VICÁLVARO y LAS BRIGADAS INTERNACIONALES

La presencia de los primeros miembros de las BI en Vicálvaro se remonta a primeros de noviembre. Por decisión de Largo Caballero, presidente del Consejo de Ministros y ministro de Defensa, la primera brigada internacional formada en Albacete por los batallones Edgar André, Comune de París y Dombrowsky, va a ser denominada XI Brigada Internacional. El propio Caballero urge a la base de Albacete que vaya preparando los refuerzos ante el inminente asalto a Madrid por parte del ejército de África. Es de suponer que los altos mandos republicanos consideraran a Vicálvaro y Vallecas, dos localidades situadas a la salida de Madrid en la ruta de Valencia, como el lugar idóneo para la arrivada y primer acantonamiento de estas tropas.

No hay de momento certeza de los edificios que se prepararon para el acuartelamiento, pero probablemente se utilizaron algunas secciones del cuartel de artillería así como, si atendemos al testimonio del brigadista francés Theo Francos,[1] el palacio de los duques de Sevillano, la fábrica de Valderribas y la propia iglesia parroquial de Santa María la Antigua.

XI BI

El 4 de noviembre Largo Caballero dio la orden de traslado de la XI BI de Albacete a Madrid. Al día siguiente, escribe Kleber en un Informe de diciembre de 1937: “Llegué en automóvil a Vicálvaro, cerca de Madrid, antes que mis batallones. Tras encontrarme con ellos y desplegados acudí a Madrid, donde con ayuda de nuestros camaradas de la embajada conseguí las muy esperadas ametralladoras. Expedí, entonces, un correo a Albacete con la orden de que enviaran inmediatamente el batallón italiano”.

Por la misma fecha debió de llegar a Vicálvaro, destacado por André Marty para preparar la logística de las unidades, el intendente general de la XI BI Henry Dupré. En realidad, y atendiendo a su propio testimonio,[2] era un fascista infiltrado que engañó a André Marty, muy a pesar de la inveterada desconfianza, e incluso manía persecutoria de espías, que le caracterizaba. Dupré señala que “la XI BI está acampada en los alrededores de Madrid y su Estado Mayor en Vicálvaro… Por la noche me reúno con mis servicios de intendencia y tren de combate y, más tarde, con los jefes de la brigada”.

El día 5 por la noche las tropas embarcaron en tren en diversos puntos (Albacete y La Roda), llegando por la mañana a Alcázar de San Juan y de allí fueron trasladadas en camiones hasta Vallecas y Vicálvaro, donde quedaron acantonadas dos días. Según el plan inicial,[3] estas unidades debían participar en un ataque sobre el flanco derecho de las fuerzas franquistas a la altura de Getafe y Pinto. Pero la inminencia del asalto fascista y el descubrimiento del plan de operaciones de Varela sobre Madrid hace cambiar los planes.[4] Vicente Rojo, jefe de EM de la Defensa de Madrid, da otra orden ese mismo día 7 para que la XI BI se incorpore al frente de la casa de Campo y de la Ciudad Universitaria. Hay una pequeña fricción entre Rojo y Kleber; éste solo acepta órdenes directas de Largo Caballero. Pero la situación ha cambiado; en Madrid manda la Junta de Defensa. El asesor ruso Goriev tercia en el conflicto y recomienda a Kleber el cumplimiento de la orden de Rojo.

El 8 por la mañana los tres batallones parten en camiones en dirección a la estación de Atocha y desde allí desfilan hasta el cine Monumental. Tras un pequeño mitin y un refrigerio, prosiguieron el desfile en dirección a la Gran Vía y Plaza de España.[5] Desde allí marcharon a ocupar sus posiciones en la Ciudad Universitaria, enfrente de la Casa de Campo. La actuación de esta brigada en los días siguientes fue, si no decisiva, al menos muy importante; pero las pérdidas fueron también muy altas. El día 20 será relevada por la XII BI.

¿Qué pasaba mientras tanto en Vicálvaro? De hecho se convirtió en el Cuartel General (no puesto de mando avanzado) de la XI BI. Allí quedaron el Jefe de Estado Mayor, el coronel Vicente, francés, y el comisario Nicoletti. Kleber se queja de la escasa actividad que despliegan estos dos: “Mi comisario Nicoletti y mi jefe de Estado Mayor Vicente permanecían alejados de la batalla en Vicálvaro y no aparecían por el frente. En Vicálvaro había champán, y a Vicente le gustaba realmente la buena comida. En los informes que me llegaban, él y Nicoletti me informaban de algunas menudencias”.

Bueno es contar con otro testimonio, el de Theo Francos, miembro del batallón Commune de Paris que debió de hacer labores complementarias de instrucción de nuevos voluntarios:

La XI BI estaba formada por un batallón de alemanes, otro de franceses y belgas y uno más de polacos. Fuimos directamente a la Ciudad Universitaria y en su defensa cayeron bastantes. Encontramos aquella zona muy mal, porque los combates eran casi cuerpo a cuerpo Había sitios donde se tenían que romper tabiques y detrás de ellos sí encontraban los falangistas o los moros. Y vivía el que tiraba primero… Estuvimos en la Universitaria menos de un mes, hasta que los combates se pararon. Como nos consideraban tropa de choque, después fuimos a la carretera de Extremadura… Después fuimos al Puente de los Franceses y estando allí, como habíamos tenido bastantes bajas, nos llevaron a descansar casi quince días a Vicálvaro. Durante ese tiempo llegó gente nueva y como algunos no sabían manejar el arma tuvimos que enseñarles”.

 

XII BI

Con tan solo algunos días de entrenamiento y sin haber completado todavía los batallones –a excepción del italiano Garibaldi- esta unidad recibió la orden de partir a Madrid el día 9 de noviembre.[6] A su frente iba Mateo Zalka, un húngaro más conocido como el general Lukacs. Al anochecer del día siguiente los batallones André Marty y el Dombrowski embarcaron en Albacete, mientras que el Garibaldi lo hacía en la estación de La Gineta (Albacete) rumbo a Villacañas. De allí fueron trasladados en camiones a Chinchón. Estuvieron allí los días 11 y 12 a la espera de órdenes y con problemas transporte.

Así lo atestigua el socialista italiano Nenni, comisario del bat. Garibaldi: “la confusión de los transportes era tal que el batallón se ha encontrado bajo los bastiones del cerro de los Ángeles con la mitad de las compañías sin saber dónde iban a ir a parar”.[7] Quizá no fue ajena a estos problemas la actuación saboteadora del fascista francés Henry Dupré, camuflado en las BI y con un cargo de confianza de parte de André Marty. El comandante del Garibaldi, Pacciardi, escribe el siguiente relato:

Tres motoristas se me acercan en Colmenar de Oreja: “Nos han encargado que seamos vuestros guías”. Recorremos algunos km. Cuando hemos rebasado Colmenar y Chinchón me dirijo a uno de ellos:

-¿A dónde vamos?
- A Vicálvaro.
-¡Cómo que a Vicálvaro! Tengo que formar el batallón en Colmenar.
- Las órdenes de Kleber son llevaros a Vicálvaro.
- ¿Hay una orden escrita?
- Aquí está. Leo:
10 nov, 1936. El comandante del 3º bat. Debe llevar su unidad a Vicálvaro. 
Esta orden debe ser cumplida sin tardanza.
P.O. del general Kleber, comandante de la BI, 
el teniente coronel jefe de EM Vicente (Rojo)
VB de Nicoletti [8]

Finalmente, el 13 por la mañana fueron transportados en camiones a la Marañosa, base de partida para el ataque, en unión con otras brigadas española, sobre el cerro de los Ángeles (cerro Rojo). El ataque fracasó y las tropas se reagruparon por la noche en Perales de Río. No se sabe a ciencia cierta dónde pararon los días siguientes. Quizá a Vicálvaro, tal como se puede deducir del anterior testimonio de Pacciardi. Pero, si hacemos caso a Luigi Longo, habrían vuelto a Chinchón desde donde, el 17, marcharían a Madrid para instalarse en Fuencarral. En la noche de 19 de noviembre la XII fue trasladada para relevar en línea a la XI BI. Las posiciones que ocuparon estaban entre el río Manzanares, a la altura del hipódromo del Club de Campo, la facultad de Filosofía y Letras y la de Medicina. En las semanas siguientes la XII BI participaron, con breves descansos en un cuartel de el Pardo, en diferentes operaciones en Boadilla, Mirabueno-Algora (Guadalajara) y en Majadahonda-Las Rozas. Tras fracasar este segundo intento franquista (la llamada batalla de la carretera de la Coruña) el mando republicano proporcionó a los exhaustos internacionales (no habían parado desde comienzos de noviembre) un merecido descanso. La XI BI, más tocada, se trasladó a Murcia para su reorganización. Los batallones de la XII se quedaron en Vicálvaro a partir del 20 de enero.

La XII BI a finales de enero de 1937

Poco se sabe de la presencia de las BI durante los meses de diciembre y enero ya que no hay suficientes testimonios. Uno de los más recientes es el aportado por Theo Francos. Reproduzcámoslo e intentemos sacar las deducciones convenientes a partir del mismo:

Yo procedía del 5º Regimiento en Cuatro Caminos y llegué a Vicálvaro el 12 ó 13 de noviembre de 1936; estaba encuadrado en el Batallón Franco-Belga [9] con el cargo de «comisario político» y servía de enlace con el batallón Dombrowsky. Estuve aproximadamente mes y medio, y mi misión era entrenar a los voluntarios que llegaban a Vicálvaro. Los entrenamientos se realizaban más allá de la vía del ferrocarril del Arganda, o en Ambroz. Nuestros cuarteles eran la Iglesia y el palacio de la Duquesa del Sevillano, donde recuerdo que había mobiliario como una mesa de villar, cuadros… En la fábrica de Valderrivas había muchos extremeños y andaluces. El Estado Mayor estaba formado por franceses, belgas y algunos españoles, entre los que recuerdo a un tal Francisco Rosas. El Comandante de Estado Mayor era Dumont, que actualmente vive en Bayona.[10]

La XII BI volvió a Vicálvaro en la segunda mitad de enero, tras haber participado en sucesivos y duros combates en distintos escenarios: Ciudad Universitaria, Boadilla, Mirabueno (Guadalajara) y Majdahonda-Las Rozas. El momento para disfrutar de este merecido descanso era el idóneo, ya que las unidades franquistas habían fracasado en su doble intento por tomar Madrid, de frente y por la carretera de la Coruña.

Además, el mando republicano estaba preparando por entonces una ofensiva para acabar con la cuña o saliente franquista que seguía amenazando a Madrid desde el oeste (Casa de Campo y Ciudad Universitaria). En esa operación participarían todas las BI a excepción de la XIII, empleada entonces en Teruel.

La estancia en Vicálvaro durante esos días sirvió para rearmar, reorganizar y nutrir los batallones internacionales con nuevos combatientes, tanto internacionales como españoles. El Garibaldi, por ejemplo, fue completado por 300 combatientes del batallón Madrid, mientras que el bat. Prieto aportó numerosos efectivos a los otros batallones de la XII BI. Todos se sentían orgullosos de pertenecer a una brigada modelo.

Había que elevar la moral de combate que, si por un lado se resentía por la cantidad de pérdidas sufridas, por otro seguía alta por el hecho de haber logrado frenar las dos ofensivas del ejército de Franco. La vieja consigna del “No pasarán” estaba siendo sustituida por la nueva del “Pasaremos”.[11] Pero los problemas de cara formar un ejército eficaz y capacitado para derrotar al fascismo seguían siendo numerosos. Quien conocía mejor esta situación era el inspector general de las BI, Luigi Longo; así lo veía:

La composición de las Brigadas Internacionales cambia conti­nuamente. Regresan los heridos y los enfermos de los hospitales; llegan nuevos voluntarios del extranjero; se incorporan las mili­cias y los reclutas españoles que apenas han sido llamados a las armas. Así, los problemas se multiplican y complican. Los soldados españoles traen a los voluntarios internacionales un aire fresco y un mayor conocimiento de la situación real. Reviven el pasado y el presente de España, con sus grandezas y miserias. Llevan a las Brigadas Internacionales su entusiasmo y su fe pero también la imagen de sus luchas y divergencias.

Pero no es suficiente la fraternidad entre los voluntarios para man­tener una sólida organización militar. Más que nunca es necesaria una fuerte disciplina. Muchos voluntarios piensan que el reposo es semejante al día de fiesta en la vida civil; creen que cada uno debería de ser libre para hacer lo que le parezca: dormir, leer y pasear; suponen que la disciplina militar es necesaria en el frente, pero que en la reta­guardia se debe contar con la máxima libertad. Todo esto hace que los Comisarios políticos se enfrenten al difícil problema de rechazar estas ideas, que destruirían en pocos días la disciplina y el espíritu de grupo creado en los últimos meses. Deben explicar que somos parte de un ejército con grandes objetivos a realizar (…) pero que todavía tenemos muchas fallas… La disciplina sirve para fundir en un todo homogéneo y eficiente el conjunto de elementos dispares que integran nuestras brigadas, para dotar a ese conjunto del mínimo indispensable de nociones militares, para protegerlo de los elemen­tos de descomposición que hay en la retaguardia y de la acción disolvente de los enemigos de la causa republicana y de las Bri­gadas Internacionales.

Después de un día o dos de absoluto reposo, se empieza en nuestras brigadas la instrucción individual sobre el manejo del fu­sil, la ametralladora y el mortero. Las secciones y las compañías se adiestran en maniobras de campo y se les enseña a perfeccionar su colaboración recíproca; se les explica a los hombres la impor­tancia de construir un sistema sólido de fortificaciones, además de las protecciones individuales. Con palabras y ejemplos prácticos se generalizan las experiencias de la lucha reciente. Las brigadas inter­nacionales se proponen descollar no sólo por su heroísmo sino tam­bién por su completo dominio de la técnica y el arte de la guerra.

El trabajo entre los nuevos reclutas españoles presenta algunas dificultades. Estos reclutas provienen de las clases sociales que han aportado ya un alto número de voluntarios para las milicias y que, por así decirlo, han sido «descremadas» de sus elementos más sólidos, más conscientes y entusiastas. Los agentes fascistas actúan más fácilmente entre los nuevos reclutas… Los nuevos reclutas que se incorporan a nuestras brigadas plan­tean los mismos antagonismos, sentimientos y re­sentimientos que hay en el campo republicano, generando discusiones y multiplicando las dificultades. En compensación, nuestros voluntarios penetran cada vez más profundamente en la vida del pueblo español, cono­ciendo sus peculiaridades y características fundamentales.

El período de descanso es utilizado por los comandantes y Co­misarios políticos de las Brigadas Internacionales para multiplicar sus manifestaciones de solidaridad y fraternización con el pueblo español; las brigadas invitan con frecuencia a las autoridades y representantes de las organizaciones locales, para demostrar abier­tamente que los internacionales no están al servicio de ningún partido sino de la causa republicana.[12]

A finales de enero la prensa se acercó a conocer más por dentro el mundo de las BI. Muestra de este interés del público fue el siguiente artículo de Jesús Izcaray que apareció por aquellos días:

 

QUIENES SON LOS HOMBRES DE LA 12 BRIGADA INTERNACIONAL

El campamento de la 12 Brigada Internacional es un campamento cuadriculado, donde la disciplina ha puesto cada cosa en su si­tio. Se asoma uno a él y se ve en seguida que allí no se ha reservada lugar alguno a la improvisación. Cada hombre va a una cosa por el camino que debe, y todo el mundo hace algo. Los combatientes de la 12 Brigada Internacional hacen seriamente la guerra. Se comprende que trajeron su lección antifascista bien aprendida, y, por ello saben que esta guerra que nos impusieron y que ha de decidir tantas cosas, hay que hacerla así: seriamente, rígidamente, sacrificándolo to­do al fin de la victoria. Buen ejemplo el de estos camaradas magníficos, que cruzaron to­das las rutas para llegar aquí, lugar de la batalla. A muy poca distancia del frente, los camaradas extranjeros han convertido un hotelito burgués, de deplorable gusto, en un lugar de trabajo. Llegó allí un maestro armero, el austriaco Erwin, y dijo:

Aquí pondremos el taller de reparaciones.

A las pocas horas el taller funcionaba ya. Allí se reparan las averías del armamento y se ajustan las cintas de las ametralladoras.

El que no combate, trabaja, pero como casi todos andan todo el día a tiros, se vio muy pronto que faltaba gente para las faenas del taller. A pesar de ello, Erwin siguió adelante. Salió a recorrer las casas cercanas y con tres palabras de español se trajo al taller mu­jeres y hombres para que le ayudaran. Aquí se hacen funcionar fu­siles de todas clases y le buscan a uno proyectiles de todos los ca­libres. Por otra parte, en el jardín que rodea el hotel se han instalado tiendas de campaña para que reposen allí, cuando regresan de la lí­nea de fuego, los compañeros que necesitan aire libre.

Un herrero de un pueblo cercano anda por allí ayudando a los “extranjeros”. Va tras ellos, siguiéndoles con ojos admirados, y se sien­ta a escuchar muy atento sus conversaciones, que no entiende. El he­rrero aprovechó mi llegada al campamento para conseguir una cosa por la que se afanaba desde hace unos días: poder decir en español, y que le entendieran, lo que pensaba de aquellos hombres.

— Son unos tíos. Vienen de allí abajo que no se aguantan y se po­nen a arreglar ametralladoras o a escribir cartas como si tal cosa. Y no dejan de sonreír.

No sé por qué me figuro que a este buen hombre admirativo será muy difícil que puedan quitárselo de encima los compañeros de la 12 Brigada. Llega un camarada al taller y se pone a hablar en español con las muchachas. Me acerco a él. Es alemán: mejor dicho, lo fue hasta que Hitler dictaminó que no podía serlo. Trabajó siempre como emplea­do de Banca. Es un muchacho joven, con cara aniñada, a pesar de su seriedad. Habla pausadamente, midiendo lo que dice. Parece uno de esos hombres de confianza para cualquier cometido. Se llama Jacobo y es de origen judío. El dice solamente:

— Soy antifascista. A través de la charla me va dando cifras en torno a los hombres y a la organización de la 12ª Brigada:

— El cincuenta por ciento de nuestros hombres son obreros. El resto puede repartirse entre empleados e intelectuales. La mayor par­te no han hecho el servicio militar, por lo que ha habido que ins­truirlos. Pero son hombres inteligentes y voluntariosos y se han con­vertido pronto en buenos soldados.

— ¿Hay en la Brigada combatientes de la gran guerra?

— Un 20%. Estos, naturalmente, instruyeron a los demás y ahora los dirigen en los combates.

Pasan los hombres por el jardín con armas averiadas y paquetes de municiones.

—El ochenta por ciento —calcula Jacobo— ha participado en la lucha internacional contra el fascismo. Muchos —casi todos— saben lo que es un campo de concentración.

Estos compañeros —ideas maduradas, voluntad de lucha— siem­pre dicen algo concreto y redondo. Por eso le pregunto al empleado alemán:

— ¿Qué salida ves tú a la guerra civil española? Me contesta:

— La guerra no se perderá. Nosotros hemos venido a luchar aquí porque queremos ahorrar al mundo la hecatombe de una nueva guerra imperialista, que se produciría inevitablemente si el fascismo internacional, con la ayuda de vuestros generales rebel­des, llegara a convertir España en una colonia suya. En cuanto al fi­nal de esta lucha ninguno de nosotros admite la posibilidad de la derrota.

Con la fe del pueblo español se ha fundido la fe de todos los hom­bres antifascistas de Europa. Cuando voy con unos camaradas alemanes al frente me encuen­tro a Pachardi, el comandante del batallón italiano. El líder liberal de la Italia republicana —democracia frente a fascio— trae el rostro son­riente. Sienta en la cuenta su fatiga y comprueba los tantos por ciento de Jacobo, que da por buenos. Después, este hombre perseguido por Mussolini y expulsado de la Suiza democrática por el mismo delito horrendo, quiere aclarar y dice:

— Lo principal, lo alto y lo bajo en toda lucha humana, es el hom­bre. Por eso hemos de establecer una diferencia de hombres en esta lucha española.

— A nuestro favor.

— A nuestro favor. Con los generales fascistas vienen, en mesna­da, hombres mercenarios, aventureros y verdugos de todo el mun­do, que a cambio de una soldada miserable y con la promesa de un botín de bandoleros, combaten para esclavizar a un pueblo. Ahora examina el hombre del lado de acá. Entre nosotros no hay merce­narios ni aventureros. Todos estos hombres, de todas las castas y to­das las ideologías, son combatientes antifascistas que han abando­nado sus hogares y sus empleos bien retribuidos en toda Europa para venir a luchar por la libertad de España, símbolo hoy de la li­bertad del mundo.

—En una guerra moderna —pregunto yo— ¿será bastante el fac­tor hombre para fraguar la victoria?

—Será el alma de la victoria. Nunca dudé del triunfo español, pero mi fe se multiplicó al infinito cuando empecé a ver en las es­taciones de París grupos y grupos de hombres que gritaban desde los vagones: «¡A España!». Era un grito unánime, en francés, en alemán, en italiano. ¡Cada hombre de éstos vale por una cabila afri­cana!

En estas afueras de Madrid —paisaje enano de Velázquez— sue­nan a hierro y a trueno estas palabras del comandante italiano. Cada uno de nosotros ha de valer por diez, porque nosotros guerreamos por lo único que es lícito guerrear en el mundo: por la Razón, por la Libertad y por la Justicia.

Precisamente por esos días, Pacciardi es invitado a dirigirse por radio a los combatientes y a la población madrileña. El discurso, emitido en italiano, tiene párrafos como los siguientes:

Me dirijo a los que estáis en esta ciudad santa que sufre pero resiste, a los que estáis en este Madrid bombardeado pero invencible, con sus voluntarios italianos, franceses y de muchas otras nacionalidades que mueren sonriendo, como nuestro camarada Picelli… Yo siento que Italia será realmente bella, grande y justa cuando nos hermanemos en esta internacional de los pueblos libres que se está edificando con dolor -pero también con amor y con fe- en estos atormentados campos de batalla. En nombre de los voluntarios que ahora se reponen en un pequeño pueblo de la retaguardia saludo a las familias que comparten nuestro sacrificio, a los compañeros de las BI y del ejército de la República que están combatiendo, a la Italia en la que soñó Garibaldi, una Italia libre y civil, sin opresores ni oprimidos, sin explotadores ni explotados. Por esa Italia lucho hoy en España y lucharé siempre.

A partir del 25 crecen las alarmas sobre un posible ataque franquista desde la línea Getafe-Valdemoro. A Vallecas son trasladados el Bat. Garibaldi y el español Ambiente. En Vicálvaro se quedan, posiblemente, el Dombrosky (polaco) y el Andre Marty (franco-belga) del cual forma parte Theo Francos. Días más tarde, Gustav Regler, comisario de la XII BI, escribió las siguientes anotaciones:

Llevamos dos semanas de descanso… Todavía estamos en la fábrica situada al oeste de Madrid…[13] Dos bombas caen en la aldea de al lado, donde están acuartelados los Garibaldis. Vienen del Cerro Rojo, la colina situada al oeste de Madrid. Los fascistas quieren demostrar que la han recuperado… Nuestra brigada tiene la moral alta. El nuevo slogan es “¡Pasaremos! aunque los españoles prefieren todavía el “¡No pasarán!”. Hay un buen espíritu de ataque. Necesitamos reforzar nuestras unidades. El general Paul Luckas busca más reclutas y muchos vienen de los pueblos cercanos a donde acampamos campesinos jóvenes. Ayer llegaron veintiséis.

Poco más tarde los dos batallones de Vallecas fueron enviados a Chinchón para iniciar la concentración de tropas con vistas a la ofensiva republicana que se estaba preparando; pero ésta no se produjo. Los franquistas, que tenían a punto sus preparativos, se adelantaron a los republicanos con la rotura del frente el día 6 de febrero en dirección a La Marañosa y San Martín de la Vega. Comenzaba la batalla del Jarama.

El mando de Madrid ordenó a los batallones Dombrowsky y André Marty que abandonaran Vicálvaro para estacionarse junto a la estación de Montarco, en lo que ahora es Rivas Urbanizaciones. Allí siguieron los ejercicios y preparativos hasta que el 8 se dio la orden al Dombrowsky de situarse junto a Vaciamadrid y al André Marty de vigilar los puentes del Jarama: el de Arganda (sobre la N-3) y el de Pindoque (sobre el ferrocarril azucarero de Ciempozuelos a la Poveda).

El día 9 el bat. polaco participó junto a la I Brigada de Líster en la lucha por el Espolón de la Marañosa. Dos días más tarde, el cruce del Jarama por parte de las tropas de Varela supuso la entrada en fuego de todos los batallones de la XII BI. Su heroico esfuerzo en los días 11 al 16 de febrero impidió que las tropas fascistas progresaran por el valle del Jarama en dirección a Arganda. El tiempo de descanso y preparación transcurrido en Vicálvaro había sido fructífero.

Vicálvaro se convirtió en un campo de formación e instrucción de batallones; los instructores serían españoles e internacionales:De 1936 a 1939, durante la guerra civil, el cuartel se dedica a centro de descanso y movilización, lo que podríamos llamar un cuartel de tránsito y depósito de personal”.[14] Lo cierto es que tanto la instrucción como el acuartelamiento están muy desperdigados entre diversos edificios, tal y como indica Theo Francos.

Hay un interesante testimonio de Azaña sobre esta actividad militar y la función que Vicálvaro tenía como lugar de organización de batallones y de descanso. En la nota que escribe en su Diario de guerra (17-11-1937) habla de la revista militar que presidió en la carretera de Vicálvaro con cuatro batallones de la 43 BM, alguno de los cuales había estado sin parar en las trincheras desde noviembre de 1936… “Y tan campantes, escribe Azaña, ¡Qué gente más dura!… Mal tiempo. Hacia Vallecas y Villaverde, cañonazos.

Severiano Montero


[1] Ver las declaraciones que se citan en las páginas siguientes.

[2] La Legion tricolor. Paris 1942. Dupré fue uno de los miembros de la organización ultraderechista “La Cagoule”, que logró infiltrarse en las BI para cometer todo tipo de sabotajes.

[3] Orden de operaciones nº 1 de 7-11-36del CG de Miaja: la BI actuará ofensivamente sobre el flanco derecho enemigo en la dirección probable del Cerro Rojo, antes Cerro de los Ángeles.

[4] El EM  consiguió esa preciosa información en el bolsillo de un oficial de carro de combate capturado en la tarde del 7 en torno al puente de Toledo.

[5] Algunos testimonios, sin verificar, afirman que los internacionales asistieron a primera hora de la tarde a una sesión de cine para ver la película Chapaiev, el héroe de la guerra civil rusa que propone un claro ejemplo a seguir a estos combatientes antisfascistas.

[6] Los voluntarios más antiguos llevaban solo 10 días en Albacete y los más recientes veinticuatro horas. Sólo el batallón Garibaldi estaba íntegramente constituido, pero su armamento consistía en ¡25 fusiles y 1 ametralladora! Además sin equipo. La artillería no tenía ni la cuarta parte de los camiones requeridos… El 10 de noviembre la XII BI, con sus efectivos completos, equipada y con todas los servicios complementarios (…) embarcaba cantando la Internacional en español, italiano, alemán, francés… (André Marty)

[7] P. Nenni, España, pag. 143.

[8] El batallón Garibaldi

[9] Theo afirma que él pertenecía al bat. Comuna de Paris, pero, a juzgar por estas palabras citadas, su batallón sería más bien el André Marty.

[10] Declaraciones hechas por Theo Francos en 1.986 a la Asociación cultural Vicus Albus.

[11] Gustav Regler, comisario de la brigada, comenta que a los españoles seguían prefiriendo la del “No pasarán” de noviembre.

[12] Las Brigadas internacionales de España. Oasis. México, 1952.

[13] Regler equivoca la ubicación; se trata del este (las bombas vienen del Cerro Rojo, o Cerro de los Ángeles). La fábrica aludida puede ser la Portland Valderribas y “la aldea de al lado” puede ser Vallecas.

[14] Conferencia impartida por Lourdes Sánchez Domínguez en el Centro cultural el Madroño de Vicálvaro (Madrid), en octubre de 2007, con motivo del XXV aniversario de la Asociación Vicus Albus.