Mayo de 1937. La reorganización de las Brigadas Internacionales.

Tras los duros combates, sin apenas tregua, mantenidos de noviembre de 1936 a marzo de 1937, los meses de abril y mayo supusieron un relativo compás de espera. No para todas las unidades. La XIII BI siguió en la primera línea defensiva en el norte de Córdoba (zona de Pozoblanco – Peñarroya) y la XV en el frente del Jarama. La XI BI, cuyo batallón Comuna de París pasó a la XIV BI, se mantuvo en la reserva en el frente de Guadalajara, entre Torija e Hita. También la XIV BI estuvo en la reserva, pero en este caso del frente del Jarama.

Tan solo la XII BI -tras haber participado en una acción en el Jarama y en la defensa (durante dos semanas) de la línea republicana de la Casa de Campo tras la operación Garabitas- disfrutó de un mayor tiempo de reposo (en la zona de Valdeavero y pueblos aledaños), tiempo que aprovechó para la constitución de tres nuevos batallones de composición mixta italo-española. Ahora bien, este mes de mayo fue aprovechado, sobre todo, para reorganizar las unidades internacionales.

La progresiva españolización de las Brigadas Internacionales.

Se trataba primero de recomponer los huecos dejados por las numerosas bajas producidas en los combates. Hay que tener en cuenta que, a estas alturas, había decrecido la entrada de nuevos voluntarios. En los meses de octubre a enero de 1937 llegaban a un ritmo de entre 800-1000 voluntarios por semana. La prohibición de entrada de voluntarios establecida por el Comité de no Intervención en febrero de 1937 fue reduciendo mucho la cifra de ingresos. Seguían llegando (sorteando los controles establecidos en la frontera franco-española y en los puertos de embarque), pero disminuía progresivamente el flujo. Hizo falta nutrir las filas de las brigadas con voluntarios y, más tarde, con reclutas españoles. Esto es algo que ya había comenzado en enero, cuando las fuertes pérdidas sufridas por la XI BI en la batalla de la carretera de La Coruña llevaron a la inclusión de dos batallones españoles durante el reposo en Murcia, antes de la batalla del Jarama.

De nuevo las pérdidas de esta batalla llevaron también a reponer los huecos con efectivos españoles: el batallón André Marty, p.e., literalmente diezmado en la batalla del Jarama, tuvo que incorporar españoles hasta un porcentaje del 75%. Otro batallón con alto porcentaje de españoles fue el Rakosi, nacido en los combates del frente de Aragón (Tardienta, marzo-abril de 1937), donde admitió a un numeroso grupo de jóvenes del PSUC que suponían casi un 80% del total. El Dombrowski también fue admitiendo españoles (hasta un 25%) al igual que la XII BI, con un porcentaje superior al 50%. Las demás brigadas también fueron incluyendo batallones españoles: la XIII integró al Juan Marco y Otumba, la XIV al Domingo Germinal (compuesto en su mayoría por anarquistas andaluces) y la XV el batallón Español (Spanish) donde se fundían voluntarios sudamericanos y españoles. Esto fue el comienzo de una inserción cada vez mayor de españoles en las unidades internacionales de modo que en diciembre del 1937 ya constituían un 57% del total de efectivos; al final de su existencia (septiembre de 1938) el porcentaje de españoles en las BI suponía entre un 70 y 80% del total.

Consecuentemente a esta situación, en estos meses se decidió que el idioma oficial de las BI sería el español, lo que hizo que una gran parte de la documentación (hasta entonces en francés o alemán) se redactara en español, con posibles versiones particulares según el idioma predominante en los batallones. Ello fue un acicate para que los voluntarios se fueran familiarizando con el español, sobre todo teniendo en cuenta que en los batallones de instrucción establecidos en diversas localidades de Albacete las órdenes se daban en español.

Reorganización lingüística.

Junto al comienzo de este proceso de españolización se trató de reducir el “babel” lingüístico inicial con una cierta homogeneización por idiomas. Así la XI BI, denominada a partir de ahora como la Thälmann, agrupó a los batallones de habla alemana o parecida (holandeses y escandinavos). Por ello perdió al Commune de Paris y se sumaron dos nuevos batallones: el Hans Beimler, en mayo, y el 12 de febrero, en junio.

La XII BI cedió también los batallones André Marty y Dombrowski y formó tres nuevos batallones, italo-españoles, que se sumaron al inicial Garibaldi, quien dio nombre a la brigada.

La XIII BI, sin tiempo para una oportuna reorganización, se mantuvo con su multilingüismo inicial (su principal batallón, el Tchapaiev, era conocido como el de “las 20 naciones”) hasta su disolución en agosto.

La XIV, la Marsellesa, se configuró definitivamente como la brigada francófona, admitiendo al Comuna de París, que se unió al Ralph Fox, Vaillant Couturier, Barbusse y el nuevo Domingo Germinal (de voluntarios españoles).

La XV BI, que comenzó a llamarse Brigada Lincoln, fue perdiendo alguno de sus batallones iniciales (Dimitrov y Six Fevrier)  para convertirse en una brigada anglófona (batallones British, Lincoln, Washington, Mackenzie-Papineau) a los que se unió el Español-Spanish.

Finalmente, en mayo se formó una nueva brigada, la 150, también llamada Dombrowski, constituida por los batallones Dombrowski, André Marty, Rakosi y Djakovic. Tendió a ser una brigada eslava, sobre todo cuando sustituyó a la inicial XIII BI -disuelta en agosto de 1937- y perdió el batallón André Marty, que en octubre de 1937 pasó a la XIV BI.

Relaciones con la población española.

Todos estos cambios requirieron un tiempo que la pausa de la guerra en la zona central hizo posible. Por eso, además de las tareas militares, los voluntarios pudieron dedicarse a otras actividades que producían una relación más estrecha con la población de la retaguardia. Así lo relata Luigi Longo:

Todas las iniciativas a favor de los niños reciben inmediata y entusiasta acogida entre los voluntarios: en brevísimo tiempo, se recogen miles de pesetas para llevarlas cabo. Hay soldados que literalmente vacían sus bolsillos de dinero, que por otra parte no necesitan; entonces, las mesas se llenan de juguetes, de dulces, de vestidos, de multitud de pequeñas cosas útiles para distribuir entre los niños del lugar. Si los voluntarios permanecen en las aldeas por un período de tiempo relativamente largo, establecen comedores para los niños, asilos, lugares de distracción; organizan coros y conjuntos gimnásticos y forman equipos deportivos entre los mayores. Es verdaderamente conmovedor ver con qué amor y pasión nuestros voluntarios se dedican a estas ocupaciones.

El día anterior han estado todavía en las trincheras llenas de lodo, dedicados a vigilar cualquier movimiento del enemigo, listos para disparar sus ametralladoras. Apenas llegan de la línea de fuego, corren a buscar a sus pequeños amigos para organizar juntos los juegos más infantiles e ingenuos: también es un modo de calmar el espíritu y los nervios. Los comisarios favorecen y dirigen este trabajo de fraternización con los civiles: es útil para consolidar los lazos entre los voluntarios internacionales y los soldados españoles, entre el ejército y el pueblo, y necesario para distraer a los combatientes.

Pero los voluntarios no sólo piensan en los pequeños sino también en los grandes. Los jóvenes, los hombres aptos están en el frente. A menudo se quedan en casa únicamente las mujeres, los niños y los viejos. Los trabajos del campo se perjudican. Entonces, los soldados españoles y nuestros voluntarios se ofrecen en masa para ayudar a trabajar la tierra, para sembrar, para cosechar. Les albañiles reparan antiguas casas, semiderruidas por la edad o los bombardeos; los mecánicos arreglan viejos aparatos que hay aún en las aldeas: motores rotos, segadoras, arados, automóviles. Se inventan sistemas ingeniosos para hacer más fácil y rápida la eje cución de estos trabajos; no en balde los voluntarios acumulan la experiencia secular de cincuenta países, distribuidos en todas las partes del mundo. Durante el acuartelamiento de las Brigadas Internacionales en la retaguardia, sus camiones están siempre a disposición del alcalde y de los campesinos cada vez que éstos los solicitan por exigencias de su trabajo. Nuestros médicos abren consultorios y dispensarios para la población civil, puestos de socorro para los soldados…

Mejora de la preparación militar.

Mientras tanto, en la Base de las Brigadas Internacionales se iban perfeccionando los procedimientos en la instrucción de los nuevos voluntarios o reclutas, que hasta entonces había sido rápida y precaria.

  Escuela de Oficiales en Pozo Rubio

Los nuevos batallones tuvieron más tiempo de preparación (no más medios, desgraciadamente) y ello redundó en la mayor eficacia combativa de las nuevas unidades (batallones Washington, Mackenzie-Papineau, Masaryk, etc). Se establecieron bases fijas de instrucción para cada brigada, como puede verse en este mapa. La instrucción se hacía básicamente en español.

Otras mejoras importantes fueron la creación de la Escuela de formación de oficiales y suboficiales, ubicada en Pozo Rubio, y la rápida constitución de grupos guerrilleros que intentaban, principalmente, desarticular la logística del ejército franquista.

Progresos en la atención sanitarita.

Los avances más importante se produjeron en el campo sanitario gracias, sobre todo, a las ayudas canalizadas por la Central Sanitaria Internacional (CSI). Ello posibilitó la apertura de nuevos hospitales, tanto de campaña (cerca de los frentes)  como de retaguardia (sobre todo en la zona levantina: Murcia y Benicassim). A ellos hay que unir los hospitales creados por la ayuda escandinava (hospital de Alcoy), la belga (hospital de Onteniente) así como los Comités Médicos Británico y Norteamericano (con hospitales en Tarancón, Villa Paz, Huete, Grañén y otros). Una de las aportaciones que más vida salvó fue la incorporación de los Autochirs, quirófanos móviles montados en un camión que contaban con los elementos humanos y materiales para una primera atención a los heridos hasta ser conducidos a los hospitales de campaña.  

     El Dr. Byrnes con la enfermera  Salaria Kea en el hospital de Villa Paz

Preparados para la nueva fase de la guerra.

Aunque la guerra  se había alejado del escenario inicial del centro, pronto se dispersaría por nuevos escenarios (La Granja, Huesca, Brunete, Aragón…) a medida que el Gobierno republicano tuvo que actuar para tratar de evitar los avances franquistas en el Frente Norte. El nuevo Jefe del Estado Mayor Central, el general Rojo, fue preparando sucesivas operaciones que, como se verá, no consiguieron su objetivo, aunque sí ralentizaron los avances franquistas.

Por otro lado, mientras que Franco seguía recibiendo material militar de forma regular y continua, la República veía cada vez más dificultades para abastecerse del material necesario, tanto por la acción de los barcos y submarinos italianos, que lograron cortar la ruta mediterránea de suministros, como por la reducción de la ayuda de la Unión Soviética, cada vez más atenta a los peligros del expansionismo japonés sobre sus fronteras en el lejano Oriente.

Comisión histórica de la AABI

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