Las Brigadas Internacionales: fascismo, libertad y la guerra civil española

Acaba de llegar a las librerías Las Brigadas Internacionales: fascismo, libertad y la guerra civil española, una nueva historia general de estas legendarias unidades escrita por Giles Tremlett. Bueno es, previamente, repasar las publicaciones precedentes más importantes, y con una visión general, teniendo en cuenta que sobre el tema se han escrito más de 2000 libros.

Luigi Longo publicó Las Brigadas Internacionales en España en 1966 (la edición italiana es de 1956) con el propósito de ofrecer un cuadro de conjunto de su participación en la guerra de España, aprovechando que “gracias al cargo que desempeñaba (Inspector general de las Brigadas Internacionales)… y por el conocimiento personal de las unidades y de los acontecimientos en que se vieron envueltas, soy tal vez… uno de los pocos que puede aportar un testimonio directo y no tan incompleto de las vicisitudes, problemas y heroísmos de las unidades y de los voluntarios internacionales en España”. Visión pues oficial, pero necesaria y valiosa, que cuenta con el hándicap de analizar solo el primer año de la guerra y detenerse en el final de la batalla de Brunete.

Las Brigadas Internacionales de la guerra de España de Andreu Castells (1974) intentó ser el primer trabajo en ofrecer un panorama general de estas unidades. Castells, miembro de la 129 BI, conocía por dentro el mundo interbrigadista y su visión, no hagiográfica, trató de ser objetiva en sus apreciaciones y rigurosa en los datos. El problema es que por aquellas fechas no era posible el acceso a los archivos oficiales de las BI existentes en Moscú, por lo cual algunos de los datos y cifras que aportó quedaron desfasadas.

Años más tarde se publicaron en España los libros de Jacques Delperrie de Bayac (Las Brigadas Internacionales, 1980, edición francesa en 1968)  y de Artur London (Se levantaron antes del alba, 1978) como sendos trabajos publicísticos, y no menos meritorios, que dieron a conocer la historia general de las Brigadas Internacionales, aunque poniendo el foco en los voluntarios franceses y checoslovacos respectivamente.

El segundo intento, tras el de Castells, en abordar de forma rigurosa el fenómeno de las Brigadas Internacionales fue el de Remi Skoultelsky (Novedad en el frente, 2006). Este historiador francés aprovechó ya la apertura en 1992 de los Archivos de Moscú (RGASPI) y dio un impulso importante al conocimiento del tema.

Y ahora tenemos el tercer intento. En este caso el periodista y escritor Giles Tremlett ha aprovechado una muy amplia panoplia de fuentes primarias y secundarias (entre ellos el RGASPI, abierto al público en línea desde 2016), así como la abundante bibliografía y trabajos de investigación publicados recientemente para articular un mosaico completo y dinámico de las Brigadas Internacionales. “Mi único problema ha sido la ingente cantidad de materiales con los que trabajar. Mi investigación me ha llevado por todas partes, desde la Institución Hoover en Stanford (California) hasta la Biblioteca Tamiment en Nueva York, pasando por Ámsterdam, Varsovia, Belgrado, París“…

El estilo de Tremlett es ágil, y consigue articular el relato de las acciones en base a los testimonios de los propios brigadistas o de los escritores que siguieron su trayectoria durante y después de la guerra. “Quiero ayudar a mis lectores a entender cómo fue estar allí”. En opinión de Marco Schwartz el libro destaca “no solo por el rigor y difícil equilibrio con que abordó un tema tan delicado… sino por la forma original y eficaz en que construyó el relato: poniendo al servicio de la historia sus mejores dotes de cronista, Tremlett utiliza como hilos conductores las experiencias personales de los combatientes, siempre acreditadas documentalmente, y las entreteje con la descripción de coyunturas políticas y batallas sangrientas para formar el gran cuadro de uno de los momentos cruciales de la historia de Europa”.

Muchas de sus apreciaciones son perfectamente aceptables para el lector abierto y sin prejuicios, proponiendo como punto de partida la valoración que el senador republicano (y héroe de la guerra de Vietnam) John McCain hizo en 2018 –a propósito de la muerte del último brigadista norteamericano, Delmer Berg– al afirmar que muchos brigadistas “habían ido solo a luchar contra los fascistas y a defender una democracia… Siempre he admirado su valor y su sacrificio”. En palabras de Tremlett:

Más de la mitad de los voluntarios extranjeros eran comunistas y sus partidos nacionales bien estructurados fueron decisivos en la organización y el reclutamiento. Sin embargo, esto no define a los brigadistas. Los voluntarios no juraban lealtad a la causa comunista. Tampoco se les debe llamar «ejército de la Comintern» a secas, insinuando con ello que recibían órdenes de Moscú a través de la Internacional Comunista, aunque esta, una vez más, supervisara tanto la creación como la organización de las brigadas. Políticamente, los brigadistas se veían como algo parecido a la República que venían a defender: un Frente Popular amplio como los que gobernaban tanto en España como en Francia. En sus filas había izquierdistas de todo tipo, centristas, un puñado de demócratas conservadores, católicos, protestantes, ateos, judíos practicantes o no, musulmanes y también aventureros agnósticos…Solo una categoría política y moral vale para casi todos los brigadistas: eran antifascistas.

No es ninguna novedad. Así se lo escribió el general Rojo (Jefe de Estado Mayor del Ejército republicano) en su libro Así fue la defensa de Madrid: “No niego que éste [el comunismo] fuera uno de sus credos políticos, o el principal, pero sí afirmo que entre aquellos combatientes los había de todas las ideologías democráticas… Su denominador común era el antifascismo”. Ese planteamiento fue el que expuso Luigi Longo al Presidente de Gobierno español, Largo Caballero, el 22 de octubre de 1936: “Le expresamos nuestra intención de ponernos a las órdenes del Gobierno republicano y de su Estado Mayor para batirnos contra los generales rebeldes y el fascismo español e internacional”… “Las BI representan el Frente Popular internacional y están a la incondicional disposición del Frente Popular español y de sus órganos de gobierno”.

Tremlett expresa en su libro puntos de vista que pueden llegar a ser objetos de discusión, como el papel jugado por la Unión Soviética y sus asesores militares o por el personal enviado por la Komintern. “El estalinismo puro y duro existió dentro de las Brigadas, pero para mí no las define”, afirma en una entrevista con David Barreira. A veces faltan los matices, como cuando afirma:

No se han mirado las veces que los propios brigadistas mataban a sus prisioneros. Esto a mí me escandaliza mucho más que su disciplina interna, aunque también es cierto que a ellos, cuando les cogían, les fusilaban sin más porque esa era la norma… Abundaban los desertores y se mataba a los prisioneros. En sus filas hubo cobardes, psicópatas y violadores… El estalinismo estaba al acecho, y no solo entre bastidores. La homosexualidad era punible. Las mujeres eran despreciadas o maltratadas, entre otros, por el misógino jefe de las Brigadas Internacionales, André Marty…

Ciertamente no le falta razón a Tremlett al afirmar que “separar la verdad de la ilusión y la propaganda es el mayor reto que debe afrontar cualquiera que investigue a las Brigadas Internacionales”, pero las generalizaciones a veces escuecen. Hay que seguir haciendo historia.

El balance final de las BI es positivo, como afirmó en la entrevista mantenida el pasado verano con Sebastiaan Faber, presidente de ALBA:

En el enfrentamiento binario de la guerra, los brigadistas experimentaron tanto la derrota como la victoria, porque no vencieron, pero sí convencieron… Franco salió victorioso en el campo de batalla, pero al cabo de seis años la mayoría de los ciudadanos decentes del mundo occidental (y de muchos otros lugares) eran antifascistas declarados. Las Brigadas Internacionales y los voluntarios que se ofrecieron para luchar en España… fueron los precursores de eso. Los hombres y mujeres que aparecen en este libro pueden afirmar que fueron de los primeros en declarar la guerra a una ideología que asesinaría sistemáticamente a seis millones de judíos así como a un número desconocido de gitanos, homosexuales, discapacitados y otros, y que también provocaría una guerra mundial que se cobraría cincuenta millones de muertos, sin contar los de Extremo Oriente. Eso no hace de ellos santos ni excusa algunas de sus otras opciones políticas o actividades posteriores, pero sí hace que su historia colectiva sea de resistencia contra uno de los credos políticos más tenebrosos y destructivos del siglo xx.

Y su actualidad sigue ahora más vigente que nunca:

…La historia de las Brigadas Internacionales es un ejemplo positivo:… frente a las tempestades de la política y de la historia, es valioso aferrarse a una certeza moral. El principio del antifascismo, del que las Brigadas son solo una parte, es un buen ejemplo de una certeza así. Repito que esto no significa que, como individuos, los voluntarios internacionales fueran ejemplares necesariamente… Si los brigadistas fueron heroicos lo fueron en el sentido de que se plantaron y arriesgaron sus vidas por el principio del antifascismo. Eso sí, dejan a familias que tienen que hacer frente a las consecuencias de su compromiso político. Y luego en el campo de batalla, individualmente, algunos resultaron ser héroes y otros no tanto. Del mismo modo que, más tarde, algunos se convirtieron en personajes bastante horrorosos. Hay una parte de la devoción política que les impulsa que, históricamente, sale horriblemente mal… La victoria (de los brigadistas) sólo llega seis años después de que pierdan la guerra en España. ¿Eso los convierte en héroes? No estoy muy interesado en el heroísmo como tal. Es cierto que, individualmente, muchos de ellos fueron bastante heroicos. Pero lo que es más importante para mí es el hecho de que, como antifascistas, tenían razón. Punto final. Esto, a estas alturas, ¿cómo puede dudarlo nadie?

Pero parece que en España esto cuesta aún digerirlo en ciertos sectores: … “Las posturas aquí en España están demasiado enrocadas para mover la aguja de manera significativa. Aunque también me gustaría pensar que hay una generación más joven que no sabe mucho, que no está muy afectada por su historia familiar y que tiene una mentalidad más abierta, o simplemente está interesada en saber más”.

Es un buen deseo. Desgraciadamente la sociedad española ha experimentado una involución inquietante. En 1995 el pleno del Congreso de Diputados aprobó sin votos en contra una declaración agradeciendo la intervención de las Brigadas Internacionales en favor de la democracia y concediendo a sus integrantes la nacionalidad española. ¿Sería posible repetir hoy en día una votación así en el Congreso de Diputados? Lo que tenemos delante es una derecha que elimina los memoriales a Largo Caballero e Indalecio Prieto, a las víctimas de la dictadura franquista e intenta dinamitar la memoria democrática de nuestra historia.

Este libro puede contribuir a deshacer los residuos franquistas que aún perviven en muchas mentes. Celebramos pues esta publicación y animamos a todos a seguir trabajando en el combate por la Historia y por Libertad.

Presentación del libro por la IBMT (vídeo en inglés)