LA XIII BI EN LA BATALLA DE BRUNETE

El escritor alemán Alfred Kantorowicz vino a España a finales de 1936. Tras pasar unos meses en la XI BI, fue nombrado oficial de información del Batallón Tschapaiev de la XIII Brigada, que combatía en los Pedroches, al  norte de Córdoba. Allí comenzó a recoger los testimonios que luego volcaría en su libro sobre el batallón Tchapaiev así como en su Diario de la guerra española. Herido en la batalla de Brunete, inició la redacción de estos dos libros que fueron publicados en España en 1938.

Publicamos hoy algunos extractos del Diario de la guerra española traducidos por nuestra compañera Isabel Esteve

 

MARCHA A LO LARGO DE LA ORILLA DEL RÍO GUADARRAMA

7 de julio de 1937

Cuando a las 10 de la mañana nos marchamos de Villanueva, se nos había dado como misión militar de ese día la ocupación y aseguramiento del puente sobre el río Guadarrama. El puente estaba indicado en el mapa, debía encontrarse cerca de la confluencia del río Aulencia con el Guadarrama.

Cuando finalmente llegamos a una zona indicada en el mapa que supuestamente estaba sobre un puente del río… tuvimos la total seguridad de que tal puente no existía en  muchos kilómetros a la redonda. Acabamos teniendo que aceptar que ese fabuloso puente  no podía ser otra cosa que un vado de bancos de arena en el agua poco profunda que parecía ser una prolongación natural de la carretera que llevaba desde Brunete hasta el mismo río y que seguía hacia las alturas del otro lado, donde desembocaba (si es que se podía confiar en el mapa  respecto a este punto) en la carretera a Boadilla del Monte.

Nosotros, los del Estado Mayor, fuimos de los primeros en llegar a la colina señalada. Poco a poco  llegaron en grupos dispersos. Ante la visión del agua los camaradas no se pudieron contener y nos vimos apurados para concentrar un núcleo de hombres preparados para intervenir, cosa necesaria en una situación poco clara y en un terreno desconocido. No sabíamos si a nuestras espaldas aún quedarían fuertes contingentes de fascistas capaces de actuar.

Además observamos cómo las alturas que estaban frente a nosotros al otro lado del río eran ocupadas por fuertes grupos de tropas a paso rápido. Podíamos ver cómo allá arriba  montaban ametralladoras a toda prisa con su dirección de tiro hacia nosotros ¡Alarma! Todos los hombres disponibles fueron reunidos rápidamente. Avanzamos hasta el límite de la cadena de colinas y montamos algunas ametralladoras ligeras. La distancia en línea recta entre las dos líneas de elevaciones no era mayor de unos 1200 metros.

Permanecíamos inseguros, sin saber de qué clase de tropas se trataba.  Aunque nosotros nos movíamos de forma bastante libre y visible en posiciones, no llegaba ningún disparo del otro lado. Ewald pensaba que  podían ser algunos de los nuestros, que hubiesen atravesado el río y hubiesen tomado ya las colinas del otro lado. Pero nada se arreglaba con suposiciones. Brunner reunió a algunos expertos patrulladores que irían a comprobar a quién teníamos delante. A los 20 minutos vimos nuestra patrulla aparecer por delante de los árboles  del río Guadarrama avanzando con cuidado hacia las colinas. Hasta casi la mitad de la altura  avanzaron casi arrastrándose. Luego  había que alzarse y atacar. Fue entonces cuando empezaron a ladrar las ametralladoras del otro lado. Inmediatamente respondieron las nuestras para cubrir el retroceso de la patrulla… La incertidumbre había terminado.

LA BATALLA SOBRE LAS ALTURAS DE ROMANILLOS

8 de julio de 1937

La noche ha sido otra vez muy fría. Nos han despertado a las 3.30, que nos trasmite la orden de ataque: la XV División tiene que atacar las posiciones enemigas  sobre las alturas de la orilla izquierda del río Guadarrama. Nuestra brigada ha de atacar a la izquierda de la carretera de tierra que lleva del vado hasta las alturas; la XV Brigada a la derecha.

A las 4,30 llegó la cocina de campaña con café recién hecho, bien caliente, precisamente en el momento oportuno. Poco después de las 5 la infantería del Chapaiev se lanzó en pelotones cuesta abajo hacia el río, hacia la derecha, hasta contactar con el “Juan Marco”. Hecho esto nos dirigimos Brunner, Ewald, Julius y yo al lugar elegido por nosotros como puesto de mando en el punto más avanzado de la colina.

Los fascistas, que habían advertido nuestros movimientos, fueron los primeros en abrir fuego poco antes de las 6,  concentrando el tiroteo sobre la colina en la que se encontraba el puesto de mando. Nuestras ametralladoras pesadas respondieron de inmediato abriendo fuego sobre las alturas fascistas.  Este duelo de ametralladoras sobre las cabezas de la infantería que se estaba desplegando, resultó ventajoso para ella; la atención y el fuego de los fascistas se desvió de los camaradas apostados en la orilla del río; así pudieron vadear el Guadarrama y, tras agruparse en la otra orilla, avanzaron con amplios saltos desde la protección de los arbustos hasta la pendiente de la colina; la mayoría de ellos había alcanzado un ángulo muerto en el donde estaban protegidos  del fuego enemigo. Por lo demás los fascistas seguían concentrando su fuego a hacia nuestra altura, querían hacer callar a nuestras ametralladoras y  debían pensar que podían parar el ataque de nuestra infantería atacando las alturas. Bajo la acción de los disparos de la artillería y del fuego tranquilo de nuestras ametralladoras pesadas,  los tiradores enemigos habían perdido  en puntería; sus disparos se dispersaban por todo el terreno sin ningún plan. Si nuestras compañías se hubiesen tirado en el ataque decisivo un poco más hacia la derecha, entonces se habrían podido defender en parte del ángulo de tiro de las ametralladoras pesadas fascistas, que estaba emplazadas todas en el centro de la posición fascista. Entre la carretera y la hondonada en la que aún estaban las tropas de asalto del batallón, se extendía hacia arriba de la colina una estrecha hondonada… Envié al enlace para trasmitir el consejo de echarse en el ataque  un poco más a la derecha.

La acción de nuestros cañones antitanques era reconocible. Dos de las ametralladoras enemigas que estaban en el centro ya las habían callado. La mayoría de las otras disparaba ahora contra nuestras tropas de asalto, que ganaban terreno lentamente colina arriba.  Se tiraban hacia la derecha, o sea que nuestro enlace las había alcanzado a tiempo. El fuego sobre nuestra meseta se debilitaba, sólo disparos de fusil silbaban aisladamente a nuestro alrededor, supuestamente disparados por  tiradores de precisión, con pocas posibilidades a 1200 metros de distancia.

…Desde el emplazamiento del cañón antitanque puedo observar cómo se ha desplegado en nuestro flanco izquierdo el 2º Batallón (Vuillemin). Pero ya no puedo seguir con la vista a los hombres de nuestro batallón. Estos minutos me parece un respiro antes del ataque decisivo. Si ahora llegaran los tanques prometidos, podríamos tomar las alturas en un asalto. Detectamos el momento psicológico en el nerviosismo del fuego fascista. Si en cinco minutos no sucede nada decisivo, posiblemente se pierda el momento más adecuado; victoria y derrota, con las mismas armas, son la mayoría de las veces una cuestión de nervios.  El jefe militar debe percibir el momento decisivo y en ese momento ha de utilizar sus medios más potentes. Si ahora vinieran los tanques, habríamos ganado la batalla. Entonces los oímos rodar y luego los vimos subir por la carretera con bastante velocidad.

El fuego de todas nuestras ametralladoras se elevó hasta su máxima potencia. El antitanque caza, con sus 15 tiros por minuto, los tres cañones en el centro enemigo. Corro a nuestro puesto de mando. Nuestros hombres ganan terreno  a grandes saltos. Después, como tirados por cuerdas, se levantan los trescientos soldados de nuestro batallón y corren agachados  hacia la altura. “¡Atacan!”, grita Brunner. Hasta aquí se oye el griterío de los  “¡Hurra!”

La primera línea defensiva fascista abandona la posición. Ahora toda la sección correrá tras él y las otras, sin freno, detrás de la primera. 10, 20, 100, 200, todo el frente fascista corre. Nuestras ametralladoras disparan hasta que los cañones están al rojo. De allí arriba no llega ningún tiro. En todo el terreno divisado, las colinas a derecha e izquierda, se ven corriendo los fascistas para salvar su vida. A la derecha de la carretera atacan los ingleses y americanos, toda la XV Brigada. Entre ellos y nuestro batallón ataca el “Juan Marco”. Por la izquierda nos llegan los “Hurra!” de los atacantes franceses del 2º Batallón.

Brunner se cuelga sus prismáticos, empuña su carabina y grita con voz tonante: “¡Adelante el Estado Mayor!” Corremos a saltos cuesta abajo, vadeamos el río, ascendemos a la carrera la pendiente del otro lado. En estos minutos, en los que la sensación de victoria nos domina, nadie siente el agotamiento físico. Antes de alcanzar la línea del batallón atacante, Brunner se acordó de que había olvidado, a causa de la exaltación del entusiasmo arrebatado que sobrepasaba cualquier pensamiento, recoger del jefe de la brigada las últimas instrucciones sobre el siguiente proceder del batallón, antes de adelantar el puesto de mando… Asi que tuve que volver atrás, y esta vez no olvidé llenar mi cantimplora al atravesar el río. Bebí y volví a llenarla, después subí otra vez la cuesta, resoplando hasta el Estado Mayor de la brigada…  Las órdenes de la División no decían nada  que no supiésemos: tras la conquista de las alturas, debíamos  desviarnos hacia la izquierda y ocupar el conjunto de edificios de Romanillos. Esa era nuestro objetivo. Allí recibiríamos nuevas instrucciones. Eran casi las 10… Corrí cuesta abajo hasta el río y el vado. Allí estaban parados camiones con comida y municiones,  ambulancias, cocinas de campaña; las tropas marchaban a través del agua, los tanques que habían participado en la operación, regresaban. Un departamento de zapadores trabajaba a toda prisa en la construcción de un pontón. El vado era el punto de encuentro de las dos brigadas de la XV División que han realizado el ataque sobre las alturas de Mosquito y Romanillos. Se oye mucho hablar inglés. El Estado Mayor de la XV tiene su puesto de mando provisional en los arbustos cercanos al vado. Me apresuro sin detenerme por  entre la confusa agitación. En medio del río (cuya agua en plena sequía del verano apenas llega a media pantorrilla) me quedo parado para llenar mi cantimplora.

EN LA CASA BLANCA

Después trepo repecho arriba,  a cubierto entre los arbustos, con tanto cuidado y silencio como me es posible. Poco más arriba me detengo unos segundos y corro después rápidamente en zigzag encorvado. Todo permanece en silencio. Rodeo el muro ahora hacia la izquierda. 15 minutos después veo a los hombres de nuestro batallón y sé por ellos que ahora nos encontramos a 800 metros de Romanillos. El batallón espera la nueva intervención de tanques y artillería para atacar allí a los fascistas.

Voluntarios descansando tras la toma de la Casa blanca en el monte de Romanillos

En la casa blanca que se halla sobre la colina encuentro de nuevo el Estado Mayor del batallón. La casa había sido reforzada por los fascistas como un pequeño fortín. Una trinchera profunda y bien arreglada rodea la casa. Se habría podido esperar que las tropas de Franco defenderían esta posición tenazmente; pero nos la han cedido sin luchar… Le trasmití a Brunner la información del jefe de la brigada… Y le pregunté cómo iba la cosa. Sólo renegó para sí: “Los muy perros, los malditos.” Aviones  bramaban sobre nuestras cabezas.

…El terreno es inabarcable con la vista.  A unos 1.200 metros de nuestro edificio está la posición fortificada de Romanillos. Debemos tomarla;  en realidad deberíamos haberla tomado ya… Nuestras unidades de vanguardia se encuentran ahora a una distancia de 700-800 metros de Romanillos. Es una zona escabrosa y arbolada. En un barranco huele a carne humana quemada. “¡No mires ahí!”, dice Ewald con un juramento. “¿Son los nuestros?”, le pregunto. Asiente con la cabeza y aprieta los labios. En el arranque del ataque sobre las alturas de delante de Romanillos, nuestras unidades se habían separado. Entre la 1ª y la 3ª Compañía se había producido un hueco de varios kilómetros. El victorioso ataque hasta ese momento casi sin víctimas, había vuelto a los camaradas un poco imprudentes. La 3ª Compañía y con ella un pelotón de ametralladoras había avanzado en este terreno inabarcable demasiado rápidamente y sin las necesarias medidas de seguridad. En este barranco que ahora habíamos atravesado, los compañeros cayeron en una emboscada. Un cierto número de moros –no más de medio centenar– atacó de pronto a los grupos adelantados de la 3ª Compañía. Iban agotados por la rápida marcha y, al verse sorprendidos y rodeados, no pudieron organizar ninguna defensa… Cundió el pánico. La 3ª Compañía retrocedió unos cientos de metros para juntarse  y establecer una posición defensiva. Cuando después  se restableció el contacto con la 1ª Compañía y ambas compañías avanzaron juntas, encontraron en el barranco un horror como el que yo había conocido en diciembre de 1936, en el bosque de Boadilla. Los salvadores de la civilización cristiana les habían extraído el corazón, les habían sacado los ojos, les habían arrancado los miembros. Algunos de los cadáveres así violados, habían sido después quemados y estaban en parte carbonizados. No, no miramos. Aparté la vista a punto de vomitar… El horror estaba demasiado profundamente clavado en nosotros. Nunca más saldría a la superficie ni a la lengua.

Entre mis anotaciones se encuentran también un par de copias de órdenes del batallón y referencias que con su lenguaje directo y su claridad muestran nuestra situación.

49 Batallón Tschapaiev  

8 de julio de 1937, 21.30 horas

El batallón está formado por 180 hombres, según los informes de cada compañía. Las dotaciones están completamente exhaustas, querrían cumplir de buen grado sus deberes, pero no estan físicamente en condiciones. Solicitamos urgentemente un refuerzo de al menos dos compañías.

El comisario del batallón                                             El comandante del batallón

     Ewald Fischer                                                                    Otto Brunner

8 de julio de 1937, 22 horas                              

Según informes de la primera línea, los fascistas han recibido refuerzos con camiones del flanco derecho.  Hay contacto con el batallón “Juan Marco” y entre el Batallón 49 y el 51 existe un vacío de  1.500 metros, que no puede ser ocupado por el Batallón 49. El Batallón 51 debe ocupar dicho hueco.

Todas las secciones de ametralladoras están inutilizadas para combatir, por ello la poterncia de fuego de la tropa es muy débil. El batallón llama la atención sobre estas circunstancias e intentará con sus débiles fuerzas rechazar cualquier contraataque.

El comisario del batallón                                          El comandante del batallón

      

SOBRE LAS ALTURAS DE ROMANILLOS

9 de julio de 1937

El dia 9 nos dirigimos hacia las alturas de Romanillos. Tras inspeccionar el terreno, se instalaron las ametralladoras y los cañones antitanques y se reforzaron las posiciones defensivas. No se produjo el esperado contraataque de la guarnición fascista de Romanillos. Por la tarde las compañías hicieron algunos avances locales sin apoyo de la artillería. En una posición se ganaron 200 metros de terreno, en otra 300,  y ante  la llegada de la oscuridad  se retrocedió de nuevo a las posiciones de salida. En el aire, sobre nosotros, ronroneaban los aviones fascistas. Por cada 10 de los nuestros venían 30 de ellos. Apenas había despegado una escuadrilla de los nuestros cuando ya estaban viniendo sus Junkers y sus Heinkels; hasta 50 y 60 de ellos estaban de vez en cuando sobre nosotros. No nos bombardearon; sí lo hicieron sobre los caminos de la retaguardia y las posiciones de reserva en los árboles del Guadarrama. Un par de veces nos ametrallaron los cazas volando en picado. No acertaron, pero su presencia paralizaba nuestros movimientos. El abastecimiento de munición, comida y agua, que en la última noche no había podido llegar hasta nosotros, sólo podía acceder en los intervalos de los vuelos, lentamente y con bajas (menos en hombres que en material).

En la tarde del día 9 llegaron los refuerzos a los fascistas: una inacabable cadena de camiones.  Podíamos ver la carretera por la que iban, a algunos cientos de metros. Nuestras ametralladoras pusieron bajo su fuego a los camiones que estaban a unos 1.200 metros de distancia. Los camaradas de la Compañía de Ametralladoras, cuyo primer pelotón había sido sorprendido y masacrado por los moros, estaba lleno de una rabia furiosa; colocados tras sus ametralladoras pesadas, concentraban su fuego sobre cada camión que aparecía por la carretera. Seis camiones fascistas quedaron destrozados sobre la carretera… Toda la noche oímos los motores de los camiones que llevaban refuerzos a Romanillos. Sabíamos que de hora en hora la batalla de Romanillos se volvía más difícil.

10 de julio de 1937

XIII Brigada Mixta, 49 Batallón Tschapaiev

Frente, 10 de julio de 1937, 14 horas

La brigada comunica  que el ataque debe hacerse sobre toda la línea del frente. Serán puestos a nuestra disposición tanques. Antes de dar la orden de ataque, la artillería disparará otra vez intensivamente las posiciones fascistas. Mientras se produce ataque artillero, la infantería deberá acercarse todo lo posible a las posiciones enemigas.

49 Batallón Tschapaiev

10 de julio de 1937, 15.55 horas

Tras el ya anunciado ataque de la artillería y con el apoyo de 5 autoblindados empezará el ataque sobre Romanillos a las 17 horas. El flanco derecho tiene que establecer el contacto con el 3º y 4º Batallón y mantener el contacto durante todo el desarrollo del combate. Hay que tomar hoy los dos edificios de Romanillos. Tras su toma se asegurarán las posiciones en dirección a Boadilla con la meta siguiente  de ocupar las alturas 730, 740, que se encuentran a derecha e izquierda de Romanillos.                                                                                                  

El comandante del batallón      

49 Batallón Tschapaiev

10 de julio de 1937, 17.50 horas

El ataque acordado para las 17 horas tendrá lugar, según orden del  batallón, a 18 horas exactamente. Vendrán aún 3 tanques.

                                                      El comandante del batallón                                                                                           

Al ataque general no estaba previsto sólo sobre Romanillos, sino sobre todo el frente paralizado desde hacía 48 horas. Yo había bajado por la mañana temprano desde la  Casa Blanca al Guadarrama, y había trepado a las alturas del otro lado para conocer en el Estado Mayor de la brigada los detalles sobre la acción prevista. Oí que el ataque se  fijaba para el final de la tarde. Se había prometido preparación y apoyo de la artillería  y al menos 5 tanques ligeros  y tal vez 2 ó 3 tanques pesados que acompañarían el ataque decisivo.

No podíamos esperar refuerzos directos. Pero las brigadas que estaban a nuestros flancos nos aligerarían con sus propios ataques. Yo había llevado el informe  del batallón para el Estado Mayor de la brigada.  Nos quedaban aún 185 hombres. Esto antes se hubiese considerado una pequeña compañía. En el Estado Mayor no se hablaba mucho de esto. Qué se iba a decir. No hay más que 180 hombres y ellos tienen que atacar. Se me indica que la compañía de zapadores iría como infantería a la lucha: 50 o 60 hombres más que añadir a nuestros 180.

…Volví a la Casa Blanca. El jefe de la brigada estaba con nosotros arriba, en las posiciones. Había ido con Brunner a las diferentes unidades y ahora visitábamos  juntos el batallón francés que estaba pegado a nuestra izquierda. Después regresamos a la Casa Blanca y el jefe observó con sus prismáticos las posiciones enemigas ante Romanillos. Los jefes de compañía hicieron su último informe. Se supo que el ataque había sido retrasado una hora y se nos comunicó que además de los 5 tanques ligeros (o autos blindados) estarían a nuestra disposición tres tanques de tamaño medio.  En realidad ya debían estar ya aquí. Los esperábamos impacientes. Pero los tanques no llegaron. Tampoco los autoblindados. El apoyo de la artillería fue insuficiente. Las posiciones enemigas habían sido muy reforzadas en las últimas 48 horas en hombres y material. Los apenas 200 hombres del batallón capaces de combatir ganaron unos 200 metros de terreno luchando tenazmente y con grandes pérdidas; al caer la noche se agarraron firmemente a las posiciones avanzadas. Romanillos seguía estando a unos 500 o 600 metros de nuestras posiciones delanteras. Nuestras pérdidas fueron considerables.

…El fuego disperso de tres baterías de  artillería alemanas  siguió durante muchas horas después de sobrevenir la oscuridad. Cañones pesados  cubrían el vado sobre el Guadarrama y el camino de acceso al otro lado del río con barreras de fuego. Nos habían dado vino y bebíamos en silencio, con obstinación. Pasamos la noche en las trincheras que rodeaban la Casa Blanca.

No vi ni oí nada más. Estaba tan agotado que apenas caí en tierra me dormí  profundamente. Cuando me desperté estaba sólo en la trinchera. Eran las 7  de la mañana y los otros se habían ido a las compañías, no había oído su marcha y Ewald había dado la orden de no despertarme… Bombardeaban de nuevo los árboles a lo largo del Guadarrama. Aquí arriba parecía que se podía estar más seguro que en las posiciones de reserva de abajo.

Encontré el Estado Mayor bajo los árboles  muy cerca de las compañías. La intendencia del batallón había trabajado bien. Habían traído pan, bastante vino, conservas, embutido y mermelada. Hermann Teichmann, el oficial de personal del batallón, hizo la cuenta de los efectivos. Consistía aún en 137 hombres capaces de intervenir. Había que añadir los aproximadamente 40 supervivientes de la compañía de zapadores.

Mientras Ewald me informaba del final de Giga, Brunner dictó el orden del día:

XIII Brigada Mixta, 49 Batallón Tschapaiev

Frente, 11 de julio de 1937, 1.45 horas

Las compañías se han atrincherado inmediatamente en las posiciones ganadas, así que  cualquier eventual ataque del enemigo puede ser rechazado. En la Casa Blanca pueden recogerse instrumentos para atrincherarse.

                                                               Comandante del batallón.                         

11 de julio de 1937

11 de julio, 10 horas

¡A la 1ª Compañía! 

Los zapadores han de enterrar inmediatamente a los muertos. Después se han de dedicar a la construcción de posiciones.

                                                                       Comandante del batallón

 

EL CUARTO ATAQUE SOBRE  ROMANILLOS

Me puse en camino junto con Schaul al Estado Mayor de la brigada para  trasmitir las listas de efectivos, para informar y recibir indicaciones del Estado Mayor. Necesitamos bastante tiempo para bajar hasta la orilla del río porque  casi permanentemente teníamos por encima aviones fascistas y cada 100 metros debíamos escondernos entre los matorrales. Cuando finalmente pudimos respirar en el bien instalado refugio del Estado Mayor de la brigada nos pusimos muy contentos.

La vuelta la tuve que hacer solo. La artillería alemana barría el terreno por toda su superficie, desde el Guadarrama hasta los Estados Mayores de la brigada y de la División. Todos los caminos quedaban también bajo el fuego de la artillería pesada. Abajo, a orillas del Guadarrama, uno era recibido por la aviación. Pasábamos del territorio de las granadas al de las bombas. Pero el calor era tan insoportable que no hice caso de lo uno ni de lo otro y me tomé un descanso en la orilla del río… Allí estaba también Jane, fresca, limpia y femenina como si dirigiese una mansión rural en la mismísima Inglaterra. Se había hecho imprescindible. Casi toda la noche había ayudado a vendar a los heridos del combate del día anterior, a refrescarlos y a ocuparse de su transporte. No lo parecía. Ya no tenía agua de limón pero sí unos bombones, de los que  debía  llevarle un par a Klaus, cuya posición estaba arriba, junto a la Casa Blanca.

La preparación artillera empezó a las 2. Pudimos observar la acción de los disparos sobre los edificios de Romanillos, pero los defensores no se alojaban en ellos, sino delante, en trincheras y refugios. Nadie creía ya en el resultado de la batalla. Durante la noche pasada habían vuelto a llegar refuerzos fascistas. Los defensores nos superaban en número y material. No aparecieron nuestros aviones, que debían bombardear a las 15.40. El cielo estaba lleno de cazas alemanes. Nuestro par de pobres cañones antiaéreos en los últimos días habían tenido que disparar casi sin pausa y habían sido blanco de las bombas, estaban prácticamente inutilizados. A pesar de todo, los batallones saltaron a las 4 y se acercaron hasta unos 400 o 500 metros de Romanillos. Era absurdo seguir avanzando en un terreno machacado por  la cortina de fuego de las ametralladoras y defendido por tropas frescas y seleccionadas. Nuestras pérdidas se mantenían en el límite.  El ataque nos costó 4 muertos y nueve heridos. Por la tarde las compañías se retiraron a sus posiciones de salida.

EL ÚLTIMO ATAQUE

12 de julio de 1937

El transcurso del día 12 fue muy parecido al del día anterior, con un pequeño cambio: esta vez no debíamos confiar en los tanques ni en la artillería para atacar Romanillos, sino en la brigada 68 que, a nuestra izquierda, debía participar en el amplio ataque… En el Estado Mayor de la Brigada se me dio a conocer el plan de ataque. Hice mi visita a Jane, recibí mi Gold Flake, trepé otra vez a la Casa Blanca y acompañé a Evald y a Brunner en su vuelta por las compañías, durante la cual fuimos blanco de los tiradores de precisión marroquíes. Después esperamos en tensión el anunciado ataque de la 68 Brigada. Recibimos fuego de granadas bastante fuerte de las baterías alemanas que se multiplicaban de día en día y de hora en hora. Provisionalmente el fuego nos hizo retroceder a las trincheras y a la  Casa Blanca. Pero después tuvimos que dirigirnos otra vez al punto de observación. A nuestra izquierda, allí donde la 68 Brigada ahora debía penetrar, se movió algo y pasó lo que debía pasar: la XIII Brigada  al ataque sobre Romanillos. Avanzamos cuidadosamente un par de cientos de metros. Nuestras bajas fueron pocas. Por la noche volvimos a nuestras posiciones de salida. Por la tarde tras la el ataque, del que supimos que sólo había sido la simulación de un ataque, y que sería la última maniobra ofensiva para la que habían alcanzado  nuestras fuerzas,  nos juntamos en silencio en la trinchera ante la Casa Blanca.

 

EL CONTRAATAQUE FASCISTA

 15 de julio de 1937

El ataque de los fascistas aún se hizo esperar. El día trascurrió monótonamente. Artillería alemana, aviones alemanes e italianos dominaban el terreno tras nosotros. Los bombardeos sobre los matorrales del Guadarrama se sucedían unos a otros. Arriba, donde nosotros estábamos, permanecía todo más tranquilo. Yo me estiré dentro del agujero de una bomba y dormí la mayor parte del día y de la siguiente noche.

16 de julio de 1937

Mis apuntes son escasos y monótonos. Estamos sentados unos junto a otros y esperamos el esperado contraataque de los fascistas. Pero tampoco se produce hoy. Reúnen allí arriba, hora tras hora, nuevas tropas de choque y acumulan material. No podemos impedirlo. Los aviones fascistas nos impiden cualquier movimiento. Sus escuadrillas permanecen por lo general entre una hora y hora y media en el aire, desde el amanecer envían ya a sus observadores, después vienen los bombarderos, luego ametrallan los cazas, después llega otra escuadrilla de bombarderos, y antes de que se vayan ya están de nuevo los observadores en el aire.  Cada una de estas acciones  combinadas dura entre tres y cuatro horas. En ese tiempo todo se detiene entre nosotros. Reservas, transportes, abastecimientos, todo ha de permanecer a cubierto. También calla la artillería.

17 de julio de 1937

Hoy ha pasado algo parecido con nuestro batallón español. El batallón se halla en una posición algo peor que la nuestra, en tanto que están más expuestos al fuego de la artillería alemana, más que nuestras compañías, que están tan pegadas al enemigo que  se escapan al fuego disperso. Además estamos en una posición que se encuentra en un ángulo muerto para las baterías alemanas.  En cambio nuestros camaradas españoles del flanco derecho han sido machacados en los últimos días. Además han tenido que sufrir un bombardeo aéreo bastante grave. Su sistema nervioso colectivo parece estar destrozado. Cuando tras el bombardeo un par de cientos de moros, insensata y evidentemente borrachos, empezaron a aullar y a disparar en el sector de nuestros batallones, el pánico cundió inmediatamente entre ellos. Más tarde llegó  un par de patrullas tanteando y titubeando que pudieron hacerse fuertes en las posiciones avanzadas de nuestro batallón donde encontraron alguna ametralladorasintactas. La situación de nuestro flanco derecho empeoró al crearse un incómodo hueco entre nosotros y los dos batallones españoles, estando además ahora expuestos al fuego de flanco de las ametralladoras. La indecisión de los fascistas no pudo las cosas peores. Si se hubieran decidido a atacar habrían podido bajar sin dificultad hasta el Guadarrama.  Este incidente nos mantuvo todo el día en estado de alarma. Pero no sucedió absolutamente nada y por la tarde la posición era de nuevo casi segura, sólo un poco más desventajosa a causa del retroceso de la línea avanzada de nuestros batallones españoles.

18 de julio de 1937

Durante la pasada noche pasaron rápidamente a nuestras espaldas secciones de un batallón inglés dirigido por un cierto comandante Nathan. Se dice… se dice… Se dice que este batallón  sustituirá a los restos de nuestros hombres y que nosotros retrocederemos a la posición de reserva en el Guadarrama. La perspectiva no nos anima por diversas razones: por una parte a causa de la petrificación psíquica del batallón, que desde hace días espera con extrema decisión el ataque de la infantería fascista; casi lo espera con ansiedad para cobrarse el precio que el enemigo ha de pagar. Por otra parte la posición de reserva a orillas del Guadarrama  no es ningún lugar de descaso, bombardeado casi sin pausa  día y noche. Pero la decisión ya no depende de nosotros.

Con el comandante Nathan he tenido un par de breves encuentros amistosos abajo, junto al Guadarrama, y en el Estado Mayor. En todo caso detrás de nosotros hay ahora grupos de ingleses preparados para ocupar nuestras posiciones delanteras. Pero pasó el día y todo se quedó como estaba, y eso nos convenía. La situación en nuestro flanco derecho sigue siendo igual de amenazadora aún después, cuando nuestros batallones españoles rechazan un enérgico avance.

19 de julio de 1937

El contraataque fascista empezó ayer al mediodía con gran violenci a lo largo de nuestro frente. Los ataques directos se dirigían contra nuestros flancos, preferentemente contra el derecho. Nuestros batallones españoles se mantuvieron en pie. Dos ataques de  los moros, con mucho griterío, fueron rechazados. A última hora de la tarde la situación era crítica. Los fascistas habían avanzado y se habían infiltrado entre nosotros y nuestros dos batallones españoles. Parecía que se iba a romper el frente. No teníamos ninguna reserva, ningún hombre de nuestra delgada línea delantera era prescindible. Otto Brunner dio la orden al pelotón del Estado Mayor de avanzar con una ametralladora pesada y asegurar nuestro flanco derecho… Brunner, Ewald y Lackner se armaron también con fusiles y granadas de mano para, en caso extremo, saltar a la brecha.   

A las 6 de la tarde avanzamos.  El fuego de los fascistas era impreciso; era evidente que no sabían dónde estaban sus posiciones y dónde las nuestras. Instalamos nuestra ametralladora pesada  y estábamos ya preparados para rechazar el siguiente ataque, que pretendería ampliar el hueco entre nosotros y nuestros batallones españoles. El ataque fue muy débil, más bien el intento de un par de patrullas que tantearon y retrocedieron en cuanto fueron recibidas por nuestra ametralladora y diez fusiles. No tuvimos bajas. Y pudimos establecer de nuevo el contacto con nuestros batallones españoles. Nuestra posición no había empeorado. Desde luego sabíamos que esto era sólo el principio. Estábamos preparados para los siguientes ataques masivos.

Por la noche desde las líneas fascistas nos preguntaron si éramos alemanes. Respondimos con potente voz: ¡Rot Front! (Frente Rojo). Los nazis del otro lado bramaban: éramos unos hijos de perra,  carne de patíbulo. Los nazis bramaban diciéndonos que tuviésemos paciencia, que pronto se nos echarían encima. Nosotros nos burlábamos y les gritábamos que estábamos preparados para recibirlos, que viniesen ya. Acabaron con sus gritos de Heil Hitler. Y entonces sí que gritamos con toda la fuerza de nuestros pulmones: “¡Hitler, que reviente!”

Los ataques fascistas fueron hoy más débiles de lo que habíamos esperado. No hay en ello gato encerrado. Donde nuestro frente se mantiene y no agachamos la cabeza ante su griterío y sus permanentes bombardeos, no pueden ganar ni un palmo de suelo… Si hubiesen atacado con todas sus fuerzas nuestra delgada cadena de seguridad, ésta no habría podido mantenerse. No apreciaron seriamente esta posibilidad…

Por la tarde llegó un enlace de la brigada con la orden de que un oficial del Estado Mayor del batallón fuese en representación de Brunner al Estado Mayor de la brigada para informar y recibir instrucciones… En el Estado Mayor se me informó de que a la noche siguiente seríamos sustituidos por un batallón inglés.

20 de julio de 1937

Ayer a la caída de la tarde el fuego se había parado un poco y los bombardeos habían acabado, así que los tres volvimos a subir colina arriba. Trasmití a Brunner los informes.  Poco después se presentó ante nosotros un oficial de enlace inglés. Empezó el relevo de la línea más avanzada. Recogimos en un grupito a los que retrocedían. El resto del batallón debía seguirnos por la noche.

…Nosotros, los 36 hombres mezclados  del Estado Mayor y de las restantes existencias de la 3ª Compañía y del Departamento de zapadores, atravesamos el Guadarrama y nos aposentamos en una hondonada al otro lado del río.

No teníamos nada que hacer  más que esperar. Me senté en  una especie de hoyo  despejado y seco entre las raíces de un árbol, normalmente cubiertas por el agua del río Guadarrama, ahora convertido en un pequeño arroyo por el calor del pleno verano. El árbol, un sauce, me daba sombra y me cubría. Sólo podía estar con las rodillas encogidas en el hueco, pero la espalda tenía un buen apoyo y se estaba muy cómodamente. Alli escribí mis últimas notas. Conté los bombardeos sobre los matorrales del Guadarrama, hubo seis en las primeras horas de la mañana de ese día. Los aviones arrojaban ligeras bombas  explosivas y bombas en cadena sin mucha fuerza de penetración pero con una peligrosa fuerza expansiva que las esparcía por todas partes. No tuvimos ninguna baja pero hubo dos heridos en la sanidad, entre ellos uno que ya había resultado herido en lo alto de la colina por disparos de infantería; el herido  aguardaba  el  trasporte que lo tenía que llevar a retaguardia y  mientras esperaba fue alcanzado por segunda vez por una esquirla de bomba.

Al final de la mañana, sobre las 11, la casi aburrida espera del próximo bombardeo fue interrumpida por otra desagradable sensación. Oímos procedente del mismo vado sobre el Guadarrama desde una distancia de unos 800 metros un fuerte fuego de infantería que se acercaba rápidamente. Cuando menos lo esperábamos zumbaron  disparos disparados desde muy cerca en torno a nuestras orejas. Nos levantamos de un salto y nos colocamos para defendernos. Parecia que los fascistas hubiesen penetrado por sorpresa. Las cocinas, la sanidad, la intendencia y  partes dispersas de la tropa  fueron presas de pánico. Nadie sabía bien lo cerca que el enemigo estaba. Las ambulancias salieron a toda prisa, todo corría enloquecido e indefenso. Envié a Kindler y a Leibowicz al otro lado del río donde estaba Bauer y la 2ª Compañía  y en medio de la prisa y la general confusión hice  un par de improvisados preparativos para defendernos en contacto con la 2ª Compañía; quién sabe  si estas medidas  se habrían mostrado adecuadas en el caso de peligro. En esta crítica situación dos de nuestros tanques, que  alguien sabiamente había mantenido como reserva,   avanzaron en dirección al vado y ante ellos la infantería enemiga se alejó de nuevo. Quedó claro que  sólo nos las habíamos tenido que ver con fuertes patrullas fascistas, cuyo sorprendente avance había sido la causa de nuestra general confusión.

23-25 de julio de 1937

(El 20 de julio Kantorowitcz cayó herido. Dejó de escribir su diario y posteriormente tomó notas de sus compañeros)

El 23 de julio el batallón estaba en posición de espera en las hondonadas entre  la Casa Blanca y Romanillos. También el resto de los grupos que habían retrocedido a posiciones de reserva abajo en el Guadarrama estaban otra vez sobre las alturas. La 2ª Compañía, bajo el mando de su eficiente capitán Bauer, había sido enviada a una brecha en el ala izquierda de la brigada. Un par de cientos de metros por delante del grueso estaban en la línea los ingleses y los españoles de la XV Brigada.  A esas hondonadas las estuvieron machacando desde las 10 de la mañana al menos 10 baterías. Otto y el Estado Mayor se apretaban bajo los árboles que habían sido diariamente nuestra cubierta en una trinchera de comunicación. A mediodía, sobre las 2, el fuego fue dirigido otra vez hacia detrás. En espera del ataque fascista, Otto dio la orden: “¡Todos arriba, sobre la colina!” Dio a cada grupo instrucciones estrictas y les dijo que retroceder sería su muerte. Ellos ya lo sabían. El batallón resistiría hasta el último hombre. Los moros atacaron, pero fueron rechazados con facilidad. De nuevo empezó el fuego graneado.

A las 4 llegó la noticia de que el flanco derecho había retrocedido. La causa del retroceso fue un malentendido. Algunos de nuestros tanques se habían quedado bastante a la derecha a nuestro flanco. Los tanques habían acabado por quedarse en el frente  poco compacto entre las líneas fascistas. Cuando se dieron cuenta de la situación se abrieron paso hacia nuestras líneas disparando. Los camaradas que vieron venir estos tanques desde las líneas fascistas disparando, los debieron tomar por tanques fascistas. Esto fue ya demasiado para las tropas agotadas y con los nervios destrozados. Abandonaron el terreno. Inmediatamente los fascistas empujaron con compañías frescas.

Poco después nuestro batallón recibió por el lado derecho, que ahora había quedado abierto, fuego de infantería y morteros. A las 4,30 empezaron  a ceder los camaradas que se encontraban delante de nosotros, atacados por tres lados. Pasaron a través de la  posición  en la que nosotros estábamos preparados para intervenir, así que  nos quedamos otra vez en primera línea. Después nos llegó la noticia de que también la brigada que se hallaba a nuestro flanco izquierdo había empezado a ceder ante la extraordinaria presión de los fascistas. Brunner corrió con Helmuth Dudde al extremo del flanco izquierdo para conocer personalmente la situación. Al volver fue alcanzado por una esquirla de granada que le entró en la espalda. Volvió al puesto de primeros auxilios en la Casa Blanca. La herida no era peligrosa. Cuando lo vendaron insistió en volver enseguida con el batallón a la línea de fuego. Ewald habló en vano con él para que permaneciera en la trinchera junto a la Casa Blanca y se ofreció a ir adelante él solo. Pero Otto no era de los que se quedan.  Quería estar en primera línea con sus camaradas en estas difíciles horas.

Se fue y, naturalmente, Ewald fue con él. El fuego de ametralladoras era muy fuerte. Los fascistas batían desde delante, desde la derecha y casi a medias también desde atrás de la colina donde se hallaban las ruinas de la Casa Blanca. Otto había saltado de la trinchera y Ewald con él. Después de un par de pasos Otto cayó al suelo. La sangre le manaba a chorros del cuello. Había sido alcanzado por dos tiros de una ametralladora. Ewald se inclinó sobre él, vio lo que había ocurrido y animó al amigo a mantenerse tranquilamente a cubierto. Otto balbuceaba que alguna vez se tenía que morir, y que enviara sus cosas a su mujer. Ewald corrió a través del fuego y trajo vendas. Con ayuda de un sanitario arrastró a Otto a la trinchera. Otto perdía sin parar mucha sangre, pero estaba consciente. No había ninguna ambulancia de la que se pudiese disponer. Se había enviado una hacia arriba pero no llegaba, Ewald contaba los minutos con angustia creciente. Finalmente decidió dar la orden de llevar a Otto hacia abajo.

Por el camino encontramos una camilla. Apenas habíamos llevado a Otto 100 metros con ella cuando volvieron los aviones. Tuvieron que dejarlo en el suelo y echarle una manta por encima debido a sus vendas blancas. Ewald se acurrucaba junto a Otto. Los aviones bajaron rápidamente ametrallando. Estuvieron mucho rato en el aire. La angustia  casi ahogaba a Ewald, Finalmente pudieron seguir. Los fascistas habían puesto una gruesa cortina de fuego delante del paso sobre el Guadarrama. Finalmente pudieron llegar abajo, al vado… Otto fue llevado enseguida con una ambulancia al hospital y operado. Tuvieron que hacerle dos transfusiones de sangre…   

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