Un testimonio clarificador. El memorial del cementerio de Morata

Mucha gente visita el campo de batalla del Jarama. Unos lo hacen por curiosidad histórica. Otros por conocer los lugares donde tantos voluntarios españoles e internacionales combatieron al fascismo. Y también para rendirles homenaje. La AABI ha facilitado este servicio de visitas a numerosos familiares o amigos de brigadistas, sobre todo norteamericanos y británicos.

El último fue Bill, un americano de Atlanta. El 5 de mayo, tras visitar distintos lugares, nos pidió, cinco minutos para meditar en  el terreno donde más de 125 norteamericanos del batallón Lincoln murieron en aquel desgraciado ataque del 27 de febrero de 1937.

Después fuimos al cementerio de Morata de Tajuña. Es sabido que desde octubre de 1994 hay, sobre el muro norte del recinto, esta placa memorial:

En la batalla del Jarama murieron entre 800 (cifra de Luigi Longo) y 1200 voluntarios internacionales. Contando con los republicanos españoles caídos, la cifra se eleva hasta los 5000 fallecidos, que es la cifra que François Mazou dejó plasmada en el primer memorial colocado en el cementerio.

Muchos de los caídos fueron enterrados en el propio campo de batalla, en tumbas individuales o fosas medianas. Otros fueron enterrados dignamente en los cementerios locales de Morata, Arganda, Perales, Colmenar, etc. Su descanso  terminó con la victoria fascista. Poco después de esta las tumbas fueron removidas y los restos exhumados. En el caso de Morata esos restos fueron llevados al osario y a un recinto situado en el muro norte del cementerio: el Corral.

Pionero del destino de estos restos fue François Mazou. Este brigadista, que luchó en el batallón Six Fevrier, quiso rescatar la memoria de sus compañeros caídos en la batalla, entre los cuales estaba su amigo Antoine Martin, un emigrante español, miembro del batallón André Marty, que cayó en el puente de Pindoque.

En 1980 François comenzó a indagar sobre el paradero de sus compañeros, lo que le llevó al cementerio de Morata. Allí habló con el encargado, Emilio Sánchez, quien le indicó dónde habían sido depositados los restos procedentes de las tumbas exhumadas. Hace unos días el hijo de Emilio, que ha continuado la labor de su padre en el cementerio, nos ha contado cómo fueron aquellos hechos de los que él mismo fue testigo.

 

Una vez identificado el lugar, François procedió a colocar un pequeño memorial en forma de seta. Pero no quería quedarse ahí. Creía que los caídos merecían algo más digno y constituyó,  junto con Bob Doyle y Walter Greenhalgh, la Jarama Memorial Association. El compromiso se consolidó tras la inauguración de una placa dedicada a la Connolly  Column en el edificio de los Sindicatos (el Liberty Hall) en Dublín.

Ese mismo año se produjo un hecho fortuito. En un canal de la televisión británica Bob vio al expremier conservador Edward Heath hablando sobre la guerra de España. Contó que, en sus años de estudiante había visitado las trincheras de los voluntarios británicos en el Ebro. Bob le escribió una carta pidiendo recabar ayuda del Gobierno español para rescatar la memoria de los caídos. Heath procedió a hacer gestiones de forma discreta. Finalmente, dos años después, llegó la respuesta positiva junto con una carta que había recibido de Felipe González en la que pedía excusas por la situación en la que se encontraba “El Corral” y prometía interesarse  en el asunto.

 He leído  con atención su carta de 25 de marzo en la cual me pregunta acerca de la situación en que están las tumbas del Cementerio de Morata de Tajuña  en que están enterrados los miembros británicos de las Brigadas Internacionales que murieron en la guerra civil.

Lamento sinceramente que se encuentre en tal estado de abandono. He preguntado al Presidente de la Asamblea de Madrid para que me diera una información  sobre todo ello y me  ha dicho  que se estaban celebrando conversaciones con una Asociación de Veteranos del Ejército republicano con vistas a erigir un monumento a los Brigadistas. Se está intentando también formar una Comisión que se encargue de llevar a cabo ese proyecto y que decida su ubicación.

Espero que este asunto se solucione pronto y que los luchadores de la Brigada Internacional puedan ser recordados en Morata de Tajuña con la dignidad que se merecen.

Mis mejores deseos.

Felipe González

Presidente del Gobierno de España

Pasó el tiempo. “Un día, cuenta Harry Owens, el amigo dublinés inseparable de Bob, recibimos noticias a través del parlamentario del Fine Gael, John Cushnahan, un nordirlandés que había adoptado esta causa como suya. Nos mostró una carta en español, sin membrete, remitida por la Asociación de Veteranos republicanos en Madrid, a la que nunca habíamos escrito. En ella nos anunciaba la inminente inauguración de una placa en la zona de “El Corral” del cementerio de Morata; la fecha sería el  8 de octubre de 1994”.

¿Qué había pasado? Tras idas y venidas y varias consultas, el gobierno regional de Madrid, presidido por Joaquín Leguina, había concertado -con el párroco de Morata de Tajuña y con la Asociación de Veteranos republicanos de Madrid- la colocación de una lápida memorial con el siguiente texto.

El día 8 varios centenares de personas, entre ellas una numerosa representación de brigadistas británicos e irlandeses, se congregaron en el cementerio para inaugurar la placa. Allí estaban sus principales impulsores: François Mazou,  Bob Doyle, Walter Greenhalgh… junto con Leguina y  Cristina Alberdi, la ministra de Asuntos Sociales. Por fin se reparaba en parte la memoria de los combatientes antifascistas caídos y comenzaba así una etapa cuyo hecho más importante fue la aprobación por el Congreso de Diputados, en noviembre de 1985, de la concesión de la nacionalidad española a los brigadistas internacionales; proposición que se tradujo en el Real Decreto de 19 de enero por el que se reconocía la labor de las Brigadas Internacionales en pro de la libertad y de la democracia durante la guerra española de 1936 a 1939.

Hoy en día hay casi cien numerosos monumentos, placas o calles dedicadas a la memoria de los voluntarios internacionales en toda España. Pero no están seguros. Los fascistas siguen atacando su memoria y sus monumentos con pintadas, destrucciones y artículos devastadores. Hay que seguir defendiendo su memoria, que es la memoria de la democracia y la libertad.