Paseo 9N

Homenaje a las Brigadas Internacionales 
en Madrid el 9 de noviembre de 2013

Texto del discurso pronunciado por Paco Gómez junto al Monumento a las BI

En nombre de la AABI, bienvenidos y gracias por estar aquí esta mañana en la que honramos a todos aquellos que lucharon en estos lugares en la defensa de Madrid, al lado de su monumento. Antes de iniciar el recorrido por algunos lugares de la batalla de la Ciudad Universitaria que terminará en la Casa de Velázquez, donde a las 12 se inaugurará una placa en honor de loa brigadistas que allí lucharon y murieron– unas palabras en su honor.

   Aquel 9 de noviembre de 1936 el avance de las tropas franquistas hacía creer que la caída de Madrid estaba cerca y con ella el fin de la República y sus ideales. Entonces la llegada de la XI Brigada Internacional, atravesando las calles de la ciudad, supuso una inyección de moral para los madrileños. No estaban solos y podían resistir.
Fueron un total de 1900 hombres agrupados en tres batallones, Edgar Andrè, Comuna de París y Dombrowsky, la mayoría franceses, alemanes e italianos que al lado de los españoles mantuvieron a raya a los golpistas y la esperanza en la República recién iniciada.
¡Qué difícil es encontrar las palabras justas para honrar a estos luchadores! Y más en tiempos como estos donde la palabra dada tan poco importa. En la situación presente donde el maridaje político financiero dicta el camino a seguir, en un momento en que no importa la mentira y mucho menos las injusticias, en el que el lucro y beneficio se llevan por delante todo lo demás, los brigadistas mostraron la verdadera altura moral del ser humano, digna de sus valores más nobles.
    Vinieron para defender nuestra libertad, para luchar contra el Fascismo que se asentaba en Europa y para defender la sociedad más justa que defendía la República. Aquel ejemplo de solidaridad todavía no ha sido igualado.
   Pocos son los testigos vivos de aquella epopeya, un argentino, dos austriacos, un checo, dos franceses, un inglés, un mejicano y dos estadounidenses, pero su ejemplo y el de sus compañeros debería estar labrado en nuestra memoria y nuestros actos. Ojalá nunca les olvidemos.
   Y sirvan como reconocimiento estos versos de Luis Cernuda del poema «1936»:

Gracias, Compañero, gracias
por el ejemplo. Gracias porque me dices 
que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
uno, uno tan solo basta
como testigo irrefutable
de toda la nobleza humana.

Texto del discurso de Vicente González en la inauguración de la placa en la Casa de Velázquez

Buenos días en un día tan hermoso, que nos tenemos merecido.

Muchas gracias autoridades francesas por habernos permitido, con ustedes, llevar a cabo tan merecido homenaje. La colocación de esta placa en honor de la XI Brigada Internacional, como dijimos ayer en nuestra conferencia celebrada en el Instituto Francés, equivale para nosotros el «poner una pica en Flandes». Porque desde este lugar pretendemos iniciar la ocupación de nuestro Madrid con muchas más placas conmemorativas.

Esta Casa de Velázquez, casa de franceses pero que quizás sea la de arquitectura más española de toda esta universidad, siempre ha sido para nosotros algo muy emblemático pues forma parte importante de nuestra Memoria Histórica. En la que lo subjetivo, pero movilizador, de la propia Memoria Colectiva se complementa y fortalece con lo objetivo y riguroso de la Historia como ciencia. Y tan objetivo y riguroso es el conjunto de documentos y testimonios que desde noviembre de 1936 nos hacen recordar, como nos ha recordado nuestro compañero Severiano Montero en el recorrido que acabamos de realizar, a aquella compañía de nuestra XI Brigada en la que combatiendo aquí solamente sobrevivieron seis de sus miembros.

Vaya el mejor de nuestros recuerdos hacia el sacrificio de estos y otros muchos brigadistas internacionales, de estos voluntarios de la libertad, de estos adelantados junto con el sacrificio del pueblo español en la lucha contra el fascismo. Lucha que hoy vuelve a ser necesaria y que nuestra Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales, junto con otras tantas organizaciones, mantiene viva.

Por todo ello me atrevo a repetir una vez más aquella frase de uno de nuestros inolvidables brigadistas: «compañeras y compañeros, la lucha continúa». Muchas gracias.


Paseo por la Ciudad Universitaria. La mirada de los Brigadistas

Estos textos pretenden ser un concentrado de las experiencias de aquellos jóvenes voluntarios en las duras semanas de noviembre del 36. Lo ideal es acercarse a ellos a través de sus libros (John Sommerfield, Voluntario en España, Esmond Romilly, Boadilla, y otros). Nosotros, la AABI, estamos preparando una guía sobre los Lugares de las BI en la Ciudad Universitaria. Saldrá para febrero. De momento se ofrecen aquí algunos testimonios que ayudan a complementar el significado histórico de estos lugares de memoria, memoria de la guerra librada contra el fascismo.

 

Facultad de Medicina

En la mañana del día 17, de acuerdo con el relato de John Sommerfiel, el batallón Comuna de París recuperó los pabellones de Medicina.

… Ya estaba amaneciendo. En ese momento los obuses estaban cayendo y había más disparos. Corrimos entre los edificios y llegamos a los enormes cubos rojos de ladrillo de la Facultad de Medicina. Uno a uno, nos dirigimos hacia el campo abierto y avanzamos hacia la escalinata de la entrada principal. Las ametralladoras estaban apostadas en las puertas y había barricadas hechas con sacos de arena. El suelo de baldosas tenía una espesa capa de suciedad y polvo de ladrillo. Nos sentamos alrededor y esperamos órdenes… Entonces Fredo volvió y cogió a los mejores tiradores que había entre nosotros y nos envió al piso de arriba. Los largos pasillos tenían perspectivas resonantes, esperaban ascensores estropeados, al final de los pasillos había habitaciones en ruinas. Subimos a una habitación que tenía grandes ventanas; ésa era nuestra posición. Unos metros más allá estaba la Casa de Velázquez, cuyas acribilladas torrecillas barrocas todavía apuntaban al cielo lluvioso. Los falangistas estaban allí y nosotros teníamos que observar y dispararles.

… Nos bombardearon, pero no demasiado y sin mucha precisión. Algunos obuses daban en el edificio, pero la construcción era tan grande y tan fuerte que apenas causaban daños. Sólo a veces, cuando ibas por un pasillo, te encontrabas con un gran agujero en el suelo y en el techo por el que había caído una cascada de ladrillos y yeso, o te encontrabas una habitación que un día estaba entera y al día siguiente destrozada. No recuerdo cuánto tiempo estuvimos en la Facultad de Medicina; llovió todo el tiempo y los días parecían interminables.


Facultad de Filosofía y Letras

El 8 de noviembre llegaron a esta Facultad algunas unidades del batallón Comuna de Paris. También aquí estableció el general Kleber su primer puesto de mando avanzado en la batalla de Madrid. John Sommerfield, de la compañía de ametralladoras, describió así el posicionamiento de su sección en el costado oeste de la Facultad:

 No pasó nada más aquel día. La mitad de nuestra sección se formó en cinco pelotones de ametralladoras Lewis y fueron apostados a lo largo del borde del pequeño precipicio, desde el que veíamos los bosques de la Casa de Campo hasta las colinas al otro lado, teníamos una vista preciosa de alturas y valles, bosques de otoño y campos arados… Al anochecer nos atrincheramos y establecimos centinelas y enlaces… Durante la noche hacía un frío implacable, tanto que a pesar de nuestro cansancio nadie pudo dormir bien, y los sonidos de los disparos en el valle nos mantenían alerta. Por la mañana, todavía cansado, y dolorido por el frío, volví al edificio y traje nuestro café… Me dormí… y cuando abrí los ojos el ruido aumentó y se hizo más agudo, y hubo el estruendo de la explosión… Y mientras el humo ascendía y la tierra levantada caía, cayeron más obuses que venían silbando, así que en unos pocos segundos la zona de detrás se quedó oscura y llena de humo.

Todo el mundo se tumbó en sus posiciones de ataque. Los proyectiles caían sin cesar cada vez más cerca; uno de ellos pegó en la esquina del edificio de Filosofía. Esperamos, apretándonos contra la tierra…. Después recibimos la orden de avanzar… Miré a John, que se deslizaba de lado entre la tierra suelta, a unos 20 metros de distancia, nuestros ojos se encontraron y sonreímos, y entonces un proyectil aterrizó justo entre nosotros, y mientras me caía, el aire caliente golpeaba mi frente y pedazos de tierra y piedras me llovían encima… Cogimos nuestras armas, nos deslizamos por lo que nos quedaba de la cuesta, y mientras oímos los primeros disparos de las ametralladoras cruzamos corriendo el campo arado. Entonces abandonamos las alturas de la Ciudad Universitaria y avanzamos hacia abajo, hacia  el interior del valle, del campo escabroso y los bosques otoñales, y el río bloqueaba nuestro camino.


Palacete de la Moncloa y Casa de Labor o Casa Blanca

El alemán del bat E. André, Hermann Mayer, describió así la lucha que mantuvieron en esta zona:

Nuestra sección recibió entonces la misión de limpiar de fascistas y de ocupar el edificio de la Escuela Superior de Agricultura. Había que tomar y defender dos alas del conjunto de establos, entre los que estaba el corral, bajo un continuo tiroteo. En la parte frontal del corral había una casa blanca, las ventanas estaba tapadas con sacos de arena y en ellas se había instalado una ametralladora. Desde los puestos adelantados la distancia a la que el enemigo se encontraba era de unos veinte metros y hacía falta mucho valor para estar allí de noche, pues  los hijos del desierto de la Legión Extranjera atacaban con cuchillo. Nuestro momento más difícil  fue cuando los carros de combate  derribaron las puertas de madera del corral y tuvimos que defenderlas desde los establos con botellas de gasolina y granadas de mano. Al principio su visión fue para nosotros un shock, apuntaban con sus cañones a las ventanas, pero después vimos que su ángulo de tiro no nos alcanzaba y como desde nuestras aspilleras podíamos tener mejores blancos, los moros no encontraban la manera de alcanzarnos. Aun así el camarada Bittner fue alcanzado  por una bala en una arteria y cayó muerto.


Enterrados junto al Viaducto de los 15 Ojos

El checo Artur London escribe este intenso relato sobre las luchas los voluntarios de distintos países:

 En la “Casa Blanca”  [21 de noviembre] había habitaciones desde las que Ondrej apuntaba contra los francotiradores marroquíes y los legionarios. Por las ventanas del edificio sacaban los cañones de sus maxims los voluntarios checos, eslovacos y húngaros del batallón Thaelmann. Por las galerías del patio corría Josef Majek dando órdenes y consejos… Desde la parte occidental avanzaba el enemigo lanzando una lluvia de balas sobre las dos esquinas de la pared oriental… Karl Mager, que aun bajo la lluvia mantenía siempre erguida la cabeza… se aventuró a ir hacia la esquina derecha de esa pared. En el momento en que su mano indicaba adelante y sus labios decían: “Aquí habría que…”, su voz se cortó, saltó por el aire como empujado por un muelle invisible y un hilo rojo brotó en medio de su frente… El enemigo seguía avanzando. No se podía permitir que alcanzase la esquina del edificio, ya que desde allí tendría todo el camino libre. El tanque que podría opo­ner su cuerpo blindado al tiroteo seguía sin llegar. Los vo­luntarios checoslovacos del batallón Thaelmann se dijeron: «No nos queda más que poner nuestros pechos en el mismo lugar en que cayó Mager»… Majek y sus amigos arras­traron la pesada maxim hasta el centro mismo de la calle, bajo una furiosa lluvia de balas. En aquel duelo con la ma­xim colocada entre la esquina de la “Casa Blanca» y la “Casa Roja», perdió el enemigo. Las queridas maxims, las ametralladoras pesadas soviéticas, jugaron un papel importante en la batalla para salvar Madrid.

El 23 de noviembre, cuando por orden del general Lukacs el batallón Thaelmann debía conquistar la “Casa Blan­ca”, perdida de nuevo el día anterior, Majek, como jefe de unidad, aseguró con sus ame­tralladoras el ataque de las unidades de infantería. Cuando la ametralladora emplazada en el ala izquierda de la expla­nada del Palacete quedó muda al haber caído el ametrallador Julius Kaupe y el resto de sus compañeros, Majek se acercó y se colocó detrás de ella. Pero la maxim ya no volvió a oírse… Por la noche, los camaradas sacaron sus cadáveres. El alemán Kaupe y el eslovaco Majek fueron enterrados junto al austriaco Mager, que había caído dos días antes. Los en­terraron cerca del viaducto en la carretera Madrid-Palacete. Sobre sus tumbas, con tres sencillas cruces de madera, se al­zaba una bandera roja. Juntos están enterrados en esa anti­gua tierra de Castilla un alemán, un eslovaco y un austriaco; cayeron lejos de su patria y de su familia por la misma causa por la que tantos valientes hijos de España ofrendaron su vida.