Goodbye reseñas

Como algo más que un adiós, un HASTA LA VISTA

Reflexiones de Alberto Losada

Hace unos días fue representada en Madrid la obra Goodbye España, título merecedor de una meditación que da actualidad a la despedida de aquellos internacionalistas cuya misión en la guerra civil, defendiendo la Libertad, parecía haber terminado. Se refiere la obra a idealistas de izquierda que integraron las Brigadas Internacionales al lado de la II República, nacida en España hace 85 años, a cuyo lado lucharon tratando de sostener la lucha del pueblo español en armas frente a un ejército profesional: el de los militares sublevados en 1936.

Acompañé la excelente representación superando mis limitaciones de vista y oído gracias a la suerte inesperada que me acomodó como espectador equidistante del próximo escenario, con sus jóvenes y maduros actores, y del palco, con el estupendo cuarteto que los acompañó.

Pude apreciar la calidad y entrega de unos y otros, su buena dicción, la apropiada música y el profundo guión para el pedagógico contenido de la obra, quizás más complejo de lo que la cultura política de la machadiana «españa de pandereta» puede hoy apreciar, frente a la «españa de la idea»Â a la que aplico aquí la metáfora con la que quiero interpretar el adiós que motiva esta meditación.

Quiero mostrar que el acertado título de la obra trasciende a su apariencia simple. Pienso que la mente del guionista estuvo en ello, y lo demuestra con las discusiones en boca de unos soldados que confrontan ideas, además de enamoramientos y sensibilidades. Quiero abundar en la interpretación apasionada de la despedida en Barcelona, como leyenda, por cuanto la actualiza hasta el punto de que cabe aplicarla a la izquierda que parece haberse manifestado, con su división, a raíz de las últimas elecciones democráticas celebradas (es un decir) en 2015.

Bien es verdad que, cuando las izquierdas pretendan algún tipo de unión que supere sus dificultades, tropezarán con la violencia con que, en ocasión siempre muy estudiada, responderán unas derechas que saben unirse para descalificarlas con las peores y nunca trasnochadas interpretaciones de vilipendiado frente-populismo, hasta matar, si sus dirigentes lo consideran “necesario”, sin que sus propios coros mediáticos las critiquen.

España fue durante la II República un país sediento de ideas, y las Brigadas Internacionales trajeron una miel para la que pocos labios estaban preparados, ni siquiera para las palabras de Orwell en su homenajeada Cataluña, como han venido a demostrar los años y la política de derechas que lo viene instrumentalizando al día de hoy. Y es que, en los años treinta, España sufrió lo que, hasta el presente, parece inevitable: la libertad de pensamiento y de expresión en las democracias más desarrolladas no ha conseguido superar las diferencias de las izquierdas. Uno de los costes de la libertad, hasta hoy sin fondos disponibles para superarlos, es la división de unas izquierdas que abren flancos demasiado arriesgados frente a las siempre bien pertrechadas derechas.

Y es aquí donde quiero terminar estas líneas apasionadas por cuanto me parece que el fondo de la obra puede merecerlas, aunque expresadas con la sintética claridad a la que yo no llego: lo que aquellos brigadistas se dejaron a su despedida de España fue la leyenda de lo que todavía no se ha conseguido: un mundo abierto a las diferencias, consciente de que debe hacer uso de la libertad para defenderlas y para, con la buena voluntad de que ya habló hasta la Biblia, conseguir esto con los medios que la buena educación aconseja y permite.

España no sufre hoy la miseria material de 1931, pero adolece en 2016 de menos educación y conciencia ciudadanas que la del pueblo al que despidieron las Brigadas Internacionales en Barcelona, en 1938.

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