Alfred Brugères. «Nuestro Fredo» Voluntario de la Libertad

Capitán de la compañía de ametralladoras del batallón Comuna de Paris

Traducción del francés por Ana Soler

Dentro de la colección Los héroes de las Brigadas Internacionales en el frente de España, elÂComisariado de Guerra de las Brigadas Internacionales publicó en agosto de 1937 este folleto dedicado a Alfred Brugères. Se lo merecía. Alfred, como puede verse en páginas posteriores, fue un buen ejemplo de los hombres que acudieron tempranamente a la demanda de ayuda del pueblo español en lucha contra el fascismo. Se batió en la Defensa de Madrid con el batallón Comuna de París y siguió en su puesto al frente de los suyos hasta que una bala acabó con su vida en los olivares del Jarama. De todo esto habla este librito escrito por sus jefes, y compañeros, Jules Dumont y Marcel Sagnier.

 

Entre tantos otros
“uno de la construcción...”

 

CAPÍTULO PRIMERO

Su vida de militante

Nacido en 1907 en un pueblecito del Macizo Central, ALFRED BRUGÈRES, perdió a sus padres a muy temprana edad. Vivió desde entonces con su abuela y su hermano. Las características ancestrales de su provincia lo destinaban al trabajo en la construcción. Así pues, se va a París a la edad de 16 años y se convierte en obrero cimentador; asiste a clases relacionadas con la profesión y desde muy joven se le encarga la dirección de obras. Las duras luchas de los hombres de la construcción contra la patronal, que explota sobre todo a los jóvenes, provocan la represión que sufrió durante una huelga. Se afilia al sindicato (C.G.T.U.), donde, a pesar de su juventud, se pone a la cabeza de los movimientos reivindicativos de las obras en las que trabaja.

En 1924 se afilia a los Jóvenes Guardias Antifascistas (J.G.A.). Fredo es miembro del Comité Nacional con su hermano, que es, por su parte, jefe del grupo motorista. Cuando se disuelven las J.G.A. en el Circo de París, en 1928, milita en las Juventudes Comunistas, donde es muy conocido. Toda su actividad ha provocado la venganza de la patronal. A partir de 1929, una vez acabado el servicio militar, donde sabía también unir a sus camaradas por sus reivindicaciones, marcha a Canadá como maestro de obras. Durante su estancia allí, está en la vanguardia del movimiento obrero y milita activamente en el Partido Comunista, a pesar de las dificultades del trabajo ilegal.

En 1932 vuelve a París y retoma la lucha en la cúspide del combate. Su hermano, muy popular en los ambientes deportivos por haber corrido en varios Tours de Francia, tiene un final trágico. Durante un entrenamiento deportivo alrededor de Longchamp es atropellado por un autobús.

El ardor de Fredo en su trabajo a favor de las organizaciones populares es un bálsamo saludable para el dolor que le causó esta dolorosa pérdida. En el Barrio de la Santé, es un activo militante del Partido Comunista al servicio de la clase obrera. Es miembro del Comité de sección del distrito 14. Forma un Comité de defensa de la Humanidad. Los camaradas dudan. Fredo los anima. Lanza desafíos de emulación a otros Comités. Impulsa la actividad. Gracias a él, el C.D.H. de la Santé se convierte en uno de los mejores.

Pero donde da el máximo de sí mismo es en el sindicato, cantera del movimiento revolucionario. Es ahí donde empezó y donde conoció la represión. Conociendo todas sus cualidades, la patronal intentó hacer de él su lacayo. Conoce la miseria pero a cada propuesta sospechosa de la patronal, responde con un despreciativo silencio. Le gustaría que todos los trabajadores tuvieran su carnet sindical en el bolsillo: “Los convenceremos, decía, si sabemos trabajar para ellos” Es uno de los buenos artesanos de la fusión que da al movimiento sindicalista francés el impulso que conocemos.

En el momento de las huelgas de junio, trabajaba en las obras de la Exposición. Organiza una cooperativa de compras y una cocina, extiende esta realización a todas las empresas y consigue alimentar a los chicos por 4 francos.

Como reclutador de adeptos, encontró un método formidable. Para entrar en las casas de alquileres de tipo medio, a pesar de las porteras hostiles, se presenta como representante. Con una cartera bajo el brazo, va proponiendo libros de una librería importante. Si los clientes escuchan favorablemente, su propaganda va rápido y su lista de suscripciones para los huelguistas se amplía con un donativo y una dirección; direcciones que él sabrá utilizar para atraer simpatías hacia las organizaciones obreras.

Entra en el S.R.I. y pertenece a un grupo de campistas rojos en el que su buen humor, su alegría, sus salidas, su entusiasmo, hacen que todos le quieran. En todo momento su rectitud, sus iniciativas, su combatividad hacen que se le designe como responsable; sabe encomendar a cada uno sus responsabilidades, implicar o convencer a los débiles y a los que dudan; siendo exigente con los demás, él también se implica cuando hace falta. Toda su vida de militante nos lo muestra como un joven jefe del proletariado, salido de la clase obrera y lleno de abnegación por la causa de los Pueblos.

 

CAPÍTULO SEGUNDO

El voluntario de la Libertad

 

18 de julio de 1936. La banda de militares fascistas, creyendo el momento propicio, se desenmascara y se dispone a ensangrentar España. El levantamiento tiene lugar en Marruecos, bajo la forma de un pronunciamiento militar. El día 19 la insurrección es general en todas las guarniciones españolas.

A la llamada de las organizaciones del Frente Popular, el pueblo se enfrenta a los rebeldes y conquista, desde los primeros días, las principales ciudades de la República. Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Oviedo, por no citar más que las capitales, aplastan sin piedad la rebelión. Pero el pueblo no tiene armas y no está acostumbrado a la disciplina. No puede oponer más que su entusiasmo, un heroísmo sin precedentes, al ejército moderno de los oficiales traidores que desde el principio reciben ayuda de Hitler y Mussolini. Sin embargo, este pueblo valiente, magnífico, no se deja abatir y la resistencia se organiza en todo el territorio. La inmunda bestia fascista multiplicará en vano las vergonzosas masacres “como medida ejemplar” de Sevilla, Badajoz; el pueblo español se levantará en su totalidad para defender sus libertades, hasta la muerte.

Desde los primeros días, Fredo Brugères, atento, sigue los acontecimientos. Su enorme cuerpo se ha levantado en la obra, y, con su bella mirada clavada ante sí, parece escrutar su conciencia. Percibe de inmediato la enorme importancia del levantamiento fascista, sus incalculables repercusiones en el mundo obrero; después de Etiopía, España vencida por el fascismo internacional, Hitler y Mussolini declarando la guerra a las débiles democracias…, la repetición de esta traición en el suelo de Francia, el final de las libertades democráticas, el triunfo del odioso fascismo en una Europa sometida, el exterminio de los jefes más queridos del proletariado. Y su decisión está tomada: ¡Sin demora, irá a ponerse al servicio del pueblo de España!

Y pronto su mirada recupera la alegría, se lee en ella una decisión viril, inquebrantable. Con seriedad ahora, piensa que así servirá mejor a su ideal, a su partido… a la clase obrera… Por un momento se preocupa del vacío que producirá su marcha en las organizaciones obreras que él dirige en Francia. Pero, ¡bah! La acción continuará aquí durante su ausencia. Él sencillamente cambiará de sector…

Llega a Barcelona a primeros de agosto. En la capital catalana reina una actividad febril, la alegría brilla en todas las miradas, una multitud ruidosa ocupa las Ramblas y las plazas públicas, las calles están llenas de hombres y mujeres armados; columnas en formación desfilan ante las aclamaciones de un pueblo orgulloso de sus defensores; una de ellas embarca hacia Mallorca donde reforzará el cuerpo de desembarco. Fredo Brugères forma parte de ella.

Los republicanos han conseguido ocupar la isla donde se desarrollan los primeros combates, pero el carácter improvisado de la operación no permite darle la fuerza necesaria y, tras algunas semanas de luchas desiguales, se decide el reembarco que se opera bajo el fuego de la aviación y de la artillería fascistas.

De vuelta en Barcelona, Fredo parte de inmediato para Madrid donde llega a primeros de septiembre. Los bellos paseos de “La Castellana”, del “Prado” están llenos de milicianos y milicianas; los desfiles se suceden: 5º Regimiento, U.H.P., Juventudes Republicanas – un ardor, un entusiasmo extraordinario animan a estas multitudes. Llegan autobuses, camiones de los que emergen banderas de colores de diversas organizaciones, llevándose hacia los campos de batalla a toda la juventud de España. Entonces es el delirio: Las aclamaciones, los ¡viva! se suceden sin parar bajo el ardiente sol. Se puede observar que la mayoría no tiene armas, otros, viejos fusiles de los más variados modelos; nada de ametralladoras o, tan escasas, que se las muestran unos a otros.

Fraternalmente, los camaradas de Madrid han acogido a Fredo y a dos o tres de sus amigos que, como él, han venido a enrolarse en el Ejército Popular. Desgraciadamente, en esta época había más necesidad de armas que de hombres, y, para el que contempló España en septiembre-octubre, es una verdad evidente que, sin el bloqueo, el pueblo español podía, solo, acabar rápidamente con los traidores fascistas. Veo a Brugères en esta época. Se desespera de estar ocioso por falta de armas. Artillero experimentado sin cañón…

Fue entonces cuando nuestro camarada André Marty nos encargó reagrupar a todos los franceses que se encontraban en las diferentes columnas españolas y constituir con ellos una unidad: centuria o batallón. Rápidamente reunimos a un centenar de franceses y de camaradas españoles que habían vivido mucho tiempo en Francia y con ellos se formó nuestra centuria “Comuna de París”.Fredo fue uno de sus principales animadores. Aunque sólo era suboficial de artillería, se puso de inmediato a estudiar con entusiasmo las diferentes ametralladoras y fue nombrado sargento. Se convierte así en ayudante de nuestro buen camarada, el teniente Yolé, comandante de la centuria.

La centuria se convierte en la Compañía de Ametralladoras del 2º Batallón (Batallón “Comuna de París” de la 11ª Brigada). Brugères, ejemplar por su trabajo, disciplina y entrega, fue nombrado teniente de esta Compañía. Finalmente, un poco más tarde, durante los primeros combates en Madrid, del 8 al 15 de noviembre, Fredo tomó el mando de la Compañía de Ametralladoras.
Pronto la convirtió en una unidad magnífica con una energía extraordinaria y una conducta impecable, tanto en el combate como en la retaguardia. Había desarrollado en ella un espíritu corporativo bien entendido y él mismo era el maravilloso dinamizador. Había que oírle decir con voz potente cuando uno de los suyos había cometido un error: “Pero bueno, olvidas, camarada, que eres de “La Mitraille”? Aquí necesitamos jóvenes disciplinados y sobre todo, nada de borrachos!” Exigía mucho pero era el primero en darse. No había reposo para él mientras sus camaradas no estuvieran instalados con el máximo de comodidad y seguridad.

La cocina de su compañía era una de sus principales preocupaciones. A menudo decía: “Podré pedir cualquier cosa a los compañeros si han comido bien”. No descuidaba ninguno de esos detalles de la vida del soldado en campaña, que tienen para nosotros, franceses, una importancia tan grande.

Supo hacer de la observación de la disciplina una cuestión de honor para sus chicos; si se daba la circunstancia de que uno de ellos faltase a una reunión o volviese en un ligero estado de ebriedad, éste temía, por encima de todo, la reprimenda pública que le esperaba, pues, en esos momentos, no bromeaba. De esta manera, a pesar de su aparente rudeza, se había hecho querer por todos sus camaradas y había conseguido que aceptaran fácilmente todas las disciplinas. Pero es en el combate donde Fredo y su compañía daban muestra de lo que eran capaces. “No olvidéis que debéis proteger a los camaradas que avanzan”, recordaba a sus secciones, con un varonil orgullo, antes del combate.

En Madrid está en todos los combates; es en la Ciudad Universitaria donde tiene la oportunidad de desarrollar por primera vez todas sus cualidades de jefe. Está en todas partes, revisa sucesivamente todas sus secciones; su verbo, su endiablado entusiasmo engancha irresistiblemente a sus chicos.

En Húmera, Casa de Campo, Boadilla del Monte, La Remisa, en el Jarama, donde iba a caer, en todas partes transmite, con su ejemplo, su espíritu combativo, su valor, su voluntad de vencer. En todos los puestos es admirable; sitúa sus “mit” (ametralladoras), corre de una a otra, tan pronto sustituye al apuntador muerto como cambia él mismo una pieza de posición, y siempre con la broma en los labios. “¡La que está cayendo!” dice uno… “Después de la lluvia, el buen tiempo”, contesta Fredo cantando la “Joven Guardia”.

Herido por primera vez en la cabeza, en la Ciudad Universitaria, rechaza ser evacuado, pero delante de la “Casa Roja” una bala le atraviesa el brazo; apenas curado, tras unas semanas, se une a su compañía que entonces descansaba en Murcia. Cayó, mortalmente herido, entre los olivos, delante de Morata de Tajuña. Pero el avance del enemigo había quedado roto. Madrid, una vez más, permanecía inviolable.

De este modo, Fredo Brugères, verdadero hijo del pueblo en el que encontramos todas las cualidades morales propias de los trabajadores, Fredo, no sólo fue el modelo para los militantes en la obra así como en su organización. También puede, con multitud de sus camaradas cuyos hechos y gestas permanecerán desgraciadamente en el anonimato, servir de ejemplo a sus hermanos proletarios del mundo entero.

J. DUMONT

 

CAPÍTULO TERCERO

La muerte gloriosa

 

Era en el Jarama. El terrible empuje fascista nos había costado ya muy caro. Desde las crestas que dominaban San Martín de la Vega veíamos la progresión enemiga. Los muchachos caían a cada paso, cada olivo era un fortín de donde partían disparos.

Una batería de 88 nos causaba graves problemas. Fredo y yo la habíamos localizado. Le grité:”Hay que cerrarles su sucia boca!” Entonces Fredo sale corriendo y vuelve con dos piezas: De 20 compañeros quedan 12, los demás se han quedado en el camino. “El alza a 1200…. ¡Demasiado corto! 1300… 1350: de lleno en el objetivo”. Tenemos la alegría de ver dos Maxims que obligan a una batería a huir. Los 88 continúan escupiéndonos, esta vez muy protegidos detrás de la colina. Nuestros chicos continúan con el bombardeo metódico. Hemos pagado muy caro esta operación: Albert tiene las dos piernas cortadas y muere poco tiempo después.

Fredo, como siempre, estuvo sublime. Lo vi, con un herido al hombro, tirar una pieza y, tras entregar al herido a los camilleros, volvió para abatir a los fascistas demasiado atrevidos.

Ocho veces, aplastados por el potente material enemigo, tuvimos que replegarnos.

Ocho veces contraatacamos.

Ocho veces los fascistas huyeron ante nosotros.

Y cada vez, de un puesto a otro, Fredo sustituyó a los que faltaban.

La Compañía de Ametralladoras perdió en el Jarama a sus tres jefes de sección y fue en el Jarama donde Fredo murió.

…El 23 de Febrero, cuando desde hacía 12 días nuestro batallón, enfrentándonos a un gran despliegue de artillería, de tanques y de aviación, había bloqueado la ofensiva franquista con dolorosas pérdidas, recibimos la orden de rectificar la línea.

Habíamos avanzado, Fredo, Payse y yo para descubrir nuevas posiciones: la puesta de sol iluminaba un nido de ametralladoras que nos molestaba desde hacía tres días. Les hacemos unas cosquillas. Y naturalmente ellos nos contestan. Me alejo para asegurar el enlace cuando oigo gritar: “¡Camilleros!”. Sin volverme -oíamos tan a menudo esta frase- sigo mi camino. Veinte minutos más tarde un chico me dice bruscamente:

-“Sabes, tu compañero ha sido alcanzado”.

-“¿Cuál?”.

-“El que está siempre contigo”. El chico llevaba dos días en el frente, no conocía a todos los compañeros.

Me encuentro con Jacquot, charlamos un poco y le digo:

-“Oye, Payse (yo creía que era él) ha caído herido”.

-“¿En serio?”.

-“Sí, uno nuevo acaba de decírmelo”.

-“Ha debido equivocarse”. Y Jacquot se vuelve al puesto de mando de la Brigada. Bajo de nuevo porque quería estar seguro. Los camilleros me llaman. En una camilla llevan a Fredo. Me inclino sobre él.

-“Nada que hacer, camarada, está muerto”. Necesito toda mi energía para contener las lágrimas: un revolucionario no llora.

Prunier y Payse llegan. Nos estrechamos la mano sin decir una palabra. Un gesto que es todo un discurso, un juramento. Payse nos cuenta:

-“Cuando te fuiste, dispararon. Fredo fue alcanzado. Mira su casco”. Se veía que la bala se había desviado, pero había perdido mucha sangre. El enfermero lo coloca detrás de un olivo (siempre los olivos) y empieza a vendarlo. Nueva ráfaga. El enfermero se levanta, con la mano herida, y se va al puesto de socorro.

-“Es la misma bala la que lo ha matado. ¿Sabes?, no ha sufrido”. De nuevo, nos miramos y me voy a avisar a su Compañía.

-“Chicos, una mala noticia, Fredo ha muerto”. No sé andarme con rodeos y, entre nosotros, es preferible decir la verdad.

-“Lo vengaremos, ¿eh chicos?” Afortunadamente es de noche, no podemos vernos unos a otros. Adivino las lágrimas.

-“¡Cuenta con nosotros, camarada!”.

Llega la cena. Nadie piensa en avisar a los compañeros. Dirigiéndome a Chivot, le digo: “Vamos, avisa a los compañeros. Hay que ser fuertes para vengarlo”. Un sollozo es toda la respuesta que recibo.

Aquella noche no hubo muchas ganas de cenar. Jacquot, advertido por una llamada telefónica, está aquí. Dimos orden de transportar a Fredo.

Está enterrado en el cementerio de Perales. Se pronunciaron discursos ante su tumba. Yo no pude asistir a la ceremonia. Pero un día, solo, subí al cementerio y allí, volví a ver a nuestro Fredo, el de todos, mi viejo compañero.

A partir de entonces, su recuerdo nos ha sacado a menudo de situaciones difíciles.

– “¿Habrías dicho eso?”

– “¿Habrías hecho eso si Fredo hubiera estado aquí?”

– “No”.

– “Entonces no tienes derecho. Como nosotros, has jurado vengarlo ¿y es así como actúas?”

Agachando la cabeza, el chico se iba y el trabajo continuaba como si Fredo hubiera estado allí. Lo que prueba que la sangre de un revolucionario no se derrama nunca en vano. Siempre hace brotar otras fuerzas que retoman la lucha, siguiendo el ejemplo de los que han caído.

M. SAGNIER

Comandante del 13º Batallón de la 14ª Brigada.

 

Escrito en el frente en agosto de 1937