Con las armas y el pincel. Antonio Pujol, un brigadista mexicano en la Guerra de España.
El viernes 11 de abril Antoni Selva presentó el libro que ha escrito recientemente. Como dice en su contraportada, todo comenzó con el hallazgo casual de un retrato femenino firmado por un tal A. Pujol. La investigación exhaustiva que inició entonces sobre la identidad de Pujol le llevó por un sinfín vericuetos a confirmar que su autor era el muralista mexicano Antonio Pujol y que éste había combatido en el 59 batallón –Spanish o Español– de la XV BI. Su investigación de numerosas fuentes, entre ellas los archivos RGASPI (Moscú) y ALBA (Nueva York), así como el contacto con los hijos de Pujol, en México, le permitió trazar un retrato exhaustivo y colorista de un pintor cuya vida adquirió rasgos novelescos. Encomiamos su lectura.
La presentación fue precedida por la intervención de S. Montero, de la Comisión histórica de la AABI, que resumió brevemente lo que fueron las Brigadas Internacionales y la actitud encomiable del Gobierno de Lázaro Cárdenas, el único que, junto a la Unión Soviética, apoyó de forma abierta la lucha del pueblo español con el envío de armas. Pero no solo. De México vinieron también voluntarios –entre 300 y 400– que ayudaron de forma valiente al combate republicano. La aportación mexicana está poco estudiada y este libro nos ha posibilitado iniciar un estudio más pormenorizado del tema.
Hasta ahora se conocen mejor la aportación cubana (unos 1.200 combatientes) y argentina (cerca de 1.000). Posiblemente México sea el tercer país en número de voluntarios que llegaron a España. Hace falta ir completando la lista de ellos, pero la dificultad estriba en que, como en el caso de casi todos los latinoamericanos, la mayoría fue incluida en las Brigadas españolas, y solo una pequeña parte se integraron en las BI, sobre todo en la XV, la XI y la XIII. En todo caso, la lista más numerosa hasta ahora –la que Gino Baumann ofreció en su libro Los voluntarios latinoamericanos en la guerra civil española– señalaba una cifra de 113 nombres. En nuestro primer rastreo por el RGASPI hemos podido añadir 100 nombres más, lo que posibilita un acercamiento más preciso a las cifras reales.
Hay que tener en cuenta que, si bien la gran mayoría de los voluntarios que vinieron eran trabajadores del campo y la ciudad, de México vinieron también un buen número de oficiales que, o bien había participado en la Revolución mexicana de 1910–1920, o bien estaban imbuidos de un espíritu republicano que les hizo compartir los valores de la República española y apoyarla en su lucha por defenderlos. De entre estos oficiales cabe mencionar a David Alfaro Siqueiros, pintor muralista que defendió el frente republicano de La Jara (al oeste de Toledo) comandando la 46 BM. Otro coronel, Juan Bautista Gómez, mandó sucesivamente tres BM en el frente de Córdoba–Badajoz. Otros muchos mandaron batallones o tuvieron diversas funciones y grados, como fue el caso de Antonio Pujol, que fue comisario del batallón Spanish y tuvo una muy positiva valoración al final de la guerra.
Sobre la generosidad de estos voluntarios mexicanos habla la gran cantidad de muertos o desaparecidos. Siqueiros, en su libro Me llamaban el Coronelazo, escribió: “Al llegar a México, con mis 59 excombatientes en España, los únicos que habían quedado de más de 300…” De ser cierta esta cifra, el 80 por ciento de los voluntarios habría quedado en suelo español dando su vida por los ideales que les trajeron aquí. Y de los que volvieron la mayoría llevaron en su cuerpo la marca de su lucha: el capitán Néstor Sánchez, de la XIII BI, fue herido en tres ocasiones y Pujol en una. Néstor resaltó, en su libro Un mexicano en la guerra Civil Española y otros recuerdos, “el gran cariño y estima que tenían los españoles por los mexicanos”. Y es que les unía una sangre común y un espíritu revolucionario y democrático común.
La biografía consta de tres partes: el Pujol de antes de la guerra, con su formación como pintor y su compromiso político comunista; el Pujol brigadista y combatiente en España; y la vida de Pujol y su familia hasta 1995, año en que la muerte le pilló trabajando con su pintura. Tenía 82 años.