Septiembre 1937. El final de la batalla de Belchite
Septiembre fue un mes agridulce para las BI. La ofensiva sobre Zaragoza había fracasado: ni se había tomado la ciudad ni se había frenado la ofensiva franquista en el Norte, sobre Santander. Se había conquistado una extensión de casi 1000 km2 de territorio, pero la cifra de bajas había sido muy alta, siendo muy importantes en las unidades internacionales.
Tras esta pequeña victoria militar, las unidades quedaron en reserva en las comarcas cercanas al frente (Híjar, Samper de Calanda, Albalate, Almochuel, Vinaceite…), tratando de reconstituir las filas y sacar lecciones de la nueva experiencia, así como ayudando a las tareas agrícolas de los campesinos.
Hubo algunos cambios: el batallón Dimitrov se desligó definitivamente de la XV BI (unida a ella desde el Jarama) y se convirtió en batallón de reserva de la 45 División Internacional. A cambio, llegó a la XV brigada el batallón Mackenzie-Papineau, que había tenido un periodo largo de instrucción (tres meses) en Tarazona de la Mancha. Al frente de su instrucción había estado Robert Merriman (herido en el Jarama) quien, desde Agosto, se convirtió en Jefe de Estado Mayor de la XV BI.
Poco a poco se fueron recomponiendo las unidades que, a finales de septiembre, verán con cierto asombro el decreto del Ministro de Defensa, I. Prieto, asimilando las unidades internacionales -que hasta entonces habían tenido cierta autonomía de funcionamiento- al conjunto del Ejército Popular de la República. La decisión de Prieto ya había sido anticipada por el comandante de la base de Albacete, Gayman a finales de julio. “En los oficiales superiores del Ejército español… predomina la opinión de que las BI no son más que una Legión Extranjera, un ejército de mercenarios que combaten por dinero y que por tanto solo tienen un derecho: obedecer”. Eso, según Gayman, llevaba a negarles un suministro regular de armamento, a no proporcionarles descansos, a asignarles sectores particularmente difíciles, a no recibir suficiente refuerzos y, por tanto, a tener sus plantillas incompletas… En resumen, Gayman abonó la teoría de que los internacionales estaban siendo empleados como carne de cañón.
Esta opinión -que un poco más tarde, y de forma más discreta, será replicada por Togliatti- se vio reflejada en el seco Decreto de 27 de septiembre: “En sustitución del Tercio extranjero… se crearán las Brigadas Internacionales como unidades del Ejército de la República”… Se desentendía en él de la creación de las BI por Largo Caballero un año antes (el 22 de octubre de 1936), no se agradecía, y ni siquiera se reconocía, la aportación heroica de los voluntarios en los combates decisivos de Madrid hasta Guadalajara… Los poderes de la Base de Albacete fueron reducidos, la intendencia y los servicios sanitarios quedaron subordinados a la administración militar, la base solo dispondría de las aportaciones del exterior y los internacionales se verían sujetos al código de justicia militar del EPR (con sanciones más duras y rígidas que las empleadas en las BI). El Decreto fue recibido con estoicismo por los Internacionales, pero no cabe duda que causó una cierta amargura, pese a lo cual siguieron empeñados en el compromiso antifascista que les había traído a España.
En ese contexto surgió una nueva iniciativa militar promovida por el ministro Prieto y ejecutada por el XXI CE, cuyo mando fue dado por el ministro a Segismundo Casado. Veamos la versión que sobre la misma Juan Modesto escribió años más tarde en su libro Soy del Quinto Regimiento:
“Hacia el 20 de septiembre, el E.M. y el comisariado del V Cuerpo nos instalamos en Escatrón. Avecinándose octubre fui convocado a una reunión en el Estado Mayor del Ejército en la que estaban Prieto, Rojo, Pozas, Cordón y otros altos mandos. Rojo nos informó, en nombre del ministro, que presidía, de que se preparaban otras acciones en el sector Norte del frente del Este, con el mismo objetivo de ayudar al Norte. Terminó diciendo que, utilizando el nuevo material venido de la Unión Soviética –entre él un nuevo tanque armado de cañón (se refería al BT-5; los anteriores eran T-26), del que teníamos un batallón completo– se estudiaba la posibilidad de insistir, entre los días 10–12 de octubre, en dirección Fuentes de Ebro, en una nueva «operación Zaragoza». Solicitó la opinión de todos. Dí la mía, contraria, y la argumenté:
1) …Fuentes de Ebro–Mediana era una línea fuerte, que nos había resistido hasta hacía dos semanas y contaba, como mínimo, con un par de divisiones bien nutridas.
2) Los tanques no tenían espacio más que entre el río y la carretera, un llano infernal, un callejón entre el Ebro y la carretera. Además, con la posibilidad de que aquel callejón se transformara en pantano resbaladizo por las características del suelo, los tanques serían excelente blanco para la artillería enemiga.
3) En cuanto al factor sorpresa, en las condiciones de allí sería mínimo. En otras más favorables, sí podría ser un factor más resolutivo.
No obstante, días después fui convocado por Rojo nuevamente y me dijo que la decisión del ministro era que la operación se realizase y que yo tomara el mando. Se me presentaba un caso de conciencia. Estaba firmemente convencido de que era un absurdo y de que se iba a dar un paso en falso. Por las razones expuestas, dije que no. Nombraron para mandarla al coronel Segismundo Casado. Los hechos me dieron la razón. De los 25 tanques empleados, 19 quedaron en el terreno”.
Veremos cómo se desarrolló todo en las semanas siguientes.
Comisión histórica de la AABI