Nuevos datos sobre el voluntario chino Aking Chan (Chen Agen)

Los investigadores taiwanses Hwei-Ru Tsou y Len Tsou nos han remitido un artículo, con el título Reminiscencias en España, que desvela aspectos interesantes del único voluntario chino que vino directamente de su país a combatir el fascismo. Los demás vinieron de la emigración. Curiosamente la imagen de Chan aparecía en el documental producido por el Servicio de Propaganda franquista sobre los prisioneros republicanos, pero sabíamos poco de su historia. Lou Ornitz, un norteamericano de la XV Brigada, tenía un buen recuerdo de él, como se refleja en el libro de Carl Geiser Prisoners of the good fight. Ahora conocemos más de Aking Chan gracias a la correspondencia que el familiar de un voluntario republicano vasco mantuvo con los autores. Sin embargo sigue pendiente el destino final de Chan. Por el Archivo General Militar de Guadalajara  sabemos que fue liberado del Campo de Concentración de Miranda de Ebro en septiembre de 1943, pero a partir de ahí su rastro se pierde. ¿Consiguió pasar a África y de allí a China? ¿Encontró su final en España o en cualquier lugar de tránsito? Son las incógnitas que habría que resolver en algún momento. 

Este artículo  se publicó en el semanario «Fin de Semana del Sur», de  China, el 18 de febrero de 2021. Se puede consultar en cinco idiomas en el archivo de la Fundación Sancho el Sabio del País Vasco:  https: // www. euskalmemoriadigitala.eus/ mango / 10357/60020 .

Reminiscencias en España

En una mañana de finales de otoño, con los ojos aún adormilados, abrí mi buzón de correo electrónico mientras bostezaba. De repente, mis ojos se iluminaron. En la pantalla apareció un correo electrónico de un amigo español, Laureano Ramírez Bellerín. ¿Quién nos buscaba? Laureano no conocía al remitente. El extraño había preguntado en  la Universidad Autónoma de Barcelona por el correo electrónico del profesor Laureano Ramírez, y luego le había escrito una carta en español: “Me dirijo a usted porque tengo información sobre el brigadista chino Chen Agen y no sé cómo hacer llegar esta información a los autores del libro Los brigadistas chinos en la Guerra Civil”. [1]   Parece ser que el libro leído por el desconocido era la edición en español  de 2013 y, al comprobar que el traductor era Laureano Ramírez, el enigmático interlocutor le pidió que nos remitiera la carta.

Carta de un desconocido

Quizá mucha gente no sepa quién es el brigadista chino Aking Chan (Chen Agen). Hace más de ochenta años, fue uno de los 12 voluntarios chinos que participaron en la Guerra Civil española. Fue el único que vino directamente de China y su experiencia vital en esa guerra fue muy intensa. ¿Qué sabía el remitente sobre Aking Chan? Leí la carta con curiosidad. El desconocido era una mujer que firmaba su nombre como Begoña Ariznabarreta, o Bego para abreviar. Nunca pensé que su información estuviera relacionada con el virus Covid-19. La propagación de la epidemia en España fue severa y los gráficos mostraban que el número de infecciones aumentaba considerablemente. Bego, residente en la Comunidad Autónoma Vasca, también se vio obligada a quedarse en casa a causa de la pandemia. Inesperadamente, encontró unos manuscritos guardados por su difunto padre. Bego estimó que estos manuscritos, que recordaban su participación en la Guerra Civil española, fueron escritos por su padre en 1979. Descubrió que dos de los documentos eran muy peculiares. Su contenido se refería a “un chino en el Ejército vasco».

Durante la Guerra Civil Española, la comunicación con el resto del mundo fue extremadamente difícil. En la mente de los vascos, las personas chinas podrían parecer de otro planeta. ¿Por qué un chino estaba participando en el Ejército vasco? Bego se interesó e inmediatamente buscó en Internet. Se sorprendió gratamente al descubrir Los brigadistas chinos en la Guerra Civil Española, libro traducido por Laureano Ramírez. Lo compró y comenzó a leerlo de inmediato. «Al leer el libro, en sus primeras páginas, apareció el brigadista Chen Agen. Rápidamente fui a su historia en las siguientes páginas. Enseguida me di cuenta de que era el mismo brigadista chino que aparecía en los escritos de mi padre», escribió.

Entonces… ¿el padre de Bego había luchado en la Guerra Civil Española con Aking Chan? Bego pareció anticiparse a mi pregunta, y pasó a escribir: “Participó en la Guerra Civil junto a mi padre en Asturias, en la misma escuadra de la Brigada vasca”. Esta noticia me ilusionó mucho, ¡ya que sabíamos que Aking Chan había participado en la guerra en Asturias!  La carta de Bego también reveló que su padre y Chan no solo lucharon en la misma unidad, sino que también habían vivido experiencias similares. Ella escribió: «Aking Chan fue capturado junto con mi padre y encerrado también en un campo de concentración».

Recordando a un camarada chino

Han pasado más de 80 años desde que estalló la Guerra Civil española. Todavía hoy, la descendiente de un combatiente español me busca para proporcionarme información sobre un camarada chino que aparece en el manuscrito de su padre. Sentí un intenso calor en mi corazón e inmediatamente respondí a su carta.

«Por tu carta, sabemos que tu padre y Aking Chan, que era dos años mayor que él, no sólo estuvieron en la misma escuadra, sino que también fueron detenidos como prisioneros de guerra”. “Para nuestra satisfacción tu padre finalmente salió de prisión vivo. Sin embargo, la vida o muerte de Aking Chan sigue siendo desconocida”. Le dije a Bego que “todavía continuamos nuestra investigación sobre los voluntarios chinos y asiáticos que participaron en la Guerra Civil Española. Espero que puedas compartir con nosotros el manuscrito de tu padre sobre Aking Chan, para que podamos agregar fragmentos de la vida de Aking Chan en España, a través de los ojos de su camarada, tu padre».

Recibí la respuesta de Bego al día siguiente. Estaba muy feliz de haber podido contactar con nosotros. Dijo que éste era un tema que la emocionaba porque su padre había seguido hablando de la Guerra civil durante toda su vida. Y ahora había descubierto que su padre había echado de menos a su camarada Aking Chan. Este recuerdo la conmovió: «Sería muy emocionante para mis hermanos y para mí encontrar a los descendientes de Chen, y entregarles una copia de los manuscritos de nuestro padre.» Bego escribió cariñosamente: «Sé que esto es muy difícil de conseguir, pero haremos algunos intentos por encontrarlo.»

El padre de Bego se llamaba Luis Ariznabarreta. Soportó sufrimiento y tormento en las cárceles de Franco. En 1940 fue puesto en libertad, pero fue enviado a cumplir el servicio militar realizando de nuevo trabajos forzados en un campo de prisioneros de guerra durante al menos otro año. Tres años después, se casó y tuvo ocho hijos. Tuvo la suerte de vivir una vida digna durante más de 60 años. Falleció en 2003, un poco antes de cumplir los 87. Bego ha estado transcribiendo los manuscritos de su padre al ordenador, lo que nos ha facilitado su lectura. Aquí es donde comenzó nuestra  comunicación continua.

El misterioso cocinero vietnamita

¿Qué tipo de persona era Aking Chan? ¿Cómo fue a pelear a España? De hecho, cuando salió de China y se fue a Europa en barco, no sabía que había estallado la Guerra Civil en España, pero el hecho de conocer a un cocinero vietnamita en el barco cambió el curso de su vida. La Guerra Civil Española entró en su segundo año en 1937. Aking Chan, que creció en Shanghai, era un joven de 24 años. Estaba siendo perseguido por el Gobierno Nacional Chino [Kuominang] por ayudar a los comunistas a organizar un sindicato. Desesperado, embarcó en un vapor británico, el Gerta Moora, trabajando como asistente de cocina. En el océano, navegando hacia Europa, Aking Chan se fue familiarizando poco a poco con el cocinero. Descubrió que éste no sólo hablaba francés, sino también varios dialectos chinos. Lo que más le sorprendió fue la erudición del cocinero, que parecía saberlo todo sobre el mundo. Sintió que era la persona más sabia e inteligente que había conocido. Le admiraba mucho. Todos los días, después de trabajar, Aking Chan escuchaba al vietnamita hablar sobre política y sobre la lucha por la independencia de Vietnam. Y gracias a él, aprendió francés.

Cuando el vapor se iba acercando a Europa, el cocinero aleccionó bien a Aking Chan, comunicándole una grave noticia. Le dijo que en España había una guerra civil. Los fascistas alemanes e italianos apoyaban plenamente a los rebeldes de Franco y querían derrocar a la República española elegida democráticamente. Los países occidentales no sólo no apoyaban a la República, sino que también le prohibían comprar armas para defenderse. Si el fascismo triunfaba en España, se vislumbraba el estallido de una guerra mundial. Era un momento crucial. Esperaba que Aking Chan pudiera ir a España y luchar contra el fascismo. Las apasionadas palabras del cocinero conmocionaron el corazón joven de Aking Chan, y éste dijo emocionado: “¡Vayamos juntos a la guerra!” El cocinero le respondió que ya se había alistado en el ejército y que ahora se le ordenaba ir a una escuela de Moscú para continuar sus estudios, por lo que no podía acompañar a Chan al frente.

En agosto, cuando el vapor atracó en el puerto asturiano de Gijón, al norte de España, Aking Chan saltó a tierra y se unió a la milicia local hasta que, a finales de octubre, fue detenido por las tropas de Franco.  ¿Qué experiencias vivió Aking Chan durante estos dos meses? El manuscrito de Luis,  el padre de Bego, nos ayuda a llenar el vacío de este período.

Un shanghainés en la línea de fuego

Luis nació y creció en Soraluze, Gipuzkoa. Hizo la formación profesional en la Escuela de Armería y trabajó en una fábrica como tornero-ajustador. Cuando en julio de 1936 estalló el golpe de estado Luis tenía casi 21 años. En su pueblo organizaron de inmediato una milicia con jóvenes locales para resistir a los rebeldes de Franco. Como Soraluze era un pueblo importante en la fabricación de cañones y armas diversas, Franco ya se había interesado en la localidad y lanzó una intensa ofensiva.

A finales de septiembre, los rebeldes estaban a punto de entrar en la villa y ocuparla. En ese momento crítico, Luis se apresuró a llegar a un extremo del estrecho pueblo, y golpeó desesperadamente el tambor para anunciar que había un tren en la estación esperando que mujeres y niños subieran en él para ser evacuados de inmediato. Meses después, algunas  de esas niños fueron exiliadas a Francia y otros a Bélgica.

Debido a la inferioridad militar, tanto de armamento como de efectivos humanos, en abril de 1937 el batallón de Luis fue retirándose hacia el oeste. En su camino presenciaron, a unos 10 km de distancia, el brutal bombardeo e incendio de Guernica provocado por la aviación alemana. Cuatro meses después llegaron a Ceceda, en Asturias, donde formaron la Brigada Vasca, compuesta entonces por cuatro compañías. En ese momento, escribió Luis, “llegó un chino natural de Shanghai, en compañía de dos vascos para enrolarse en nuestra Brigada y fue destinado a mi escuadra”. Aking Chan era audaz. Después de dejar el barco en Gijón, pisó una tierra completamente desconocida, sin saber hablar el idioma local. ¿Dónde podría unirse al ejército para luchar? Es más, ¿cómo podría el ejército aceptar que se uniera un chino desconocido? Al parecer, el cocinero vietnamita que lo convenció de bajar a tierra tenía algunos contactos en tierra, lo que permitió a Aking Chan llegar hasta Ceceda, 40 kilómetros al sur, para unirse a la Brigada vasca. En esta brigada se hablaba el euskera,  ininteligible para los astures, pero ¿y Aking Chan? Luis escribió: «Para Chan, la lengua de Aitor (el euskera) o la de Cervantes (el español) eran la misma cosa, por lo que siempre que nos dirigíamos a él, el idioma empleado era el euzkera”. De todos modos, no entendía a sus compañeros. Frente a la barrera del idioma, Luis interpretó el significado de las expresiones de Aking Chan y supuso que era un marinero. “Después de bajarse del barco en Gijón, Aking Chan se emborrachó, pero cuando el navío zarpó se quedó en tierra”. Aunque Aking Chan no entendía el euskera y tenía que «hablar» con el lenguaje gestual, insistió en participar en la guerra. Luis escribió en su manuscrito: «Este chino, a quién le llamábamos Shangai por su lugar de origen y procedencia, luchó con los vascos. Fue un vasco más entre nosotros, lo mismo en el combate que luego en prisión. Fue destinado a mi escuadra e hizo toda nuestra campaña, corriendo nuestra misma suerte”.

Aking Chan había llegado en el momento oportuno, cuando Asturias estaba inmersa en plena guerra. El 6 de septiembre de 1937 siguió a la Brigada vasca hasta la cumbre de El Mazuco, cerca de la costa. Comenzó una feroz batalla y los rebeldes, con tropas siete veces superiores a la fuerza republicana, se lanzaron en oleadas sucesivas hacia el oeste. Aunque las armas de los “sublevados” eran sofisticadas, no conseguían conquistar El Mazuco. Entonces, los bombarderos de la alemana Legión Cóndor de Hitler aparecieron en “bandadas”, y llevaron a cabo “bombardeos de alfombra”, cayendo El Mazuco a mediados de ese mes. Aking Chan y sus camaradas caminaron hacia el oeste, hasta los tres picos de Peñas Blancas. El terreno era accidentado y formaba una barrera natural de difícil acceso. Aking Chan y su brigada custodiaban la cima de la montaña, donde la lluvia helada pasó a ser nieve. Nuevamente, los rebeldes usaron el mismo modo de combate: bombardeos aéreos seguidos de ataques de artillería e infantería. Finalmente, el 22 de septiembre los “nacionales” ocuparon Peñas Blancas. Los milicianos,  Aking Chan con ellos,  se retiraron hacia el norte, hasta El Fito, para continuar la lucha. La destacada actuación de la Brigada vasca en los campos de batalla de Asturias obtuvo un reconocimiento especial por parte del Gobierno Vasco. Toda la Brigada destacó por su coraje y recibió la “Medalla republicana de la Libertad”.

Finalmente, se dirigieron hacia el norte, hasta La Berruga (concejo de Mieres) donde recibieron el mensaje de que el buque de guerra José Luis Díaz, enviado por el Gobierno Vasco, los esperaba en el puerto de Gijón, para enviarlos a la mañana siguiente a Cataluña al objeto de continuar la lucha. A las tres de la mañana del día de su partida, fue el turno de Luis para hacer guardia en primera línea del frente. Desde su puesto podía escuchar claramente las voces de los rebeldes. El enemigo se encontraba muy cerca. Luis dijo que nunca en su vida había sentido tanto miedo. Le preocupaba que lo abandonaran allí, pero a las seis de la mañana, vinieron a recogerlo. Todos saltaron de las trincheras en dirección norte, hacia Trubia. Allí vieron al comandante, quien les informó que las tropas de Franco habían ocupado toda la costa de Asturias y que estaban “copados”. Frente al asedio nuestros protagonistas se negaron a rendirse, e intentaron escapar hacia el sureste. Al llegar a Mieres, Aking Chan, Luis y sus compañeros de la Brigada Vasca fueron hechos prisioneros por los legionarios y tropas marroquíes. Era el 21 de octubre de 1937, un inolvidable día en sus vidas. El norte de España cayó completamente bajo el control de Franco.

El infierno en la tierra

En los dos últimos meses de su lucha en la contienda, Luis siempre estuvo junto a Aking Chan, aunque éste no entendía las palabras del vasco. Tras su captura en Mieres, Luis fue trasladado a una prisión en León y separado de Aking Chan. Desde entonces, los dos camaradas perdieron el contacto. Al igual que Aking Chan, que se había ofrecido como voluntario para participar en la guerra, más de 40.000 personas de 53 países habían llegado a España para formar las Brigadas Internacionales y luchar contra el fascismo.

En febrero de 1938, Aking Chan y un grupo de prisioneros de las Brigadas Internacionales fueron enviados a una prisión de la costa norte de Santander. Poco más tarde, el 5 de abril, fue escoltado hasta el campo de concentración de San Pedro de Cardeña, en Burgos, y encerrado, junto a otros seiscientos prisioneros de las Brigadas Internacionales, en el edificio de pizarra de este antiguo monasterio. Como las ventanas estaban destrozadas, tuvieron que  soportar un frío helador y también hambre. Todos los días tenían que hacer los saludos fascistas a la bandera nacional. Franco realizó allí el documental Prisioneros de Guerra, que usaron propagandísticamente para mostrar el buen trato que ofrecían los franquistas a los prisioneros de guerra. Aking Chan se convirtió en uno de los protagonistas. En la película se le ve escribir, con pluma y tintero, su nombre en chino e inglés: «Aking Chan Shanghai» y «CHAN A KING CHA GE CHINA».

Aking Chan estuvo preso en ese campo de concentración burgalés, durante casi 20 meses. El 29 de noviembre de 1939, fue trasladado al pueblo aragonés de Belchite para trabajar como “culi” con otros prisioneros de las Brigadas Internacionales. El pueblo viejo había quedado completamente destruido debido a las cruentas batallas que acontecieron en el lugar. Franco, para advertir a las generaciones futuras, prohibió que las ruinas fueran demolidas, y no permitió su reconstrucción en aquel mismo lugar. Aking Chan y otros prisioneros recibieron la orden de construir un nuevo pueblo al oeste de las ruinas. Durante el día trabajaban como animales, y al anochecer arrastraban sus cuerpos agotados y hambrientos de regreso a su miserable y fría residencia situada en el seminario de Belchite.

Pero esta no fue la más trágica de las esclavitudes que sufrió Aking. Después de mayo de 1941 los brigadistas internacionales fueron escoltados a un batallón disciplinario en Palencia, donde vivieron en cavernas a veinticinco metros bajo tierra para construir un depósito de pólvora, sin poder ver el sol. El polvo fino que volaba por los largos túneles subterráneos entraba en sus pulmones, la humedad penetraba en sus músculos y huesos, y la comida era la peor que habían recibido hasta entonces. Para beber agua, tenían que caminar varios kilómetros en busca de ella. Por supuesto,  no podían asearse. Pronto estalló el tifus y se propagó rápidamente cobrándose 19 vidas. Fue un “infierno en la tierra”.

Tras soportar 7 meses de vida inhumana en Palencia, a Aking Chan y a los prisioneros de las Brigadas Internacionales les llevaron escoltados, el 10 de diciembre de 1941, al campo de concentración de Miranda de Ebro. En este campo también estaban rotas todas las ventanas. El viento del norte soplaba y cortaba como un cuchillo. No había colchones ni mantas en el campamento. Tenían que permanecer juntos para mantenerse calientes. Y sufrieron desnutrición por la pésima comida. En noviembre de 1942, un prisionero de guerra polaco pudo sacar al exterior, a escondidas, una lista de prisioneros de guerra del campo de concentración. En ella aparecía el nombre de Aking Chan, indicando que fue liberado en Madrid. Pero Aking Chan no tuvo esa suerte. Existe un informe militar sobre él, en el que consta que permanecía en el Campo de Concentración de Miranda de Ebro en junio de 1943. Fue escrito por un teniente, al comandante del campo, acusando a Aking Chan de juego y reteniéndole 369 pesetas como advertencia a los otros presos.

Muchos años después, un compañero vasco le dijo a Luis que mientras estaba en el campo de concentración de Miranda de Ebro, había un chino que contaba haber combatido en una Brigada Vasca en las montañas de Asturias. Cuando Luis escuchó esto, le dijo: «Sin duda, este es mi amigo, nuestro ‘Shanghai'». Estaba muy apenado por  no haber vuelto a ver a Aking Chan en el  mismo campo donde él había estado. Lo cierto es que cuando Aking Chan fue llevado al campo de concentración de Miranda de Ebro, el 10 de diciembre de 1941, Luis ya había salido un año antes, a mediados de noviembre de 1940. No coincidieron en el campo y nunca se volvieron a encontrar.

Palabras y escritos curativos

Es difícil aceptar como justa esta guerra antifascista; donde el frente republicano, leal al gobierno democráticamente constituido, fue derrotado. Cuatro años de prisiones y trabajos forzados dejaron en el corazón de Luis una cicatriz que nunca podría curar. Bego dijo que su padre Luis amaba la música y tocaba en la banda del pueblo antes de la guerra. A principios de diciembre de 1941, cuando regresó a casa del servicio militar en el campo de prisioneros de guerra, escribió una canción en euskera “Gure ildakoeri”, “A nuestros muerto”.  En los siguientes años Luis cantaba este lamento junto a su familia. El prefacio de la canción dice: » Hoy he llegado a casa en libertad restringida, pero mi corazón y mi alma están doloridos.» Bego me envió la canción cantada a capela, con la traducción al inglés de la letra. Lo escuché una y otra vez tratando de sentir el dolor que Luis transmitía. Un párrafo decía así: “Una madre llora abrazada a sus hijos. En este preciso momento, está siendo fusilado su esposo, el aita de estos pobres niños. ¡Ama! Sollozan los niños ¡Ama! Repiten los niños, ¿dónde está nuestro aita? Así ha quedado nuestro solar plagado de viudas y huérfanos”. El lamento que Luis versificó y cantó como oración por los muertos, me recordó el “Terror blanco” en Taiwán durante la década de 1950. Antes de ser escoltados a la ejecución, los presos políticos cantaban la canción “Descansa en paz” para despedirse de sus compañeros de prisión. Recuerdo claramente dos frases de la canción: «Aunque el invierno tiene un viento sombrío, es la cuna de la primavera».  La justicia, finalmente, prevalecerá algún día.

El rugido de la artillería de la Guerra Civil española cesó en abril de 1939, pero el sonido de los disparos de la matanza de disidentes por el régimen franquista siguió sonando. Los cuerpos de las víctimas fueron arrojados al azar a los bordes de las carreteras, alcantarillas, bosques y pozos. En los 36 años de gobierno del dictador, Luis nunca votó en sus falsas elecciones «democráticas». Ésta fue su resistencia y protesta, esperando el día en que llegara la justicia. En 1940, tras abandonar el campo de concentración de Miranda de Ebro, Luis aún no quedó libre. Fue enviado a la Caja de Reclutas de San Sebastián para cumplir el Servicio Militar, siendo enviado de nuevo a los batallones de trabajadores prisioneros de guerra, a realizar trabajos forzados, al menos, hasta 1941. Aunque los trabajos forzados finalmente cesaron, no se le permitió cambiar su domicilio durante los siguientes trece años, y tuvo que presentarse todas las semanas al cuartel de la Guardia Civil. Pero no fue hasta 1954 cuando le liberaron de sus “grilletes políticos”. La servidumbre forzada a su cuerpo y mente hicieron que Luis tuviera dificultades para curar sus heridas, Bego escribió: «Creo que nuestro padre utilizaba como terapia el hecho de escribir sobre la guerra. Por ello escribía en cualquier papel y sin cuidar su presentación. Cuando íbamos al campo en verano toda la familia, yo le veía a veces escribir en el dorso de los envoltorios de las tabletas de chocolate que habíamos comido los hijos.»

De esta forma Luis dejó varios escritos, anotando sus experiencias y las de sus compañeros en la Guerra Civil. Entre ellos tenemos el manuscrito «Un chino en el ejército vasco», que finalizaba con esta dedicatoria: “Amigo Shangai, desde este rincón de Gasteiz en Euzkadi, un abrazo y cálido saludo a tí, de todo corazón» (besarkada eta agur bero bat, biotzez zuri).

[1] Hwei- Ru Tsou (Ni Huiro) y Len Tsou (Zou Ningyuan), Los brigadistas chinos en la Guerra Civil. La llamada de España (1936- 939). Catarata, Madrid, 2013. Titulo original: Ganlan Guiguan de Zhaohuan: Canjia Xibanya Neizhan de Zhongguoren (1936-1939), Taipei Taiwan, Renjian Chubanshe, 2001. El libro vio la luz en castellano gracias a la ayuda del Centro de Estudios y Documentación de las Brigadas Internacionales (CEDOBI) de la Universidad de Castilla-La Mancha y el Instituto de Estudios Albacetenses.

 

Comisión histórica de la AABI

 

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