de oportunidad, ya que estamos conmemorando la gesta de la 35 división internacional en la batalla del Ebro y, en particular, el heroísmo del 50º batallón de la XIII BI que defendió con uñas y dientes la cota 287 entre los días 18 y 23 de septiembre de 1938. Podéis consultar el artículo publicado al respecto.

Ha fallecido Erik Ellmann, el último superviviente del grupo de estonios que luchó en las filas de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil española de 1936 a 1939. Murió el 30 de marzo de 2013, a los 94 años de edad, tras haber sido llevado de su casa al hospital en la noche anterior por una neumonía. Nada predecía ese triste resultado, ya que a la mañana siguiente estaba de pie y caminando, se sentía muy bien y, aunque decía estar aburrido, tenía la esperanza de salir en un par de días. Por la noche, después de ver las noticias de las nueve se fue a la cama como de costumbre, pero poco después sintió un dolor agudo en el pecho, las enfermeras y el grupo de reanimación entraron apresuradamente y todo terminó en pocos minutos. Las últimas palabras de Erik fueron: «me duele el corazón»; luego su corazón se detuvo para siempre tras una larga y gran vida.

Erik nació el 8 de diciembre 1918 en el seno de una familia trabajadora. Creció en Tallin, la capital de la República de Estonia, un estado en la región báltica. A los 16 años tuvo que dejar la escuela para empezar a trabajar, primero en una imprenta y después en una carpintería. Pronto se comprometió activamente en las organizaciones juveniles de los trabajadores. Tras el estallido de la Guerra Civil en España Erik y varios de sus compañeros pensaron en la posibilidad de unirse a los voluntarios de las Brigadas Internacionales. Según sus palabras, los ideales de la República coincidían con los suyos y así querían hacer su contribución personal a la lucha contra el fascismo. Cabe señalar que por entonces gobernaba Estonia un régimen  derechista autoritario.

Los preparativos (lo más crucial era encontrar «buenos contactos») tuvieron que hacerse en secreto (los miembros de la familia no tuvieron conocimiento de las intenciones de Erik), por lo llevaron bastante tiempo. Mientras tanto, se aprobó una ley que prohibía a los ciudadanos estonios participar en la Guerra Civil Española. Esto evitó que las cartas de sus compañeros que ya estaban en España aumentaran aún más su entusiasmo en Erik y sus amigos.

Finalmente Erik consiguió contactos de compañeros de confianza en los países escandinavos  que les proporcionarían refugio en las sucesivas etapas de su ruta y los entregarían al «siguiente eslabón de la cadena». El 16 de julio de 1938, con 19 años de edad, él y su amigo Osvald subieron a un barco de pasajeros que les llevó a Estocolmo. Este fue el único cruce legal de fronteras en su camino a España. Sus contactos, simpatizantes de la causa los trabajadores españoles, los fueron pasando de Suecia a Dinamarca y posteriormente llegaron como polizones a Dunkerque, en el norte de Francia. Desde aquí Erik y Osvald marcharon en tren a París, donde fueron examinados por la comisión médica de las Brigadas Internacionales. Poco después viajaban con otros cuatro voluntarios a Perpingan, cerca de la frontera franco-española.

El grupo de Erik llegó, tras  una noche agotadora subida por los Pirineos, al puesto fronterizo de Massanet; era la madrugada del 10 de agosto. Había tardado 24 días en llegar a España. Durante su recorrido estos aventureros fueron sintiendo la solidaridad de los trabajadores y el apoyo de todo corazón a la causa de la República española. Su llegada a España coincidió con el momento álgido de la batalla del Ebro, cuando se detuvo la ofensiva republicana (principios de agosto de 1938) y comenzaron las contraofensivas de las tropas franquistas.

Durante los primeros días en Figueras recibieron una instrucción militar básica con rifles de madera; luego, junto con otros voluntarios internacionales, fueron enviados a la base de entrenamiento de Montblanch, más cerca de la línea del frente. Tras dos semanas de entrenamiento adicional de infantería fueron enviados al frente del Ebro. Los estonios fueron asignados a la 3ª Compañía del 50º Batallón (Adam Mickiewicz ) de la XIII Brigada Internacional del Ejército Republicano. Los internacionales de este batallón eran predominantemente del este y centro de Europa, principalmente de Polonia aunque, de hecho, la mayoría de los soldados eran españoles .

El batallón 50º cambió de posición con bastante frecuencia, pero su última acción, que causó numerosas bajas, se produjo en las trincheras de la cota 287 cerca Corbera, justo un día antes de la retirada de los voluntarios internacionales a finales de septiembre de 1939. Erik tuvo suerte: ni siquiera resultó herido.

Más tarde fueron testigos, en un centro de desmovilización de las Brigadas Internacionales, de la salida de los ciudadanos residentes en países  democráticos. Los voluntarios de los países autoritarios, como los estonios, no podían regresar a sus países de origen. Cuando las tropas franquistas avanzaban a Barcelona en enero de 1939, Erik , como muchos de sus compañeros internacionales, volvió a integrarse en las filas del Ejército Republicano Español. Sus últimas batallas tuvieron lugar durante la retirada al norte de Cataluña.

Lo que quedaba de los internacionales, entre ellos Erik, cruzaron la frontera francesa en Le Perthus el 9 de febrero de 1939. Entregaron sus armas a las autoridades francesas, que los llevó inmediatamente a campos de detención a la orilla del mar Mediterráneo. Erik estuvo al principio en el de St. Cyprien y más tarde fue trasladado al campo de Gurs, en los Pirineos. Pasados unos meses el gobierno de Estonia suavizó su actitud inicial hacia los voluntarios estonios, lo que les permitió regresar a sus hogares. Erik fue liberado del campo de detención de Gurs y regresó a su casa un par de meses antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. Unos 30 voluntarios estonios lograron regresar a su patria.

Al año siguiente Erik fue reclutado por el Ejército de Estonia para cumplir el servicio militar obligatorio. En junio de 1940, Erik ya vestía el uniforme del Ejército estonio, la Unión Soviética invadió Estonia. El gobierno derechista fue derrocado y Erik fue llamado a las filas de las milicias armadas de los trabajadores («autodefensa popular»), organizada por los veteranos de la Guerra Civil española para apoyar el nuevo gobierno pro-soviético. Erik fue designado para servir en la guardia del Parlamento. Curiosamente el uniforme de la milicia fue muy parecido al del Ejército Republicano español. En agosto de 1940 Estonia se convirtió en parte de la Unión Soviética.

El 22 de junio de 1941 la Alemania nazi atacó a la Unión Soviética. Erik marchó a la guerra, esta vez con el uniforme del Ejército Rojo. En un par de semanas las tropas enemigas llegaron al suelo estonio. Muchos brigadistas cayeron en los combates por la defensa de Estonia en julio-agosto de 1941. Erik tuvo suerte de nuevo: no solo no fue herido sin que además se las arregló para evitar una muerte segura durante la evacuación marítima de Tallinn, denominada también como el «Dunquerque Soviético», a finales de agosto de 1941. Junto con los últimos defensores de Tallin Erik subió a un barco que fue hundido poco después por la Luftwaffe alemana en el centro del golfo de Finlandia cuando iba a Leningrado. Tras pasar 5 horas en las frías aguas del Mar Báltico, su cuerpo fue rescatado casi sin vida por un bote patrulla. Otros veteranos españoles que viajaban en el mismo barco no llegaron.

A pesar de que esta vez la guerra  terminó victoriosamente, el costo de la victoria fue muy alto. La II guerra mundial diezmó  dramáticamente el número de voluntarios estonios en la guerra de España; Erik perdió muchos de sus amigos más cercanos . Después de la Segunda Guerra Mundial permaneció en el servicio militar durante algunos años más. En total, pasó 10 años vistiendo cuatro uniformes diferentes, lo que refleja la envergadura  de las contradicciones y desafíos que la historia preparó a los hombres de la generación de Erik en este rincón del mundo.

Después, ya en su vida civil, Erik trabajó muchos años en puestos de dirección de diferentes fábricas estonias de productos lácteos. Él y su familia  se instaló al este de Estonia, diseñó y construyó su propia casa con un jardín alrededor.

En los años sesenta, en ocasión del 25 aniversario de la GCE que celebró con los supervivientes estonios (de los que sólo quedaban ocho), se animó a escribir sus memorias de la Guerra Civil española. Tras la publicación de su libro comenzaron a organizar reuniones casi todos los años. Curiosamente, fueron a saludar a Dolores «Pasionaria» Ibárruri, cuando todavía ésta residía en Moscú, le enviaban telegramas de felicitación con motivo de estas reuniones. En algunas ocasiones, los estonios participaron en las celebraciones de los veteranos soviéticos. En 1966 y 1986 los veteranos estonios recibieron medallas conmemorativas especiales de la Comisión de Veteranos de Guerra soviética. Erik las fue atesorando con orgullo, igual que las medallas recibidas por su valor personal en el desempeño de las funciones militares.

Erik se jubiló en 1978 y se dedicó a la jardinería, experimentando con diferentes plantas y árboles. También comenzó a documentar su propia historia, lo que le llevó hasta el final de su vida.

Pero la historia le deparó otra sorpresa: el colapso de la Unión Soviética en 1991. Le agradó la recuperación de la independencia Estonia (según él, no le pareció bien la forma como Estonia perdió su independencia en 1940), a pesar de que luego fue muy crítico con la mayoría de los nuevos gobiernos de Estonia. Erik estaba al tanto de la política y siguió los acontecimientos nacionales e internacionales con gran curiosidad (a veces  de forma muy apasionada) hasta el último día de su vida. Después de 1991 las conexiones con las organizaciones de veteranos de guerra rusos se perdieron, por lo que no se enteró de las celebraciones de las Brigadas Internacionales en España. Solo  a principios del siglo XXI llegó a establecer conexión directa con la AABI .

Fue a España en 2006, por invitación de AABI, para conmemorar el 70º aniversario de la Guerra Civil. Este fue un viaje muy emotivo para él: los eventos en Madrid, Zaragoza y Barcelona, ??el poder conocer a otros brigadistas de diferentes países le permitió hacer nuevos amigos. Después de las celebraciones fue a visitar en privado el campo de batalla del Ebro, Figueras y Le Perthus. Como jardinero aficionado y experimentado se dio cuenta de que las plantaciones de olivares que había en tiempos de la guerra en el Ebro habían sido sustituidas por viñedos. Fue una inspiración suficiente como para intentar plantar una viña en su jardín. En efecto, a pesar del duro clima de Estonia, logró obtener la primera cosecha  un par de años más tarde, como confirma la foto.

Erik regresó a Cataluña para el 70 º aniversario de la retirada de las Brigadas Internacionales en 2008. También asistió a varios eventos conmemorativos en Alemania en 2008 y 2011 por invitación del KFSR. Y con motivo de su cumpleaños los amigos KFSR le fueron a agasajar a su casa.

Su última visita a España se produjo en octubre de 2011. En Madrid, junto con otros tres brigadistas, inauguró un nuevo memorial Brigadas Internacionales en la Ciudad Universitaria de Madrid. Después de Madrid viajó a Albacete, Barcelona y a los campos de batalla del Ebro.

Quedó sorprendido de lo fácil que era viajar a través de Europa hoy en día, especialmente en comparación con su primer viaje a España. Durante los últimos viajes no tuvo incluso necesidad de cambiar la moneda, ya que el euro se utilizaba en su país y en España. Otro sorprendente giro de la historia en la larga vida de este hombre…

Antes de emprender su último viaje a España, donde tenía que hacer largos y cansados trayectos en autobús, le pregunté si, teniendo en cuenta su edad y frágil estado de salud, podía sobrevivir a esa aventura agotadora. Me contestó: «¿Sabes, hijo? cuando fui a España por primera vez las posibilidades para volver eran aún más pequeñas; así  que me voy».  Y así lo hizo. Erik regresó esa vez también, como siempre con más energía que antes del viaje a España debido a emotivo y cálido recibimiento que le daba la gente de aquel país, el mismo al que hace tanto tiempo acudió para ayudarle en momentos de máxima urgencia. Esa energía le ayudó a lo largo de los restantes años de su vida.

A Erik Ellmann le sobreviven su segunda esposa, un hijo, tres hijas y un número creciente de nietos y bisnietos.

Descanse en paz