Enero de 1937. Batalla al Oeste de Madrid.
Ofrecemos aquí, en el 85º aniversario de la batalla de la Carretera de La Coruña, un resumen de la misma centrada en la intervención de las Brigadas Internacionales, que contribuyeron a frenar primero (la XI) y a fijar más tarde (la XII y la XIV) las posiciones del frente hasta el final de la guerra. Este artículo continúa, así pues, el iniciado con La Victoria de Mirabueno. Para éste nos hemos basado principalmente en el trabajo que Javier M. Calvo hizo para el volumen 3 de Lugares de las Brigadas Internacionales en Madrid.
La ofensiva franquista
La Orden de Operaciones de la División Reforzada de Madrid establecía como misión “avanzar a ocupar la línea Cerro del Águila-Cuesta de las Perdices-Aravaca-bosque de Remisa- cruce de carreteras al Suroeste de Las Rozas-Majadahonda-Villanueva del Pardillo, para dominar el paso por la carretera y ferrocarril de La Coruña”. El objetivo último era cruzar el Manzanares a la altura de Puerta de Hierro y el puente de San Fernando para así poder entrar por la Ciudad Universitaria como antesala de la toma de Madrid. Para esta operación se emplearían cinco columnas con 24 batallones, 26 baterías, cuatro compañías antitanque, tres compañías de carros y seis escuadrones de caballería.
Mapa de la ofensiva reproducido en el libro La lucha en torno a Madrid, de J.M. Martínez Bande
El 3 de enero las columnas franquistas rompieron el frente, tomaron Romanillos, Villanueva del Pardillo e hicieron retroceder a la 35 BM (mandada por el italiano Nino Nanetti). Las Rozas y Majadahonda quedaban seriamente amenazadas. “De sol a sol, escribe Pedro Mateo Merino –entonces defendiendo Pozuelo–, y durante buena parte de la noche la aviación facciosa se mantenía en el aire bombardeando sañudamente la carretera de La Couña y zonas adyacentes: Aravaca, El Plantío, Majadahonda, Las Rozas y más al norte”. Así el día 4 cae Majadahonda y el 5 Las Rozas, pese a la resistencia de la brigada de El Campesino y otras tropas.
La XI BI, desplegada como segunda línea de reserva entre Pozuelo y Majadahonda, intenta mantener firme el frente, pero el día 6 se ve obligada a replegarse al monte de El Pardo, más allá del km 13 de la carretera de La Coruña. El 7 prosigue el ataque combinado franquista, tanto en el sector de Las Rozas, donde el batallón Thälmann queda literalmente diezmado (más de 100 muertos y más de 200 heridos, quedando reducido a 32 hombres), como en el de Pozuelo, que se pierde. El voluntario alemán Fritz Rettman resume así su experiencia al frente de un pelotón de la 2ª Compañía del batallón Edgar André:
La nueva ofensiva fascista sobre Madrid empezó el 3 de enero. Tras ganar algún terreno el avance se estancó de nuevo. Nos ordenaron marchar rápidamente y el día 4 nos situamos en primera línea. Nuestra compañía se instaló en el ala izquierda de nuestras tropas… A nuestra derecha se extendía el bosque de Remisa. Como estábamos en una altura podíamos reconocerlo en la lejanía, a unos dos kilómetros y medio o tres. A nuestras espaldas se hallaba Madrid… Un enlace del Estado Mayor del Batallón me llamó para que me presentase a su jefe, Wilhelm Vöckel… Cuando volví por la noche el frente estaba tranquilo. Los vigilantes miraban fijamente en la oscuridad y los otros camaradas tampoco dormían. Estaban intranquilos porque no se sabía qué teníamos delante ni quién estaba a los dos lados. Pasó la noche. El día 5 no trajo ninguna novedad. La comida llegó tarde. Esta vez una cesta de dátiles… Nada más.
Los días 6 y 7 de enero estalló el infierno. Escuadrillas y más escuadrillas de bombarderos de la Legión Cóndor lanzaron sus cargas sobre el bosque de Remisa. Utilizaron también artillería y minas. El fuego se concentró en el sector que estaba a nuestra derecha en dirección a Majadahonda y Las Rozas. El bosque de Remisa estaba cubierto de fuego y humo y fue absolutamente rastrillado por la granizada de bombas y proyectiles. Una visión horrorosa… Tras horas de bombardeo y de fuego de artillería se hizo el silencio. Los aviones fascistas se marcharon. Ahora atacarán, nos decíamos. Necesitábamos certeza sobre la situación. Los enlaces de nuestro pelotón encargados de establecer contacto con la compañía que debía estar a nuestra derecha no encontraron ningún rastro de ella. ¿Había conseguido el enemigo aislar a nuestro pelotón?…
Trinchera de la XI BI en el frente de Las Rozas
No tuvimos mucho tiempo para reflexionar sobre nuestra situación, pues súbitamente la artillería enemiga empezó a martillear otra vez nuestro sector. Se esparcían esquirlas de metralla al rojo vivo sobre nuestra colina. Permanecíamos encogidos, sentados en nuestros fosos esperando que cesara el tiroteo. Casi tres horas duró el martilleo. Desde mi refugio vi el peligro que se nos venía encima. Tanques enemigos e infantería rodaban hacia nuestro sector. Aunque aún se encontraba lejos, se podía ver claramente a la soldadesca fascista encogida y buscando cobertura… Soltamos algunas salvas de infantería al enemigo, pero tuvimos que tomar la decisión de largarnos, pues estaba claro que en todo el terreno a nuestro alrededor no quedaba ninguna unidad de la 2ª Compañía ni del batallón. Quedarnos allí habría sido un sacrificio innecesario sin ningún valor militar. Di la orden de retirada y los camaradas retrocedieron arrastrándose. Después yo mismo controlé, reptando de agujero en agujero, si quedaba algún herido… No debíamos por nada del mundo dejar ningún herido… Cuando pretendía retroceder arrastrándome, me alcanzaron. Una esquirla de granada me dio gravemente en el muslo. Apoyándome en Pat, mejor dicho, arrastrado por él, corrimos para salvar nuestra vida. Lo conseguimos, dándole un chasco a la muerte. Era el 7 de enero de 1937.
En los días siguientes prosiguen los ataques, cayendo Aravaca, la cuesta de Las Perdices y el cerro del Águila, pero la llegada de nuevas unidades españoles ralentizan el avance y hacen fracasar, el día 10, la llegada hasta el Puente de San Fernando. Ese día, la ofensiva franquista llega a su fin. Ambos ejércitos están agotados; pero los republicanos necesitan contraatacar antes de que su contrincante se recupere del duro desgaste.
La contraofensiva republicana
El Alto Mando republicano prepara un ambicioso contraataque con el objetivo de destruir las conquistas franquistas en el noroeste madrileño. Para ello, además de algunas de las unidades que se encuentran en línea, se ha organizado una agrupación de fuerzas compuesta por la 35 BM, la XII BI (Luckacs) y la XIV BI (Walter), además de varios batallones sueltos y los tanques de Paulov. La idea general de maniobra consiste en que la 1ª brigada de Líster, con los tanques de Paulov, rompa las líneas enemigas desde el Monte de El Pardo; la XII BI debe atacar Majadahonda, mientras que la XIV BI (desde el noroeste) y la 3ª BM (desde el Noreste) deben tomar Las Rozas, al objeto de proseguir el avance hacia el Plantío y el bosque de Remisa. La 35 BM atacará Villanueva del Pardillo para fijar al enemigo.
La XII BI regresa al frente madrileño desde Guadalajara, donde ha estado combatiendo con éxito. Giovani Pesce narra el viaje de la XII BI desde el sector de Guadalajara al frente madrileño:
El 7 de enero. Una brigada de carabineros nos sustituye… Salimos hacia Guadalajara. Aprovechamos la parada para visitar la ciudad y comprar alguna vestimenta necesaria. Volvemos a partir al anochecer mientras la aviación enemiga bombardea el pueblo que tenemos que pasar. La propia Guadalajara es salvajemente alcanzada. Los camiones nos llevan a toda velocidad a Collado Villalba donde encontramos la estación completamente destruida…. El plan de nuestra comandancia ha sido estudiado hasta el mínimo detalle. Pasando por Torrelodones y Galapagar, tenemos que concentramos en la carretera Escorial-Las Rozas de Madrid a la altura del río Guadarrama. Desde allí lanzaremos el ataque sobre Villanueva del Pardillo, Las Rozas y Majadahonda.
La XIV BI llega a Madrid el día 9, después del duro castigo recibido en Lopera (24 de diciembre-6 de enero). Jacques Delperrie de Bayac describe así dicho viaje:
La XIV BI, muy experimentada tras los combates en el sector de Lopera, ha embarcado en Andújar en dirección a Madrid. Más allá de Tembleque la vía férrea está cortada por los nacionalistas. Los hombres se apean del tren y son transportados en camiones. Tienen que rodear Madrid por el este y por el norte. El viaje es muy largo. De noche, los camiones ruedan con los faros apagados. El convoy se estira a lo largo de varios kilómetros. Unos camiones se averían, otros se pierden: volverán a encontrarse después de la batalla. Los voluntarios del 10º batallón se reparten algunas latas de conserva, los del 13º mastican las migas de pan y de tabaco que encuentran en sus bolsillos. Si los alimentos faltan, las granadas, de pronto, abundan. Antes de embarcar han recibido todo un cargamento… Por fin, el 9 por la tarde llegan a Galapagar.
Los hombres de la XIV BI llegan exhaustos al frente madrileño; llevan 48 horas sin dormir. Entre los soldados hay descontento. El batallón alemán pide que se le concedan 12 horas de sueño antes de entrar en acción, pero su comandante, el General Walter, no quiere saber nada de quejas y se limita a leer las órdenes que ha recibido del Estado Mayor. Los delegados vuelven a sus batallones y la XIV Brigada se dispone a intervenir en la batalla.
En la noche del 10 al 11 de enero, las dos brigadas internacionales se ponen en marcha hacia sus objetivos. La XII BI se traslada en camiones desde Villalba hasta el kilómetro 12 de la carretera de El Escorial, para luego descender a pie por las rampas de Galapagar. G. Pesce escribirá: “¡Qué frío hace este 10 de enero”! La XIV BI, desde su base de Galapagar, realiza un recorrido similar, descrito por Delperrie de Bayac:
A primera hora del 11 de enero empieza la operación. Es casi todavía de noche… El 12º Batallón (La Marsellaise) se pone marcha poco después de medianoche. Sigue la carretera de El Escorial, franquea el puente sobre el Guadarrama, después deja la carretera y sigue campo a través, en dirección sudeste. En cabeza está la 1ª Compañía, británica, ahora mandada por el comunista inglés Jack Cunningham, condenado a dos años de cárcel en 1920 por haber encabezado un motín en el Regimiento de los “Argyll and Sutherland Highlanders”, en Jamaica. Los Batallones 10º (Vaillant-Couturier) y 13º (Henri Barbusse), que parten un poco después, siguen igualmente la carretera hasta el puente. Boris Guimpel marcha en cabeza del 10º, lleva un mapa y una brújula.
Ambas unidades se concentran en las explanadas del Puente del Retamar, sobre el Guadarrama, (km 7 de la carretera de El Escorial), donde se les agregan algunos carros de combate. Delperrie recoge un encuentro que se produce en ese lugar momentos antes de que se inicie la ofensiva:
En el puente, Guimpel tiene la sorpresa de encontrarse con el doctor Henri Chrétien, un amigo suyo de París que ignoraba estuviese en España. El doctor Chrétien, médico del batallón Garibaldi, tiene un coche (un Citröen coupé), un camión que sirve para transportar el material sanitario y tres ambulancias, dos de ellas recuperadas en Mirabueno. Por él se entera Guimpel de que la brigada que debe tomar Majadahonda por el sur es la XII, traída del sector de Guadalajara.
Mapa de la contraofensiva republicana reproducido en el libro Bajo el cielo de España, de Alexandr Rodimtsev
Antes de que despunte el sol, las compañías se ponen en marcha envueltas en una densa niebla. Los campanarios de las Iglesias, que a veces despuntan en la llanura, les sirven de guia. A las 9h la niebla sigue siendo densa. La XIV BI conquista el vértice Cumbre con relativa facilidad gracias al factor sorpresa, pero muy pronto comienzan las complicaciones para unas unidades que desconocen completamente el terreno por el que avanzan y con carencias de comunicación y enlace:
Hacia las diez, el 13º Batallón, en cabeza de la XIV BI, que marcha por la carretera, se encuentra con un blocao. Cinco voluntarios franceses de la 1ª Compañía lo destruyen con granadas… El Batallón Guimpel ha dejado la carretera. Está en alguna parte de la niebla entre Las Rozas y Majadahonda. La artillería nacionalista comienza a tirar. De pronto, reflectores del 10º señalan que ante ellos hay un batallón. ¿Amigo o enemigo? Se entra en contacto: es el Dombrowski, lo que plantea un problema pues, piensa Guimpel, no debería de estar allí sino, como estaba previsto, al sur de Majadahonda, para cerrar la famosa tenaza… Los enlaces entre el 12º y el 13º y entre éstos y el 10º se han perdido momentáneamente… Allá abajo todo parece tranquilo, pero a la derecha, unas ametralladoras suenan: es el 13º que acaba de llegar al nordeste de Majadahonda.
Hacia las once de la mañana, tras superar una serie de trincheras enemigas, la XIV BI alcanza el caserío de Las Rozas. El batallón “Vaillant-Coturier”, acompañado de varios tanques, logra penetrar en las calles del pueblo, haciéndose fuerte en algunos edificios. Delperrie lo cuenta así:
Unos minutos más tarde, los cinco carros de combate aparecen entre las crestas, disparando, seguidos de dos compañías del 10º Batallón. Los nacionales responden disparando ametralladoras, pero esta vez son ellos quienes llevan la peor parte: los obuses aplastan los blocaos, los hacen añicos. Las dos compañías internacionales llegan a la línea defensiva, la superan, entran en Las Rozas. Ocupan las primeras casas, intentan avanzar. Los hombres de la XIV BI han conseguido penetrar en el pueblo però, al replegarse los carros -parece que para reponer combustible y munición-, los defensores de Las Rozas logran hacer retroceder a los republicanos, que terminan abandonando sus posiciones: “La niebla se ha disipado un poco. Los carros se han marchado. Tras dos horas de lucha, el 10º Batallón tiene 8 muertos y unos 20 heridos. Por la noche, el comandante Guimpel reúne a su batallón en la línea defensiva conquistada. Los heridos son evacuados hacia Galapagar.
La XIV BI, junto a la 3 BM, somete a los defensores de Las Rozas una fuerte presión, pero son incapaces de doblegar su resistencia. Las siguientes jornadas se caracterizarán por una gran confusión, con batallones que se pierden y desorientan en la niebla. La XII BI, por su parte, se dirige hacia Majadahonda campo a través desde el Puente de Retamar; intenta aprovechar la protección que ofrecen las vaguadas y hondonadas del terreno. Giovanni Pesce:
El amanecer ha emergido de la niebla mientras avanzamos. Apenas vemos a nuestro alrededor y tenemos que estar atentos para no caernos por algún barranco. Hace frío y humedad. El terreno es accidentado. Los pies se hunden en el fango. Con enorme esfuerzo arrastramos las ametralladoras. Los carros de combate de que dispone nuestro batallón no pueden operar en el sector controlado por los garibaldinos que mantienen la acción protegidos por la niebla… Seguimos avanzando. Cruzamos la carretera de Las Rozas a Villanueva del Pardillo, donde opera una brigada española bajo el mando del joven comunista Nino Nannetti. A las 16h nuestro batallón y la XII Brigada están a las puertas de Majadahonda. El enemigo dispara de manera furibunda. Desde el campanario de la iglesia tabletean las ametralladoras y la artillería enemiga pelea cada metro de terreno.
Los internacionales intentarán el asalto de Majadahonda a lo largo del día, pero serán rechazados una y otra vez. Delperrie de Bayac:
El batallón Dombrowski ha atacado Majadahonda, pero no por el sur, sino por el oeste-noroeste. Los polacos han armado las bayonetas. Se lanzan al ataque y son rechazados con grandes pérdidas. El 13º Batallón de la XIV está a 200 metros de allí. También él ha atacado y fue rechazado. Es Gabriel Hubert, sargento del 13º en Lopera, el que manda la compañía de ametralladoras. Está cuerpo a tierra tras una Colt, ocupado en desencasquillarla; cerca de él, el cargador, Emile Lamouroux. Hubert que ha visto muchos carros al borde de la carretera, al comienzo de la operación, se pregunta qué se ha hecho de ellos: no se ve a ninguno… El franco-belga André Marty y los garibaldinos también están ante Majadahonda. De este ataque, unos y otros, conservarán el recuerdo con mucha confusión. Compañías, secciones caminan perdidos entre la niebla.
El final de la jornada muestra la cruda realidad de la ofensiva republicana. Tras horas de combates, no se ha logrado ninguno de los objetivos principales. Los hombres han quedado frenados ante Majadahonda y Las Rozas. Hay muchas bajas, faltan enlaces, no llegan los suministros, los heridos no son evacuados, no hay coordinación ni apenas contacto entre las diferentes unidades, reina la confusión y el desorden. De algunas compañías no hay ni rastro, se han extraviado en la niebla. Los hombres, a muy pocos metros del enemigo, se encuentran aislados en unas posiciones que intentan fortificar cavando improvisadas trincheras, bajo una dura climatología:
Algunos garibaldinos están heridos. Tenemos que ocupar la última trinchera para cercar las casas, pero los polacos no pueden avanzar y la noche nos sorprende atrincherados frente a Majadahonda, obligados a trabajar corno condenados para construir otras trincheras. Sigue haciendo un frío terrible; tumbados en las trincheras nos juntamos unos a otros. Estamos cansados, exhaustos, pero no conseguimos coger el sueño. Aun así es necesario resistir y combatir porque aquí resistir y combatir significa la vida. La noche es muy cerrada y no se ve a un metro de distancia. (G. Pesce)
Los republicanos han cortado la carretera que une Majadahonda con Las Rozas, han ocupado algunos lugares importantes, como el vértice Cumbre o el cruce de carreteras existente en el km 17 de la carretera de La Couña, donde se encuentra el edificio del Telégrafo sobre un promontorio que domina todo el entorno. Sin embargo, la situación de las fuerzas republicanas desplegadas entre Majadahonda y Las Rozas es extremadamente delicada y vulnerable, capaz de desmoronarse en cualquier momento, como demuestran episodios como el que describe Delperrie:
De la esquina del muro del cementerio de Majadahonda, a unos cien metros delante de ellos, acaban de surgir cuatro tanques: y no precisamente amigos. Avanzan hacia ellos, se detienen a menos de un par de metros. Hubert y Lamouroux no disparan, no dicen nada, no piensan nada sino, confusamente, que para ellos todo ha terminado. En cuanto los carros se pongan en marcha, sus cadenas los reducirán a papilla. Pero los carros no les han visto y, de pronto, dan media vuelta. Entonces toda la compañía se despierta, abre fuego con todas sus ametralladoras. Alcanzando por detrás por las balas perforantes, uno de los tanques se inmoviliza. Los otros intentan arrastrarle empujándolo. Las ametralladoras siguen disparando.
Los combates por el control de Las Rozas y de Majadahonda se extenderán a lo largo de varios días. Gustav Regler nos presenta la siguiente estampa de aquellos combates:
La batalla duró tres días más. Los batallones avanzaban y retrocedían como la niebla. Estaban tumbados, tiritando y tosiendo junto a los últimos cerros al norte de Las Rozas y al oeste de Majadahonda … Los dos pueblos rebosaban armas y escupían muerte. Los batallones, situados en las hondonadas entre las cimas, en medio de la niebla, vigilaban con atención las casas que codiciaban, unas veces al alcance de la mano y otras como si desaparecieran entre arenas movedizas, dando la impresión de que todo era un sueño. Pero llegaban balas que atemorizaban más que cualquier ataque frontal, pues salían de la nada blanquecina en busca de cualquier víctima apostada en el suave algodón nebuloso, donde el grito leve se ahoga y el grito fuerte parecía el de una compañía entera.
Poco a poco, el impulso inicial de la contraofensiva republicana se desinfla. Los batallones se dispersan, pierden conexión entre sí, se extravían en la niebla o se ven diezmados por las bajas. Todas las carencias de las que adolece el Ejército republicano se manifiestan provocando las peores consecuencias. No se consigue un correcto suministro de municiones y provisiones, los heridos permanecen abandonados a su suerte por falta de un adecuado servicio sanitario, las órdenes no llegan a sus destinos y los mandos no reciben la información que necesitan. Las conquistas conseguidas no son convenientemente aprovechadas, muchos batallones se encuentran aislados y terminan abandonando las posiciones, que tantas bajas y penalidades han costado, por haber agotado su munición y no recibir apoyo. Gustav Regler pinta con tintes dramáticos esa situación:
Pasaron tres días recogiendo a los heridos del frente, a lo largo de varios kilómetros, como agujas en un pajar (…) Los soldados tosían, vomitaban, ronqueaban con el pecho agotado. Unos estaban de pie, pegados a las paredes de las trincheras, apretando sus fusiles con fuerza cuando una convulsión los hacía temblar. Otros estaban acurrucados en sus mantas detrás de los arbustos, respirando con dificultad por la nariz taponada… A cientos de soldados les torturaba una diarrea despiadada (…) Y la niebla seguía colándose por entre las mantas pesadas de lluvia y las mangas de los uniformes hasta llegar a la piel, excoriada por las picaduras de insectos. Ya la sola tos bastaba para delatar su tormento.
El 13 de enero, a las 7 de la mañana, sale de Boadilla del Monte una columna franquista al mando de Asensio, formada por cuatro batallones, carros y artillería, con la misión de “batir las concentraciones enemigas que se han filtrado entre Majadahonda, Las Rozas y Villanueva del Pardillo, y cooperar al restablecimiento del vértice Cumbre”. Esta fuerza, a la que se unirán otros refuerzos y las guarniciones que llevan días defendiendo el terreno, conseguirá restablecer la situación el día 16 de enero de 1937. “Nieva, dice Delperrie. El frente se estabiliza. Las Brigadas Internacionales son relevadas por unidades españolas.”
La batalla de la carretera de La Coruña llega a su fin. Tras dos semanas de destrucción, sangre, frío y fuego, los dos ejércitos comienzan a ser conscientes de que la guerra va para largo. Madrid no ha caído, la República ha sido capaz de levantar un ejército que, a pesar de sus muchas carencias, está dispuesto a presentar batalla.
Tras estos combates los internacionales no tendrán mucho tiempo para recuperarse. La XI (reducida a unos 400 hombres) podrá recuperarse un poco en tierras de Murcia, incorporando a tropas españolas. La XII BI, tres un breve paso por El Escorial, se reorganizará en Vicálvaro y Vallecas, con también nuevas incorporacions de voluntarios españoles. La XIV se quedará en Torrelodones, desde donde marchará al Jarama el día 14 de febrero. Pero ya antes, desde el día 7, la XII BI estará presente en el valle del Jarama y la XI lo estará desde el día 11.
Las Brigadas Internacionales comenzarán su proceso de integración de voluntarios españoles, que en el verano de 1938 supondrán ya más de un 70% de sus efectivos . Se han convertido, (como ya lo había hecho el Quinto Regimiento y como lo harán las Escuelas Populares de guerra) en una escuela de formación de los cuadros del nuevo Ejército Popular de la República, nacido de la nada tres meses antes.
Comisión histórica de la AABI