XIII Marcha Brunete

El próximo sábado 29 de junio celebraremos, junto con Brunete en la Memoria, la marcha anual en conmemoración de la Batalla de Brunete. Este año la dedicaremos a Encarnación Hernández Luna y a su marido el cubano Alberto Sánchez.

Los que queramos asistir debemos estar en los jardines situados delante de la Plaza Mayor de Brunete a las 9:00 de la mañana. De allí nos dirigiremos a la finca «La Pellejera» por donde transcurrirá la marcha. La idea es reducir el número de coches que irán a la finca, por lo que una vez reunido todo el grupo nos coordinaremos a tal fin. La gente que quiera asistir y no disponga de vehículo propio deberá coger el autobus que sale del intercambiador de Principe Pio a las 8:00 y reunirse con el resto del grupo en el punto de encuentro.

Dadas las fechas estivales en las que estamos se recomienda llevar agua, calzado cómodo y sombrero, ya que no habrá sombra disponible durante el recorrido. Finalizada la marcha, quien así lo desee podrá visitar el Museo de la Batalla de Brunete de Quijorna.

Retrato de una miliciana comunista: Encarnación Hernández Luna

Encarnación Hernández Luna nació en Benejama, Alicante. Se integró tempranamente, como voluntaria comunista, en el 5º Regimiento. En los combates del verano en la Sierra de Madrid conoció a Alberto Sánchez, que luchaba en el sector de Buitrago, como afirma Pedro Mateo Merino en su libro “Por vuestra libertad y la nuestra”. Hay una foto de ambos hecha al final del verano de 1936.

Encarnación aprendió el manejo de la ametralladora Maxim y pronto encabezó una compañía de ametralladoras de la 1ª BM. Poco antes de la batalla del Jarama se formó, a partir del primer batallón de esta brigada, la 9ª BM, que pasó a ser mandada por Rogelio Pando. A esta brigada, integrada en la 11 División de Lister, se agregó Encarnación H. Luna, mostrando su capacidad de tiro y mando en los combates del Pingarrón durante la batalla del Jarama, así como en la siguiente de Guadalajara.

Fue al final de esta batalla cuando, según el asesor soviético Alexander Rodiomtsev “Pablito”, se formalizó la relación con el cubano Alberto Sánchez.

Este siguió en la 1ª BM, de la que se convirtió en comandante durante los combates de mayo al sur del Tajo. Luego, al frente de esta brigada, encabezó la toma de Brunete en la mañana del 6 de julio de 1937. Mientras Encarnación se encargó de la defensa de Loma Quemada (cota 270 al este de Brunete) Alberto dirigió la defensa de Brunete en las dos contraofensivas franquistas del 18 y del 24 de julio.

En esta última fecha recibió varias heridas en los bombardeos masivos de la aviación y la artillería. Tras ser atendido, se negó a internarse en un hospital y volvió al frente de su brigada desde su puesto de mando en la zona del cementerio de Brunete. Fue aquí donde al día siguiente encontró la muerte, que le vino de un obús artillero. El cuerpo de Alberto fue tendido en el local del Quinto Regimiento y cubierto con la Bandera Roja. Pablo Neruda, amigo de Alberto y Encarna, le dedicó estos versos:

Allí yace para siempre un hombre que entre todos destacó

como una flor sangrienta, como una flor de violentos pétalos abrazadores.

Este es Alberto Sánchez, cubano, taciturno, fornido y pequeño de estatura

capitán de 20 años. Teruel, Garabitas, sur del Tajo, Guadalajara,

vieron pasar su claro corazón silencioso.

Herido en Brunete, desangrándose, corre otra vez al frente de su brigada.

El humo y la sangre lo han cegado.

Ya allí cae, y allí su mujer, la comandante Luna

defiende al atardecer con su ametralladora el sitio donde reposa su amado,

defiende el nombre y la sangre del héroe desaparecido.

Encarnación siguió en su puesto durante los combates de Aragón y Teruel, así como en la batalla del Ebro, se batió con tanta valentía que fue ascendida a comandante de Brigada. Líster dice en sus memorias que allí recibió una herida, pero no confirma que estuviera al frente de una brigada.

Al acabar la guerra Luna debió exiliarse en Francia, de donde partió a la URSS, donde trabajó para la Internacional Comunista. Acabó sus días en Canadá, donde falleció en 2004. No volvió a casarse como muestra de su amor eterno a Alberto.

El testimonio de Alexander Rodimtsev

Citamos aquí fragmentos del libro de este asesor soviético, amigo de Encarnación y Alberto

Victoria en Guadalajara

El 23 de marzo de 1937, Líster recibió orden del jefe del Cuerpo de ejército, teniente coronel Enrique Jurado, de sacar la 1 y 2 brigadas españolas y la 11 y la 12 internacionales en reserva a las zonas de Brihuega, Torija y Torre del Burgo. Fueron aquellos días gozosos para los combatientes de la 11 División. Celebraban la victoria y recibían el descanso merecido. Por primera vez en los últimos meses,

saturados de intensos combates, pude dormir a contento. Ya la víspera por la tarde, cuando pregunté a Líster qué plan había para la mañana siguiente, sonrió con picardía:

– Mañana nos atendremos a un plan especial. Así que debes dormir bien.

Sabía que llevaba yo un despertador y ordenó a su ayudante que me lo quitase.

-Duerme hasta que te hartes.

Cumplí con puntualidad la orden del jefe de la división. Cuando me desperté por la mañana quedé asombrado. Por la ventana vi que en el sector de la unidad se agolpaban decenas de ancianos, mujeres y muchachos. Por todas partes había carros campesinos cargados do provisiones, brillaban los aros de los toneles do vino…

– ¿Pero qué pasa aquí?, exclamé saliendo al patio.

– Ofensiva general, rió Rodríguez. La población local ha venido a felicitarnos por la victoria. Pronto habrá un gran mitin.

Volví a la casa, me afeité y salí de nuevo al patio. Por todas partes se oían risas, la juventud bailaba…

Se celebró un gran mitin. En la tribuna alternaban los combatientes de la división y nuestros visitantes. Cada uno hablaba a su manera: unos tranquilos, otros con fogosidad.

Un muchacho alto tras de subir a la tarima, no pudo decir palabra a causa de la alegría, agitó una mano y saltó al suelo. De todos modos, lo aplaudieron mucho… Emocionado a aquellos sencillos españoles, que se habían alzado en defensa de la República. Los españoles hablaban con indignación de los agresores imperialistas que destruían bárbaramente las aldeas, los pueblos y las ciudades, los hermosos palacios, asesinaban a los niños, las mujeres y los milicianos inocentes y cometían desmanes, en unión de los sediciosos, sobre el territorio ocupado. Durante tres días, del 23 al 25 de marzo, siguió el jolgorio en las brigadas.

… Un día, cuando fui a ver a Líster, éste se hallaba sentado a la mesa leyendo algo con atención. Al verme, se sonrió:

– Toma, lee. Yo tomé el cacho de papel.

– Está escrito de tal modo, que muchas palabras no las entiendo.

– No le hace, ahora te lo descubro.

El propio Líster leyó la solicitud:

«Al jefe de la División, Enrique Líster: Yo, Encarnación Luna, jefe de una compañía de ametralladoras, solicito permiso para contraer matrimonio…”

– Habrá boda, dijo gozoso Líster dándome una palmada en el hombro.

Al día siguiente, los amigos festejaron el enlace. En el patio pusieron una mesa enorme. Se invitó a todos cuantos quisieran asistir. Se sentaban en sillas o en la hierba, se preparaba el asado y se hacía café. Con tan fausto motivo, Líster se vistió de paisano.

Encarnación Luna, con vestido blanco y corona nupcial, cubiertos de pétalos de rosa sus espesos cabellos castaños, se hallaba rodeada de muchachas. El novio, el cubano Sánchez, se hallaba sentado en el lado opuesto de la mesa y sonreía turbado. Los amigos bromeaban:

– Después de la guerra tendrás que encargar un porrón de unos diez litros.

– ¿Y para qué?, frunció el ceño Luna.

– Según el horóscopo, tendréis quince hijos.

– A ti no te bastaría con semejante porrón, replicó al bromista uno de los soldados.

Pero he aquí que Líster se alza y pide a los novios que se le acerquen. Las amigas de la novia y los compañeros del novio los acompañaron ante el jefe de la división. Líster se dirige primero a la joven:

– Encarnación Luna: ¿desea ser la esposa de Alberto Sánchez?

– Sí, responde Luna.

– Alberto Sánchez: ¿desea tomar por esposa a Encarnación Luna?

– Sí, contesta el novio.

– Pues, así sea, dice Enrique asintiendo con la cabeza familiarmente. En nombre de la República Española, les declaro marido y mujer.

Tomó el sello de la división y lo estampó en el singular certificado de casamiento preparado la víspera. Luego se acercó a los novios y los abrazó y besó con efusión:

-Bueno, si no fuese por la guerra, palabra de honor que me dedicaría a registrar matrimonios.

Se produjo una explosión de risas. Después siguió el grito tradicional que suena casi lo mismo en todas las lenguas:

– ¡Que se besen!

La boda duró hasta la mañana siguiente. Los amigos deseaban a los desposados mucha felicidad, una familia hermanada, concordia y amor.

¡Que seas muy feliz, Luna!, le deseaban los combatientes.

… La victoria sobre los intervencionistas la festejaron con alegría las poblaciones de Madrid, Cartagena, Alicante, Albacete, Valencia y muchas otras ciudades de la República.

Los combates de Brunete

… Nos quedamos a dormir en la casita. Pero no logramos conciliar el sueño. Muy temprano, antes de que apareciesen los primeros rayos solares, se oyeron en Brunete los estallidos sordos de las bombas. Fue muy cerca de la casita. La onda explosiva hizo que temblasen las paredes… En cuanto se disipó el humo, vi a Enrique que salía de los escombros todo sucio. Echando tacos, apenas si pudo salir del sótano adonde lo habían hecho que se refugiara.

Sin más dilación, Líster ordenó que se trasladase el puesto de mando a otra parte, por las afueras del pueblo. La decisión se tomó a tiempo. Tras del primer ataque de la aviación siguieron otros, hasta cuatro. En un breve lapso de tiempo, los fascistas convirtieron la localidad en un montón de escombros. Pero, a pesar de los bombardeos constantes de la artillería y la aviación, los republicanos permanecieron en Brunete y se dispusieron a rechazar todos los ataques del adversario.

Con la llegada de los grupos artilleros, Líster ordenó que se atacase sin demora hacia el sudeste y se tomasen los pasos del río Guadarrama. Esta vez, los republicanos lograron el éxito. Con el apoyo de la artillería conquistamos los pasos. Al final del siguiente día, el primer batallón logró tomar la cota 670. Durante la noche, los sediciosos trataron de desalojar de allí a los audaces, pero el fuego certero de las ametralladoras de Encarnación hizo que retrocediesen . Aquella noche la pasé yo con la compañía de ametralladoras y vi con qué arrojo se batía.

La cota 670 se hallaba separada del enemigo por un barranco no muy hondo, pero largo. Los sediciosos podían concentrar allí sus fuerzas sin ser vistos y luego, dando un corto salto, lanzarse sobro la cota. Luna se dio cuenta de ello. Aprovechando la oscuridad, emplazó dos ametralladoras de posición en los flancos para que batieran el barranco con fuegos cruzados. Ordenó a las escuadras que se camuflasen bien y abriesen fuego hasta que los sediciosos se concentrasen por completo en la posición de partida.

Con Alberto y Encarnación, me hallaba en el observatorio de la compañía de ametralladoras, en el embudo no muy hondo de una bomba de aviación y observaba los movimientos de los sediciosos. Los fascistas habían enviado ya por dos veces allí a su aviación y repetido sus ataques artilleros masivos. Desde el embudo veíamos cómo la infantería de los facciosos se metía por pequeños grupos en el barranco.

– ¿Resistirán las escuadras?, pregunté a Encarnación.

– Sin orden expresa, no se retirará nadie. Harán fuego hasta que no quede ni un cartucho. No es la primera vez que se ven en semejante fregado. Sólo me preocupan las escuadras de los flancos. Mucho tiempo llevan calladas, ¿no las habrán acuchillado los moros?

Y no pudiendo aguantar más, decidió ella misma ir a ver a las escuadras.

– Voy a ver a la escuadra de la derecha, está ahí cerca. Y Vd., Pablito, ya que ha venido, quédese aquí. Le dejo esta ametralladora de posición con la munición correspondiente.

La muchacha fue dando carrerillas de un accidente a otro y llegó a tiempo. En cuanto los sediciosos se lanzaron al ataque empezó a sonar la ametralladora del flanco. Tiraba con cálculo certero y serenidad y no había quien se salvara de su fuego mortífero. Al oír la voz de su compañera, empezó a tabletear también la ametralladora del flanco izquierdo. El ataque de los moros en dirección a la cota fue rechazado. Luna volvió radiante y alegre.

– ¿Les zumbamos bien?

– Como unos bravos, elogié a la muchacha.

A primera hora de la mañana del 8 de julio, la división reanudó la ofensiva con dos brigadas. La número 100 atacaba a lo largo de la carretera Brunete -Sevilla la Nueva y la 9 por la de Brunete a Villaviciosa de Odón. Nuestras fuerzas debían tomar dos cotas dominantes que durante la noche los facciosos habían reforzado fuertemente y acercado las reservas. Asaltaron por cuatro veces las cotas, pero sin éxito. Los republicanos sufrieron considerables pérdidas. En un combate por la altura cayó gravemente herido el joven jefe del 2º batallón: Rubio, un comunista madrileño. Falleció cuando lo llevaban al hospital. Al tener noticia de su muerte, los combatientes se lanzaron al ataque de la cota 620 y la tomaron al asalto. Poco después, cayó también la 640.

Los marroquíes no podían conformarse con sus derrotas. Algunos de ellos, allí mismo, se arrojaban contra las piedras y se quebraban las cabezas.

– ¿No quieres vivir?, le preguntaron a un ya entrado en años.

– Me da lo mismo, nos fusilarán, respondió.

Resultó que los propagandistas de la Falange, al lanzar a sus soldados al combate les decían toda suerte de fábulas: que los comunistas eran fieras y no hacían prisioneros, sino que los mataban sin más ni más. Trabajo nos costó disuadirles.

El general Franco daba gran importancia a la reducción de Brunete y por ello lanzaba al combate nuevas y nuevas reservas. De día en día crecía la aviación enemiga. A sí, el 10 de julio, sobre el dispositivo de combate de Ja 11 División aparecieron sesenta aviones. Al día siguiente fueron ya noventa y, el 18 de julio, ciento cincuenta. Pero en cuanto aparecían en el cielo los aviones republicanos, los pilotos de los sediciosos trataban do salvarse arrojando las bombas sin orden ni concierto. Los pilotos fascistas arrojaban sobre la infantería que se había hecho fuerte bombas de pequeño tamaño, explosi­vas e incendiarias. El tiempo caluroso y seco les ayudaba. A causa de las bombas incendiarias se producían gigantescos fuegos: ardían los olivares, las aldeas y las mieses.

A partir del 11 de julio cesaron las acciones ofensivas de la 11 División. Líster decidió dejar a la 1ª Brigada en reserva en las afueras del sur de Brunete y a la 9 la ordenó que pasara a la defensiva en las cotas 670, 640 y 620.

Durante los últimos tres días, el adversario no había emprendido acciones enérgicas. Aprovechando la calma, nuestras tropas se dedicaron a fortificar sus sistemas defensivos. La caída do los centros fortificados do Llanos, Quijorna, Villanueva de la Cañada y Villanueva del Pardillo hizo que el mando faccioso se apresurara a trasladar allí a sus unidades de mayor capacidad combate. Nuestros servicios de información constataron que en la mañana del 13 de julio en el sector de Navalcarnero – Sevilla la Nueva, se habían concentrado cerca de 15 batallones recién llegados, dotados de artillería. Al flanco derecho del V Cuerpo llegaba una importante agrupación enemiga; al izquierdo, al lugar de los combates del sector de Boadilla del Monte – Villaviciosa de Odón, cerca de 800 soldados de infantería. Las divisiones del V Cuerpo habían extendido su frente sobre doce kilómetros. Los sediciosos pudieron concentrar en los flancos dos grupos de choque y se proponían cercar y aniquilar a las unidades republicanas…

…Por la mañana temprano, en Brunete, me encontré con Iglesias, el jefe de E.M. Me dijo que en el frente no había habido ningún cambio, pero que las acciones de los facciosos se hacían sospechosas. Había informes de que ante el sector de la 1ª Brigada habían aparecido unidades marroquíes y se habían localizado baterías de artillería recién llegadas.

– ¿Y qué tal en nuestras filas?

– Ha llegado un refuerzo de jóvenes madrileños bien instruidos y armados. Como escogidos ex profeso.

Líster se sentía preocupado por la actitud del enemigo.

– Esta calma puede presagiar tormenta, pronunció pensativo. En fin, vivir para ver.

Santiago, Líster y yo decidimos dar después de comer una vuelta por las brigadas, ayudar a sus mandos a prepararse para repeler el ataque del adversario. A mí me encomendaron ir a la 9ª Brigada, ahora al mando de Pando. Llegué allí ya de tarde. En cuanto me encontré con el jefe de la brigada y nos pusimos a analizar la situación, en el sector de nuestro vecino de la izquierda aparecieron aviones enemigos. En su primera pasada lanzaron sobre las posiciones de los republicanos bombas de gran calibre. En cuanto el último aparato salió del picado, empezó a disparar la artillería enemiga.

Era evidente que el adversario pasaba a la ofensiva. Nuestro sector, por el momento, seguía tranquilo, pero por la noche cabía esperar también jaleo en él. Así fue. A las tres do la madrugada nos despertó un intenso tiroteo. El jefe de la brigada se orientó al instante:

– Atacan la cota 670.

Quiso llamar al cuarto batallón que defendía la colina, pero no había comunicación. Inmediatamente se dio la alarma y se puso en pie a los otros batallones en cuyos sectores aún había tranquilidad. Todos se dispusieron para el combate. Media hora después, tambaleándose, llegó al puesto de mando un oficial del 4º batallón. Apenas si se tenía de pie, llevaba una herida en la cabeza y por el lado izquierdo le manaba sangre. Perdiendo el conocimiento informó de que durante la noche había penetrado en la altura más de un batallón de infantería. Armados de cuchillos y granadas de mano, habían liquidado en silencio a las avanzadillas y penetrado en las trincheras. El jefe del batallón había resultado muerto junto con casi toda su plana mayor.

Con el objeto de restablecer la situación, Pando, el jefe de la brigada, llamó al primer batallón, que se hallaba en reserva y le ordenó tomar la cota. En tanto que se aclaraba la situación, el tiroteo se corrió hasta nuestro puesto de mando. En derredor sonaban las explosiones, las balas silbaban sobre nuestras cabezas. Había entrado en combate la sección do protección del puesto de mando de la brigada.

Se hacía difícil comprender qué ocurría allí, quién disparaba a quien, dónde estaban los nuestros y dónde los moros. En tanto que se aclaraba la situación aconsejé al jefe de la brigada que llamase a una compañía de ametralladoras para proteger el puesto de mando. El jefe de la compañía sólo pudo enviar a una sección con tres ametralladoras de posición. Los demás ya habían entablado combate y no había posibilidad de sacarles de allí.

En cuanto empezó a clarear, sobre nosotros aparecieron en el cielo los aviones enemigos. Dos escuadrillas de nuevo bombarderos cada una se acercaban al objetivo. En cuanto acabaron de bombardear dispararon a un tiempo seis baterías del adversario, Pando y yo quisimos trasladarnos al observatorio, que habían dispuesto al Noroeste de la cota 640, pero, asustados por el potente fuego de los facciosos, el oficial y los soldados de transmisiones habían huido do allí. Tuvimos que quedarnos en el viejo puesto de mando. La situación empeoraba por momentos. El jefe de la brigada informó acerca de todo a Líster y éste metió en combate a la 1ª Brigada de reserva.

Nos animamos. Pando decidió trasladar el puesto de mando del barranco a las afueras del norte de Brunete y el observatorio montarlo en el campanario de la iglesia que seguía en pie. En cuanto salimos del barranco, vimos a los soldados del segundo y el tercer batallón que se replegaban. Abandonaban las cotas 640 y 620. Tuvimos que quedarnos en el dispositivo de defensa del tercer batallón. No pudimos hallar a su jefe. Al parecer había muerto. Pando detuvo a los soldados que se replegaban. Ocuparon trincheras y se dispusieron para el combate.

El primer batallón peleaba con valor. Combatiendo cuerpo a cuerpo, con las bayonetas y granadas de mano, sus soldados liquidaron a cerca de la mitad de la unidad marroquí que combatía contra ellos. Nuestras tropas tuvieron que dejar las cotas 620 y 640, pero se contuvo el avance de los facciosos. Pando y yo llegamos al nuevo puesto de mando en la segunda mitad del día. No abrigábamos la menor duda de que el ataque lanzado por los sediciosos este día era tan sólo el primer intento, un ensayo del asalto principal. Me puse al habla con Líster por teléfono y le conté lo ocurrido. Me interrumpió:

– Ahora mismo voy. Esperadme.

Pronto entró en el puesto de mando, irritado e inhabitualmente serio. Escuchó con atención al jefe de la brigada y quedó pensativo.

– Celebran su aniversario esos bandidos, pronunció.

– ¿Qué aniversario?, preguntó sin acabar de entender el jefe de la brigada.

– Hoy es el 18 de julio de 1937. Hace exactamente un año que los sediciosos se sublevaron.

… Los combates eran particularmente encarnizados en el sector de la brigada 101 en la altura de Los Llanos. El ataque se había repelido después que llegasen allí los combatientes de la 35 División de Walter. La situación era muy difícil para los combatientes de la 11 División, pues el enemigo tenía ahora en sus manos todas las alturas dominantes.

A partir del 18 de julio, la aviación adversaria tuvo el dominio en el aire. Los bombarderos atacaban sin cesar nuestras posiciones. Y cuando se retiraban a repostar, sobre las trincheras aparecían los cazas. Los buitres se lanzaban a la caza de cada hombre, cada carro o vehículo automóvil.

Sólo podíamos suministrarnos de agua, víveres y municiones durante la noche y aun así no había garantía de que llegase todo a su debido tiempo. Tampoco los fascistas nos dejaban en paz por las noches. Lanzaban bombas sobre los olivares y los huertos, sabedores de antemano de que allí deberían refugiarse las unidades republicanas. La gente no dejaba el combate ni de día ni de noche.

Más información

http://www.granma.cu/cuba/2018-04-05/el-comandante-cubano-que-inspiro-a-neruda-05-04-2018-19-04-31

http://www.granma.cu/cuba/2019-03-07/el-amor-en-tiempos-de-luna-07-03-2019-21-03-06?page=2

http://www.buscameenelciclodelavida.com/2017/07/alberto-sanchez-mendez-el-comandante.html