Sobre ¨Hombres en guerra¨, de Alvah Bessie

Sobre ¨Hombres en guerra¨, de Alvah Bessie

Alvah Bessie, el autor de Hombres en Guerra, puede identificarse con el prototipo de intelectual comprometido que en muchas ocasiones tenemos establecido para los combatientes de las Brigadas Internacionales. Se trata de un periodista reconocido que había ya publicado en periódicos importantes en su país. La foto que ocupa la portada del libro lo refleja de manera muy ilustrativa: con el bolígrafo y la libreta que siempre le acompañaban asomando por la parte superior del bolsillo de la chaqueta. Sin embargo ese caso no fue lo más frecuente, y a lo largo de sus páginas descubriremos a muchos compañeros de combate de los que muy pocos responden a ese perfil.

En el caso de los americanos del Lincoln, aparecen trabajadores industriales, estibadores portuarios, marinos… que se corresponde con las ocupaciones de la mayoría de los voluntarios. Alvah, además, es mayor en relación al resto de voluntarios. Ya ha cumplido 34 años cuando viene a España y es padre de dos hijos. Esto le valía un aprecio especial por parte del resto de brigadistas, que incluso le llaman “abuelo”, y le convierte en un receptor de muchos sentimientos e intimidades por parte del resto. Y todo eso se plasma en el libro que es un reflejo de las motivaciones y las dificultades de los brigadistas durante esos 8 meses que Bessie permanece en España, más que un análisis de las Brigadas Internacionales en sí. Escribe el libro porque contando lo que vivió, nos puede contar por qué lo vivió, que le empujó a vivirlo.

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El libro es un libro de guerra, de hombres en guerra. Entra poco en estrategias, en movimientos de tropas, en cuestiones bélicas. Despacha brevemente las posibilidades que se pueden abrir ante una batalla de tal magnitud como fue la batalla del Ebro, reduce a un par de líneas dentro de una conversación sus conclusiones sobre las ventajas políticas y militares conseguidas con el éxito de los primeros avances, y solo al final se extiende un poco más hablando del entorno internacional y su repercusión en el conflicto. En el fondo se trata de un libro sobre la GCE, y sin duda todo el que se acerca a su lectura lo hace por esa condición, pero se podría descontextualizar perfectamente y leerlo aplicándolo a cualquier grupo humano, a cualquier grupo de soldados, en cualquier guerra de las que podemos llamar “modernas” (armas de fuego, artillería, aviación…)

Podemos perfectamente imaginar que los soldados del otro lado de las trincheras tienen sentimientos similares, salvedad hecha de su superioridad material, en las retiradas, rendiciones o ataques infructuosos de los fascistas relatados en el libro. La añoranza del hogar, de la familia, el hambre, el frío, la falta de toda comodidad, se convierten en una constante en los pensamientos de los combatientes tanto de este como de cualquier conflicto del siglo XX. Dentro de esa escasez de suministros, la preocupación por los cigarrillos es constante, casi como en un ambiente carcelario. También nos salta ese detalle desde el interior de las páginas a la fotografía de la portada del libro.

Refuerza también la importancia de las vivencias dentro de su relato el hecho de que de una narración continuada pasa a un formato de diario en los momentos en los que está en el frente, en los que está en combate. En acción los momentos se vuelven trascendentes y los pequeños detalles merecen ser contado, incluso los desplazamientos que no llevan a ningún sitio.

Como todos los libros que hablan desde la perspectiva del combatiente, el resultado de la lectura es profundamente pacifista, aunque en ningún momento renuncia a lo que le ha llevado allí, al motivo, la justicio y la necesidad de su lucha. Lo que le empuja a combatir es lo que hace que no sepa alejarse del frente, pero la dureza de los combates le hace desear ir a retaguardia en las ocasiones en que está en el frente. Es constante la lucha entre querer seguir adelante, y el deseo de alejarse del peligro y de las privaciones de la primera línea.

Es igualmente universal el dolor por los compañeros caídos. Pero ese dolor se convierte en algo muy limitado, pasajero, arrastrado por la continuidad de la pelea y por la llegada de nuevos compañeros que sustituyen a los ausentes y, sobre todo, por los nuevos caídos que se suman a ellos como disolviéndolos. La muerte como algo cotidiano, junto a lo demencial y precipitado del presente, resta tiempo para recapacitar y para profundizar en los lamentos. En cualquier guerra, presente o pasada.

Pero por supuesto es un libro sobre la guerra civil española, que nos cuenta muchas cosas sobre nuestra guerra, sobre los contendientes, sobre las Brigadas Internacionales y sobre la España del año 1938.

El relato nos envía una visión del discurrir de los hombres que venían a alistarse en el batallón, comenzando por la llegada a Francia, el recorrido por el país, la travesía de los Pirineos, la bienvenida y el conocimiento de la España en guerra, en realidad de su retaguardia, y la llegada a la base de entrenamiento de Tarazona. Vemos el viaje, la problemática de los idiomas entre los voluntarios, y la visión de la pobreza del país, que en general no es achacable solo ni principalmente a la guerra. El campesinado es la población con la que Alvah se relaciona durante casi toda su estancia en España, y ese campesinado era pobre, muy pobre, mucho tiempo antes del golpe de estado del 36. Aunque pueda interpretarse que él culpa a la guerra, en realidad la España rural es un país casi medieval en esos principios del siglo XX.

La preparación militar que reciben es escasa, muy escasa, y agravada con la carencia, crónica en la República, de armamento y de todo tipo de dotaciones. Aprendieron a combatir antes que a desfilar. Es una característica general en el bando republicano que vamos viendo inicialmente por la falta de uniformes miltares, en ese ejército cuyo uniforme Orwell describió como “multiforme” (aunque otro momento y otro frente); falta de fusiles y de munición (fusiles con el águila imperial rusa) y que acabamos percibiendo en la artillería o, más visible, la aviación. Esos bombardeos aéreos continuos, sin permitir el descanso, y prácticamente impunes ante la falta de oposición por las tropas gubernamentales, nos describen muy bien la carencia de armamento que sufren.

Además llega en la situación de declive de las brigadas internacionales por la falta de voluntarios extranjeros y por la fatiga de los que llevaban ya mucho tiempo en España y en el frente. “Éramos la cola de la brigada internacional. Los mejores camaradas había caído” Bessie está en España un tiempo bastante limitado, puesto que llega en febrero de 1938, se incorpora al frente en abril, y se va del país, junto al resto de los brigadistas, en octubre del mismo año. Los más veteranos ya llevaban año y medio combatiendo cuando él se incorpora a la unidad. Pero esos veteranos van cayendo y son reemplazados por personal de retaguardia, o por reclutas españoles sin ninguna experiencia y de compromiso dudoso. Eso debilita su calidad, que se resiente con cada baja. En muchas ocasiones nos hace ver que los internacionales no son ya una fuerza militar efectiva y se comprende que su retirada no supone más que un menoscabo moral para el ejército republicano que tanto ha dependido de ellos.

No sé si de forma voluntaria, va metiendo cuñas de manera casi continua contra lo que se puede considerar la “leyenda negra” de las brigadas internacionales, que es su condición teórica de agentes de Stalin, los satélites de Moscú. Incluso bromean entre ellos llamándose así o diciendo que en realidad son saboteadores contrarrevolucionarios troskistas. Con conscientes del daño que la política de No Intervención ha ocasionado a los intereses de España, y también de que la acusación de la intervención en la guerra de los soviéticos ha servido de excusa para impulsar más ese bloqueo desequilibrado claramente a favor de los golpistas.

Para terminar con el comentario resulta muy apropiado reproducir una reflexión que realiza Alvah Bessie sobre su marcha, al final del libro, acerca de las Brigadas internacionales, cuando menciona que termina “la aventura más hermosa”

«Un punto final que se ponía a una aventura (si quieren llamarla de esa forma), una aventura única en la historia de la humanidad. Porque nunca antes en la historia del mundo había existido un grupo semejante de hombres, un ejército voluntario internacional, reunido espontáneamente, reclutado de todos los estratos de la sociedad y entra toda ocupación humana: trabajadores manuales y profesionales, intelectuales y labradores. La existencia misma de tal ejército, que había desempeñado un papel tan crucial en la guerra española, era la garantía de la hermandad de la clase trabajadora; la prueba final de que aquellos que realizan el trabajo del mundo poseen un interés común y una idéntica obligación. Era la encarnación viviente de la unidad que existe entre todos los hombres de buena voluntad, no importa su nacionalidad, sus convicciones políticas o religiosas o su forma de vivir. Todas las ocupaciones, colores, nacionalidades: esos hombres habían combatido y muerto con y por cada uno de los demás. Su bandera era la de la humanidad»

Con esas frases resume las motivaciones de los voluntarios y sus intenciones. Deja muy lejos cualquier atisbo de parecer enviados de Moscú, cualquier referencia a la lucha por el comunismo, y parece el colofón literario más apropiado a esa “hermosa aventura”, y un homenaje sincero a los voluntarios y a su lucha.