Agosto de 1937. La ofensiva sobre Zaragoza.
El mes de agosto comenzó con un descanso forzado de los interbrigadistas tras la ofensiva de Brunete. Los ánimos estaban bien en general. Pero los combates y el final no exitoso habían proporcionado una mejor perspectiva, más realista, del futuro.
“La República, escribió el periodista y voluntario Leo Rosenberg, de la XV BI, solo tenía una pequeña parte de lo que tenía que hacer para vencer a su enemigo. El compromiso de lucha se mantenía, pero no sería suficiente para evitar la derrota. La República estaba enfrentada a muchos enemigos, no solo los que luchaban en España, sino también los que estaban en Londres, París y Washington, también corresponsables… Para la mayoría de nosotros la ofensiva de Brunete fue la escuela que nos dio un curso intensivo de cómo hacer la guerra. Fue un curso corto de 19 días. Aprendimos rápidamente y aprendimos bien, pero el coste fue muy alto. Se pagó con lesiones, heridas y vidas. Nuestras pérdidas nos entristecieron, pero también nos endurecieron. Nos hicimos más expertos y eso nos ayudó a hacer importantes contribuciones en el resto de la guerra. Fuimos a donde nos llamaron, a veces atacando y a veces defendiendo y, en cualquier caso, haciendo todo lo mejor que podíamos”.
Los voluntarios de la XI BI escuchando la alocución de Pasionaria en la campa de Cerceda (La Pedriza al fondo). Julio-Agosto 1937
Mientras que la XV BI descansaba en Albares, un pueblecito cercano al Tajuña, la XI BI descansó durante dos semanas en la zona de Villalba-Cerceda, al norte de Madrid. Allí llegó pronto Dolores Ibárruri para felicitar a los voluntarios e infundir ánimos. También estuvo allí el escritor noruego Nordahl Grieg, quien, después de haber visitado a los escandinavos en las trincheras de Brunete, siguió con ellos algunos días más en el descanso. Fruto de este viaje Grieg escribió su obra Verano español. Escribe:
“Comenzaron a repasar uno a uno a los veinte hombres que habían caído en Brunete… De lo que decían inferí que la resistencia era la cualidad que más apreciaban… Pero Brunete había supuesto un golpe terrible, incluso para los más fuertes; la guerra era peor de lo que habían imaginado. ¿Pensaban volverse a casa? No. Había llegado como voluntarios y habían renunciado a su libre voluntad. Aunque quisieran, no podían marcharse. Y además no querían”.
Los combates mellaron la moral de algunos internacionales, que renunciaron a continuar la lucha. El código de Justicia militar impedía esa posibilidad, a pesar de que los responsables de las BI estimaban que la aplicación del reglamento debía ser más flexible en ciertos casos. Lo cierto es que esa fue la razón que llevó a los responsables de las BI a abrir el Campo Lukacs, un campo de reeducación situado a unos 15 km de Albacete y por el que pasaron unos 4000 voluntarios. “Estos campos, dice Giles Tremlett, surgieron a partir de la primavera de 1937; había uno en Chinchilla, así como un «campo Lukacs» cerca de Albacete, dirigido por el hermano de Copic, Emil. Se cree que hasta uno de cada diez brigadistas pasó por este último campo como castigo por faltas menores. La mayoría de los hombres recibían un trato relativamente digno, pero también hubo casos de abusos, especialmente de los guardias alemanes”. El 80% de ellos, según Skoutelski, volvieron a sus unidades tras una estancia de entre 3 y 5 semanas.
Pero la guerra continuaba y las necesidades acuciaban: los voluntarios fueron reclamados a mediados de agosto para prepararse a la nueva ofensiva republicana sobre Zaragoza. La línea del frente aragonés, desde los Pirineos de Huesca hasta Teruel, había quedado muy estática desde los combates por la toma de Huesca en junio de 1937; y hacia ella quiso dirigir su acción la jefatura militar de la República. Se perseguían tres objetivos: 1) recobrar la iniciativa militar, no conseguida en Brunete; 2) detener el avance franquista en el frente Norte, dando tiempo a las fuerzas republicanas de esa franja para reorganizarse y fortalecerse; 3) reducir la influencia política que desde agosto de 1936 habían tenido las milicias y organizaciones de la CNT en casi todo Aragón. Por eso la acción militar fue precedida por la disolución del Consejo de Aragón presidido por el cenetista Joaquín Ascaso. Esta iniciativa gubernamental fue ejecutada por tropas de Líster.
La ofensiva fue planificada por Rojo y dirigida por el general Pozas, jefe del nuevo Ejército del Este. Para ejecutarla se contaba con las unidades de línea –las divisiones 25, la 26 y 28, de tendencia y mandos anarquistas– y el V cuerpo de Ejército, de maniobra, a las órdenes de Juan Modesto, con las divisiones 11 (Líster), 35 (Walter, compuesta por la XI y la XV BI), y 46 (Campesino). A ellas se unieron la 45 División (Kleber, al frente de las brigadas XII y XII), la 27 (Del Barrio, compuesta por unidades provenientes del PSUC, la 30 (Sánchez Plaza) y otras de reserva (31, 32 y 33).
La maniobra republicana, compleja y ambiciosa, se hizo con cuatro Agrupaciones:
La A, al mando de Trueba y de Del Barrio debía avanzar sobre Zuera entrar en Zaragoza por el norte, la carretera de Huesca. La B (45 División, compuesta por la XII y la XIII BI al mando de Kleber), desplegada sobre Farlete, debía llegar al barrio de Santa Isabel de Zaragoza tras tomar previamente Villamayor. La C debía incidir sobre Pina para ayudar la toma de Quinto y posteriormente de Fuentes de Ebro. La D, que llevaba el esfuerzo principal a las órdenes de Modesto, debía sobrepasar Quinto, Fuentes, Mediana, Puebla de Albortón y Belchite para avanzar sobre el sur y sureste de Zaragoza.
La acción se inició al amanecer del 24 de agosto.
En el norte, la Agrupación A logró llegar a los aledaños de Zuera, pero fue rechazada. Su ala izquierda fue parada a cinco kilómetros de San Mateo.
La Agrupación B, con problemas por la falta de medios artilleros, salió tarde de su base de partida y fue detenida el primer día por las tropas franquistas. No obstante algunas unidades de la XIII BI lograron llegar hasta Villamayor, pero sin apoyo artillero y sin el concurso de la XII BI, tuvo que replegarse.
La Agrupación C chocó con una fuerte resistencia en Pina y su retraso frenó la ayuda prevista a las fuerzas de la 35 División 35.
Agrupación D: la guarnición de Quinto aguantó el empuje republicano hasta que los internacionales acabaron con la resistencia en el Cerro Purburel un día más tarde de lo planeado. El siguiente objetivo era alcanzar la línea Fuentes-Rodén-Mediana. Rodén y Mediana fueron tomados pero no Fuentes, que frenó el avance previsto de Líster sobre Zaragoza.
El general Walter y el mayor Modesto con las tropas y tanques que tomaron Quinto. Archivo AABI. Albacete
Belchite, aguantó los ataques republicanos hasta el 7 de septiembre, cuando la plaza fue tomada por tropas de la 32 BM con el concurso de la XV BI.
El intento republicano de ocupar Zaragoza fracasó. A ello contribuyó la resistencia de las pequeñas guarniciones franquistas, bien fortificadas y organizadas en los pueblos aragoneses. Los aviones de la legión Cóndor, con numerosos aeródromos alrededor de Zaragoza, hostilizaron pronto a la infantería republicana en una zona sin árboles. Finalmente Franco mandó a la 13 división de Barrón y la 150 de Sáenz de Buruaga, bien curtidas en la guerra de Marruecos y recientemente en el Jarama y Brunete.
Las unidades internacionales tuvieron en general un buen comportamiento y sus pérdidas numerosas, sobre todo la XIII y la XV BI. La XII BI –afectada por las disensiones entre sus componentes (comunistas, socialistas y anarquistas) agudizadas por el abandono del anterior comandante, Pacciardi– tuvo una mancha en su currículo de bravura y entrega.
Comisión histórica de la AABI