Apuntes sobre las Brigadas Internacionales en la batalla de Caspe

La batalla de Caspe tuvo una importancia crucial en la ofensiva general franquista de Aragón, que partió el territorio republicano en dos: entre el Maestrazgo y el norte de Castellón. En este artículo, aparte de los textos que mencionamos, nos remitimos a varios trabajos realizados por nosotros o, principalmente por la Asoc. Bajoaragonesa de agitación y propaganda, que han trabajado profusamente sobre este tema.

Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor Central Republicano, resumió la ofensiva de Aragón en su libro España heroica:

El frente atacado [entre el río Ebro y Montalbán] estaba guarnecido en sus cuatro quintas partes por sólo nuestro Cuerpo XII; el resto lo defendía parte del XXI; teníamos a retaguardia el Cuerpo XVIII, en reorganización, y las reservas locales del Ejército del Este en número de nueve brigadas, más las reservas del Ejército de Maniobra… Eran sus objetivos iniciales dominar la línea del Guadalope en Caspe, Alcañiz y Calanda, y las entradas del Maestrazgo por Ejulve.

La ofensiva fue iniciada el 9 de marzo de 1938 con un éxito fulminante en el frente del Cuerpo XII, que fue totalmente hundido, resultando presa de pánico la mayor parte de sus unidades y deshechas éstas en las tres primeras jornadas. Este caso de pánico, de inusitadas proporciones, consintió al enemigo avanzar, en sólo cuatro jornadas, a la línea que se había propuesto.

Nuestras reservas, movilizadas rapidísimamente, llegan tarde para contener a las columnas motorizadas enemigas, que pueden avanzar sin encontrar apenas resistencia…

El día 15 de marzo, en el amplio espacio que media entre Caspe y Calanda no existía ni una sola unidad organizada; no había enlace entre los Ejércitos del Este y de Maniobra, y un frente de 60 km se ofrecía absolutamente abierto a la invasión hacia la costa. Al amanecer de aquel día, precipitadamente, buscando jefes audaces, llamando urgentemente tropas de otros teatros, reuniendo grupos dispersos e imponiendo misiones de sacrificio a algunos grupos que ofrecían solidez por su moral o por la calidad de sus mandos –y los cuales se hicieron cargo de la grave situación en que estábamos– se lograría reconstruir un nuevo frente, que se apoyaba en la margen derecha del Guadalope para dejar cerrada la amplísima brecha.

Después, en tres días, la decisión con que combatieron unas tropas arbitrariamente desplegadas en aquel frente improvisado, el tesón de sus jefes y el entusiasmo de algunos grupos de hombres, rehabilitaban al ejército del revés sufrido, detenían el avance enemigo y le fijaban en una línea que sólo podría ser arrollada doce días más tarde, con grandes sacrificios del adversario.

Una vez alcanzada por éste [el enemigo] la línea Caspe – Alcañiz llevó su actividad por el norte del Ebro, donde también puso en acción tres Cuerpos: el Marroquí, el de Aragón y el de los Pirineos. Repitió su maniobra de ruptura, con las mismas fatales consecuencias; en una acción audaz, pasa el río por sorpresa, en Quinto, el Cuerpo Marroquí, y logra romper, más al Norte, el frente en otros dos lugares con los otros Cuerpos.

Desde aquel momento continuaría la maniobra con seis Cuerpos por el norte y el sur del Ebro y en los últimos días de marzo se combatiría en todo el frente, desde los Pirineos hasta el Maestrazgo, oponiéndose por nuestra parte una desesperada resistencia: al sur del Ebro, nuestro Ejército de Maniobra, formado con los Cuerpos V, XXII y XXI, se batía contra los enemigos italianos, navarro y gallego y, en el norte del río, nuestros Cuerpos X y XI luchaban contra los adversarios marroquí, de Aragón y el que después se llamaría de Urgel.

Nuestras grandes unidades no eran realmente tales. Aunque se habla de Cuerpos de Ejército… en realidad, para poder considerarlos como tales, les faltaban hombres en una proporción no inferior al 30 por ciento, armamentos en otra no menor del 40 por ciento y servicios medianamente dotados. Habíamos construido un esqueleto de ejército, con el propósito de irlo rellenando gradualmente con todos los elementos necesarios para combatir; pero aún no habíamos alcanzado la meta porque nunca veíamos llegar los medios que para ello eran precisos. Teníamos, pues, una organización más artificiosa que real, que constituía la base de lo que aspirábamos fuese nuestro ejército, pero que sólo llegaría a realizarse en algunas grandes unidades y en determinados períodos de la lucha.

Nuestro Cuerpo XII, como antes hemos dicho, quedó pulverizado. Lo mismo ocurría al norte del Ebro con los Cuerpos X y XI, víctimas de un retroceso desordenado. La ofensiva no se interrumpía. Habíamos de hacerle frente con restos de unidades y con reservas que precipitadamente se traían de los teatros del Centro. El problema era pavoroso porque durante la primera quincena de abril se luchaba con una intensidad terrible en el Maestrazgo y en Aragón. Algunas buenas unidades hacían lenta y cruentísima la marcha del enemigo hacia la costa y hacia Lérida.

Era inocente pensar que pudiera ser derrotado; habíamos de conformarnos con que fuera eficazmente contenido; se lograba esto solamente en algunos sectores donde las unidades propias eran buenas y las enemigas resultaban diezmadas; pero en otros, donde carecíamos de organización o de tropa de buena solera, el frente se deshacía como una polvareda.

Efectivamente, como afirma Rojo, solo en algunos sectores pudo ser frenada la ofensiva franquista durante algunos días, los precisos para ir dando tiempo a llevar refuerzos y tratar de contener la avalancha, cosa que solo pudo conseguirse en el frente del río Segre, a la altura de Lérida. Un análisis más preciso de estas circunstancias fue contado años después por el jefe del V Cuerpo de Ejército republicano, Juan Modesto en su obra Soy del 5º Regimiento:

Lo sucedido entre el 9 y el 15 de marzo al Sur del Ebro era bien triste e indignante. El XII Cuerpo, comenzando por su jefe, desapareció del teatro de la lucha. Sólo núcleos de combatientes intentaron hacer frente y se batieron con el enemigo sin directivas del mando superior, por su propia iniciativa. En aquellas condiciones, el resultado de la lucha tenía que ser favorable al enemigo, máxime teniendo en cuenta su gran superioridad de fuerzas y material de guerra. En cuanto al XVIII Cuerpo, su jefe, el teniente coronel Heredia, siguió la misma conducta, no sin antes (cuando ya el enemigo avanzaba en todo el frente de ataque) desorganizar y dispersar la 35 División [internacional], al enviar sus batallones sueltos, en la noche del 10 y durante la jornada del 11, con la misión de situarse y defender lugares y objetivos que, en lo fundamental, estaban desde el mismo día 9 en manos del enemigo.

En cumplimiento de aquellas insensatas misiones, los batallones de la 35 División, que estaba reorganizándose allí, penetraban sobre la marcha en la que ya era retaguardia enemiga, enfrentándose con sus segundos escalones de combate y sus reservas, encontrando los caminos de repliegue cerrados y viéndose obligados a librar, en condiciones de cerco o semicerco, una infinidad de cruentos y breves combates, para abrirse paso nuevamente a nuestra zona. Y hay que decir, como justo homenaje a los heroicos combatientes de la 35 División y sus cuadros de mando, que pasaron esta difícil prueba de manera sobresaliente. Las tres brigadas de la 35 División en aquellos días eran la 11, 13 y 15.

…El XII Cuerpo, pues, entregó al enemigo el territorio al S. del Ebro, desde su margen derecha hasta las proximidades de Montalbán. Cuando una masa de fuerzas como las que participaban en este ataque (13 divisiones) recibe tal obsequio, se crea una situación crítica como la que estaba planteada. Para hacerla frente habíamos ido allí. Pero todo tiene un por qué…

Con la 11 División [de Líster] ante Alcañiz y los tres batallones de las brigadas 11, 13 y 15 que habían entrado en Caspe, conscien­temente sólo por unos días, en la mañana del 15 de marzo me hice cargo del sector al S. del Ebro desde su margen derecha hasta el Sur de Calanda, siguiendo el Guadalope, a excepción del tramo ante Alcañiz y Castellseras, ambos en manos del enemigo.

Mi Puesto de Mando lo situé en Maella. De las tres direcciones del ataque enemigo, dos nos habían tocado a nosotros: en el flanco derecho del V, la 35 División cubría la dirección Caspe-Maella-Batea a la general Alcañiz-Tortosa, por Gandesa; la 11 División, en el flanco izquierdo, estaba situada en el importante nudo de comunicaciones de Valdealgorfa, por donde pasaban la general de Alcañiz a Tortosa, por Gandesa, y la general a Castellón, por Morella..

Al mediodía del 16 analizamos en mi Estado Mayor la situación existente, con los jefes de las distintas armas. Les informé de todo lo que había visto el día 15 y en la mañana de ese mismo 16 en que estábamos reunidos, con lo que quedó la situación clara para todos, así como la misión que teníamos encomendada… Por la tarde llegó Hans [Kahle], el jefe de la 45 División. Inmediatamente salimos los dos al campo.

Camino de Caspe le dije que cuando llegara su división relevaría a la 35. Hicimos un reconocimiento del terreno bastante completo. Nos detuvimos un largo rato en Caspe. Le expuse que los dos batallones de la 35 que estaban allí eran de hecho unas fuertes vanguardias para ganar tiempo, a fin de que pudiéramos organizar la defensa en esta dirección. Hans, con el ceño fruncido como tenía por costumbre, lo que en él respondía a una interrogación interior que luego exteriorizaba, me iba dando su opinión sobre todo haciendo sugerencias cada vez que era necesario. Nos paramos especialmente en el tramo del río Guadalupe desde su paso por la carretera Caspe-Maella hasta su muerte en el Ebro. Ahí era donde había que agarrarse. Allí estaban trabajando los ingenieros para ponerlo en condiciones de hacer de aquello un serio reducto. Con ellos se encontraba Pablo San José, comisario de ingenieros del V, luego del Ejército del Ebro, que cayó en una unidad guerrillera en la Unión Soviética, en la retaguardia nazi.

Aquella noche, reunido con Walter y Hans, acordamos el relevo, cuando llegaran las brigadas esperadas. Hans iría con su 12 BI a la altura de las fortificaciones que habíamos visitado, para cubrir la dirección principal del ataque enemigo, relevando a las fuerzas de la 35 división. Con otra de sus brigadas aseguraría el centro del despliegue del Cuerpo en el Guadalope y enlazaría con la 11 división, ya que entre la 35 y la 11 había un espacio abierto de muchos kilómetros, que sólo estaba vigilado por unos destacamentos de mi batallón especial. La tercera quedaría en reserva, a caballo de la dirección principal. Al ser relevada la 35 división, Walter situaría sus fuerzas entre Maella y Batea.

El 18 de marzo de 1938, en el frente encomendado al V Cuerpo, comenzó una nueva fase de la maniobra enemiga. Par­ticipó en ella, en dirección Caspe, el Cuerpo Marroquí en primer escalón; en segundo escalón otro Cuerpo, con las divisiones 1ª de Navarra, 55 y 1ª de Caballería que entró en combate después del paso del Marroquí al N. del río; el Cuerpo italiano con las divisiones «Littorio», «23 de marzo», «Flechas Negras» y «Flechas Azules» atacó el nudo de Valdealgorfa, en el sector defendido por la 11 división…

El día 20 entró en posiciones, a retaguardia de la 11 división la reserva general de artillería, la cual fue puesta a mi disposición… Los ataques enemigos fueron contenidos en todo el frente. Hacia el 21, el Cuerpo Italiano, que seguía siendo rechazado en sus ataques a Valdealgorfa, apretó sobre la 9ª brigada, que mandaba Joaquín Rodríguez, rompiendo y tomando La Codoñera.

…En las cercanías de Caspe, la 12 brigada seguía aferrada a las posiciones que ocupaba desde su llegada. Los ininte­rrumpidos combates en esta dirección, comenzados el día 18, habían empeñado ya las tres brigadas de la 45 división. Resumiendo: en el frente del V Cuerpo los ataques -que duraban ya más de una semana- de las ocho divisiones enemigas fueron contenidos en todas partes: por la 45 División, en dirección Caspe-Maella; por la 11ª y la 3ª, en dirección Calaceite.

…Hasta finales de marzo mantuvimos las posiciones en la línea del Guadalope. Pero en el curso de aquellos días, las unidades del V y del XXII Cuerpos agotaron sus reservas, que no fueron repuestas porque las unidades que en principio estaban destinadas a reforzamos fueron enviadas al sector Norte, a causa de la marcha de los acontecimientos allí. Además fueron privadas de parte de la artillería y del apoyo de la aviación republicana que, a partir del día 22, actuó con toda su masa en las direcciones de Lérida y Balaguer. Los factores señalados debilitaron las posibilidades de resistencia al Sur del Ebro y crearon las condiciones para que el ataque enemigo alcanzara su principal objetivo estratégico: salir a la costa y cortar en dos la zona republicana.

El 30 de marzo avanzó en el frente del V Cuerpo hasta el Matarraña, en dirección Maella, y hasta la ermita de San José, al pie del macizo La Ginebrosa… Los combates del 30 de marzo al 3 de abril en el frente del V Cuerpo se caracterizaron por sus extraordinarias dificul­tades. Esto fue así porque el avance del Cuerpo enemigo al Este de Caspe ganó espacio, al tener que desplegar nuestra defensa de la desembocadura del Guadalope para maniobrar en el amplio meandro que forma el Ebro desde Caspe a Fayón, donde desplegaron la 1ª división de Caballería, la 1ª Navarra y la 55 de infantería. Las vanguardias de esta última pisaban ya este territorio cuando las unidades del V combatían aún ante Caspe y en Valdealgorfa.

Durante los días 31 de marzo, 1, 2 y 3 de abril las unidades de los Cuerpos V y XXII, sin perder el contacto con el ene­migo y frenando su avance, se batieron continuamente, sin poder impedir que el enemigo entrara el día 3 en Gandesa y Morella. Las fuerzas del general Walter pasaron el río por Mora y García y, desde la orilla izquierda, cumplieron la misión de impedir a los fascistas la creación de una cabeza de puente en el sector de Mora. Como medios de apoyo, pues la artillería que teníamos era mínima, les di la batería antiaérea. Su misión ahora era defender el puente sobre el río en Mora de Ebro, dejando a su criterio la voladura del mismo. E igual con el puente del ferrocarril de García.

En relación a la actuación de las Brigadas internacionales ya hemos visto la valoración que hace Modesto en su libro, ponderando la extrema dificultad en que tuvo que luchar con un frente completamente desarbolado por las divisiones republicanas a las que correspondía defender y que, salvo excepciones, se espantaron. Hay mucho publicado sobre este episodio al que los voluntarios de la XV BI llamaron las “Retiradas”. Quizá no sea este el momento de abundar en el tema, ya que tenemos que centrarnos en la batalla de Caspe. Sirvan solo como testimonios personales los aportados por Bob Doyle en su libro de memorias y Fausto Villar, que publicó un largo escrito de esta amarga experiencia que ha sido recogido en parte por Samuel Basterra y Jaime Cinca.

La batalla de Caspe tuvo en realidad dos fases: en la primera intervinieron las brigadas XI, XIII y XV y acabó con la toma de la ciudad, el 17 de marzo, por parte del ejército franquista. El blog de El Agitador publicó una síntesis valiosa de esta primera etapa que se puede leer.

A continuación se inició la segunda etapa que se desarrolló en la margen derecha del río Guadalope. Sobre los escarpes del río se desarrolló una dura batalla en la que intervinieron principalmente la XII y la XIV BI frente a las Divisiones Navarras 1, 5 y 15. Tras una heroica resistencia los internacionales de la 45 División tuvieron que replegarse a partir del día 29 en dirección a Gandesa, siempre dando la cara y siendo sustituidos en los días siguientes por la 35 División.

Los compañeros de la Asociación Bajoraragonesa de agitación y propaganda van a publicar un libro sobre esta batalla que aparecerá este mes de marzo, coincidiendo con el homenaje. Mientras llega, podemos leer algunos de los trabajos que han publicado en torno a esta batalla:

La Brigada Lincoln llega a Caspe

La Brigada Lincoln abandona Caspe

Tras los pasos de Josef Lipman

En otro artículo ofreceremos un testimonio crucial de un voluntario alemán que narró su experiencia en estos días de la ofensiva de Aragón.