Noviembre 38. Problemas en la repatriación de los Internacionales

Tras los homenajes oficiales recibidos por los Voluntarios Internacionales en octubre, el proceso de marcha hacia sus respectivos países prosiguió su curso en noviembre. La CIRV (Comisión Internacional para la Retirada de los Voluntarios) , llegada a España en torno al 18 de octubre, se alojó en el hotel Ritz de Barcelona. El día 21 se presentó oficialmente ante el Presidente Azaña en el palacio de Pedralbes y, al día siguiente, se reunieron las comisiones española e internacional para intercambiar impresiones sobre la forma en que se debería llevar a cabo la evacuación de los voluntarios extranjeros.

“La Comisión, escribe Magí Crusells, estaba presidida por el general finlandés Jalander. El general británico Molesworth era el secretario, mientras que los comisarios eran los tenientes coroneles franceses Bech y Homo. Además, la Comisión estuvo formada por el coronel Jeske (Letonia); el comandante Moaresi (Irán); los capitanes Cassell (Suecia), Saebol (Noruega), García Palacios (Chile), Oylard y Scheeder (ambos de Dinamarca) y Jhelle (Noruega); el teniente coronel Ribbrino (Suecia) y el estadounidense Field.”

La CIRV comenzó a recorrer las bases de las Brigadas Internacionales, acantonamientos, hospitales, etc. para llevar a cabo la difícil tarea de cuantificar a los brigadistas y proceder a su repatriación. La mayoría de ellos, según documentos del RGASPI, estaban concentrados desde finales de octubre en los siguientes centros de desmovilización:

XI Brigada en Bisaura de Ter (Sant Quirce de Besora): Alemanes, Austriacos, Holandeses, Suecos, Noruegos, Daneses… Total efectivos: 873

XII Brigada en Torelló: Italianos y Portugueses. Total: 628

XIII Brigada en Bellserrat (Sant Pere de Torelló): Polacos, Húngaros, Estonios, Lituanos, Letones, Rusos, Finlandeses… Total: 898

XIV Brigada en Calella: Franceses, Belgas, Argelinos, Indochinos, Suizos, Luxemburgueses, Andorranos… Total: 1786.

XV Brigada en Ripoll: Ingleses, Norteamericanos, Canadienses, Mejicanos, Cubanos, Argentinos, Chilenos, Uruguayos… Total: 779

129 BI estaba previsto el campo de Campdevanol: Checos, Yugoeslavos, Búlgaros, Rumanos, Griegos, Armenios, Turcos… Ahora bien, tan solo se reunieron en este campo unos 550 voluntarios, ya que la mayoría seguían ubicados en el entorno de Valencia, como se verá después.

Total en la zona catalana: 5473. Estas cifras son un cálculo no totalmente exacto y corresponde a un estadillo realizado el 31 de octubre de 1938. A esa cifra había que sumar 2.800 voluntarios hospitalizados y 1.700 en la zona no catalana.

Problemas en la zona catalana

El ritmo de trabajo de la CIRV fue, sin embargo, muy lento. El dia 2 de noviembre los concentrados en Ripoll recibieron la visita de la Comisión. Así la describe Bessie en sus anotaciones del 3 de noviembre:

“Ayer fuimos entrevistados por la Comisión de Control de la Liga de las Naciones… Entrevista breve y concisa: ‘¿Resultaste herido?’, la eterna pregunta. Como la mayoría de los hombres han sufrido alguna herida en un momento u otro, podemos esperar ver un informe de la Liga de Naciones que afirme que del 60 al 70% de las BI son ‘inútiles’, para equilibrarlo con la retirada de los 10.000 ‘voluntarios’ de Mussolini heridos y desgastados. Se rumorea que ahora las cosas se moverán rápido y que saldremos ‘en una semana más o menos. Tal vez…”

Pero la salida no fue en una semana, sino en un mes, en el caso de los norteamericanos y británicos. Los trabajos de la CIRV no se realizaban con la celeridad deseada, una vez que los voluntarios fueron conscientes de que no les quedaba otra que salir. Bessie escribió en su Cuaderno esta nota:

“22 de noviembre: la Comisión de la Liga de las Naciones está aquí de nuevo ‘para recopilar todos los datos para la evacuación’. No sabemos lo que significa. Seguimos diciendo: ‘Ya no puede tardar mucho’, pero los días pasan y aquí estamos. Los días son cada vez más fríos; húmedos. El reumatismo ha regresado (sueño irregular)… Totalmente abatido. No ha habido correo durante dos semanas. Sin duda alguna los amigos de casa, creyendo que estamos al caer, han dejado de escribir y el correo que haya, ha de estar siendo retenido, posiblemente en París. Los voluntarios franceses, belgas, holandeses, yugoslavos, checos y búlgaros se han marchado. Quedan los angloparlantes, los alemanes y los italianos.”

En realidad quedaban muchos más. “La evacuación, afirma Lourdes Prades, fue complicada por la situación política europea y las trabas e impedimentos que pusieron diversos gobiernos. Hubo casuísticas diferentes. En general, a lo largo del mes de noviembre, franceses, británicos, suecos, americanos, holandeses o belgas pudieron regresar a su lugar de procedencia sin excesivas dificultades; algunos con ayuda de donaciones particulares como los norteamericanos integrantes de la Brigada Lincoln. Por el contrario, para los alemanes, italianos, poloneses, austriacos y húngaros era imposible retornar a sus países de origen, en aquel momento con regímenes de carácter nazi-fascista; ninguno de aquellos gobiernos estaba dispuesto a acogerlos y los brigadistas no tenían donde ir”. 

Brigadistas canadienses en Ripoll

 

En el caso de los canadienses la dificultad para salir (la mayoría lo hizo en enero de 1939) derivó tanto de la actitud displicente del Gobierno canadiense como de la falta de dinero para el viaje. Las negociaciones comenzaron muy tarde, finales de diciembre, y finalmente los Amigos del Batallón Mackenzie-Papineau consiguieron reunir la cantidad que les permitió regresar a su patria a finales de enero. En estas condiciones uno de los voluntarios, Bill Beeching, recordaba años más tarde: “Fue un período difícil; además del aburrimiento de la inacción y las noticias del frente, invariablemente malas, la comida era pésima a pesar de que el personal español hacía todo lo que podía. Cada día se desarrollaba una escena que recordaba lo extendida y severa que era el hambre en España… Aunque se organizaban debates sobre política y acontecimientos mundiales y la población local organizaba conciertos, la moral no podía mantenerse alta por mucho tiempo”.

Hubo otro obstáculo: Francia se negaba a autorizar la residencia en su territorio si no poseían domicilio fijo, y ni siquiera al paso de los brigadistas como transeúntes. Tras muchas vacilaciones, el gobierno francés de Daladier permitió abrir la frontera solo a los voluntarios de los países que aceptaban su vuelta: británicos, americanos, belgas, holandeses… Esto provocó malestar y protestas, aunque no tanto en el caso de los italianos, que parecían encantados de quedarse en España, como afirma Castells:

“Acantonados en Torelló, habían encontrado allí su segunda patria. Se mezclaban con la población civil y pretendían quedar incorporados a ésta. Compartían sus propios alimentos con los niños y con los refugiados de otras tierras. Cada día, además, ahorraban unas 50 raciones de comida y las entregaban a los comedores populares de la localidad; con su servicio de sanidad atendían a numerosos enfermos de los alrededores y, finalmente, en un esfuerzo supremo por incorporarse al pueblo que ahora les repudiaba, se dedicaron a los trabajos más diversos y más bajos, la reparación de las carreteras vecinales o construcción de refugios antiaéreos, afirmando que hasta no haber terminado esta tarea “nessun di noi ha il diritto di dormir tranquillo”.

Los alemanes, por su parte, se lo tomaron con filosofía, como recordó Ernst Scholz: “después de la orden de retirada, parte de las Brigadas,  concretamente aquellos voluntarios  venidos de  estados fascistas que no podían ser devueltos a sus países, fueron llevados a Bisaura de Ter. Allí nos esforzamos en llevar una vida regular y organizarnos el día para poder realizar actividades políticas y culturales. Jugábamos al ajedrez, practicábamos deporte, nos reuníamos… Funcionábamos bien, a pesar de que los meses de invierno fuesen ensombrecidos por los amargos acontecimientos que estaban ocurriendo en Europa. Tampoco había mucho para comer”. En noviembre se abrió una lista de voluntarios que aspiraban a trasladarse a América, sobre todo a México, lo que daría lugar a una significativa presencia alemana en este país.

A estos problemas se sumó en aquellos meses una epidemia de tifus que obligó a establecer un calendario de vacunación obligatoria y una campaña para extender la vacunación al resto de la población

Comienzo de las expediciones de salida

Desde una villa requisada en la montaña del Tibidabo, André Marty, al frente del EM de las BI, se encargó de preparar la marcha de los internacionales. “El primer convoy (prosigue Castells)… pasó la frontera de Portbou el día 12 de noviembre. Eran 1.527 voluntarios franceses, algunos falsos, dirigidos por el comisario Fandis y el comandante Sagnier”. En sucesivos convoyes pasarían más voluntarios franceses, belgas, holandeses, suizos…

“El día 7 de diciembre llegaron a Londres los 304 supervivientes del British Battalion. En la estación Victoria, estando presentes Mr. Attlee, Sir Stafford Crips y Tom Mann, su comandante Sam Wild dio la orden de romper filas. A la mañana siguiente llegaron 150 voluntarios suecos a Estocolmo. El día 3 de diciembre ya se encontraban en París 327 voluntarios norteamericanos, la mayoría del 58 Lincoln Battalion, encabezados por John Gates, Owen Smith, Leonard Lamb, Sid Levine y Bill Wheeler. Fue entonces cuando algunos norteamericanos influyentes, algo arrepentidos por su indiferencia ante el sacrificio de sus compatriotas, les alargaron una mano. Bernard Baruch donó 11.000 dólares, Henry Luce contribuyó con 200 dólares y Clara Boothe Luce con una suma igual. Así, los interbrigadistas pudieron trasladar cómodamente sus heridos. En Nueva York… fueron recibidos con entusiasmo por amigos y simpatizantes…” (Castells).

Problemas en la zona central

A diferencia de la zona catalana, los voluntarios de la zona sur y central tuvieron que esperar más tiempo a recibir la visita de la Comisión de Control, que no se realizó hasta diciembre. Esto provocó mayor decepción aún entre los voluntarios que ya se habían hecho a la idea de regresar o al menos de unirse a sus compañeros de la zona catalana.

El número de voluntarios era menor, 1.861, según el registro realizado por el comité de las BI encargado de la repatriación en esta zona, bajo el mando de  Giuliano Pajetta  “Camen”. Su origen nacional era tan diverso como en la otra zona, predominando los franceses, checoslovacos, yugoslavos, portugueses, italianos, alemanes y polacos:

André Marty se reunió el 5 de noviembre con los jefes de cada cuartel a fin de homologar las instrucciones que debían respetar los voluntarios,  como la obligación de entregar todas las armas, mantener el encuadramiento en las unidades con sus jefes correspondientes y no usar el traje civil en caso de tener que salir de los cuarteles.  A continuación decidió girar visita a todos los acuartelamientos para pulsar el estado de ánimo de los voluntarios y comprobar que todos los días existía un horario explícito y una serie de reuniones políticas y actividades culturales (charlas, cine…)  como las expresada en este orden del día del Cuartel de Alameda.

El 16 de noviembre el Jefe de Estado Mayor remitió a los Jefes de los cuarteles una orden especial para que los voluntarios se trasladaran al día siguiente a los siguientes lugares de la provincia:

Almussafes (y Benifaió): alemanes, austriacos, yugoslavos, daneses, estonio, letones, lituanos, finlandeses, griegos, holandeses, noruegos y suecos.

Catadau (más Llombai y Alfarp): albaneses, búlgaros, checos, húngaros, rumanos, polacos y sin nacionalidad conocida.

Pobla Llonga: franceses, belgas, suizo, marroquíes e italianos.

Villanueva de Castellón: americanos, canadienses, cubanos, ingleses, mejicanos, paraguayos, argentinos, peruanos, uruguayos, portorriqueños, brasileños, chilenos, costarricenses, chinos y portugueses.

La rutina de la estancia en estos nuevos centros vino a ser parecida al de las semanas anteriores, como se ve en este orden del día:

En esta tesitura los voluntarios internacionales no tuvieron otra que intentar pasar el tiempo y contemporizar, en sus ratos libres, con la población española, como se ve en esta foto en que varios alemanes están visitando la Albufera de Valencia. Gustav Martens documentó fotográficamente estos dos meses transcurridos en Almussafes en la página 48 del álbum de fotos editado por su nieto Ivan Martens.

Así mismo, dos historiadores valencianos han descrito el paso de los Internacionales por la comarca del Marquesat (Vicente Sanz-Viñuelas, “La guerra que llegó al Marquesat”) y  por Villanueva de Castellón (Àlvar Sentandreu Bo, “Brigadistas Internacionales en Villanueva de Castellón”, Valencia).

Comisión Histórica de la AABI