Febrero 1939. Los Internacionales en los campos de concentración franceses y españoles

Situación política general

El día 1 de febrero se reunieron las Cortes en la fortaleza de Figueres. Solo asistieron 64 diputados de la Cámara. Negrín, que había proclamado en mayo sus famosos “Trece puntos” para acabar la guerra, se resignó a plantear tres condiciones mínimas para la paz: independencia de España de toda injerencia extranjera, celebración de un plebiscito en el que el pueblo español decidiera la forma de gobierno y renuncia a todo tipo de represalias tras el fin de la guerra. Sabía que, tras la traición de Munich, ni Francia ni menos Inglaterra, iban a mover un dedo por garantizar siquiera la última; por el contrario, presionaban a Negrín para que capitulase. “Las clases dirigentes francesa y británica, escribe Beevor, no tenían la menor esperanza de influir en Franco y, probablemente, tampoco interés en hacerlo”. Lo que sí perseguían es que, en la conflagración que estaba por llegar, Franco no se posicionara con el Eje fascista.

Las autoridades francesas estuvieron dudando de si permitir la entrada de las más de 400.000 personas se agolpaban en la frontera.  El 28 de enero permitieron la entrada solo de civiles. Finalmente, el 5 de febrero se permitió la entrada de los restos del Ejército Popular. El 8 de febrero el general Rojo dio la orden a las tropas republicanas de replegarse a los pasos de frontera. El día 10 de febrero las tropas franquistas ocuparon todos los pasos fronterizos. Ese mismo día, tras una reunión en Toulouse con su Gobierno, Negrín se trasladó a la zona republicana al objeto de intentar organizar una resistencia tendente a salvar el máximo posible de los cuadros, civiles y militares, republicanos. Pero se encontró solo, sin apenas apoyos.

La respuesta de Franco al tercer punto aprobado por las Cortes republicanas en Figueras fue la Ley de Responsabilidades Políticas del 9 de febrero de 1939,; con ella quería demostrar que la implementación de su proyecto político pasaba por la depuración y el castigo de la España republicana, algo que no intuyeron o no quisieron entender los capitulacionistas de marzo (Casado, Besteiro y demás).

Los Internacionales en los campos de concentración franceses

El Gobierno francés abrió, de forma precipitada, una serie de campos para internar a civiles y militares sin ningún tipo de condiciones de salubridad ni de abastecimiento. Se improvisaron tanto en las playas (Saint Cyprien, Argelés sur Mer, Le Barcarés…) como al pie de los Pirineos (Bourg-Madame, Prats de Molló, Le Boulou…) Esta operación de castigo perseguía el control de los republicanos, considerados hostiles a Francia o pendencieros, y la idea del Gobierno francés fue o devolverlos a la España de Franco o incluirlos en batallones de trabajo o bien en la Legión Extranjera. Con el paso del tiempo, estos campos iniciales se fueron organizando algo mejor y se fueron abriendo otros nuevos.

Los prisioneros considerados más peligrosos eran los Internacionales. Ya se ha visto que la mayoría de los que quedaban en España cruzaron la frontera entre el 5 y el 9 de febrero. Una buena parte de ellos pasaron a los grandes campos de Saint Cyprien y Argelés. Posteriormente, a partir de abril, el grupo mayor fue trasladado al campo de Gurs, donde al principio coincidieron con prisioneros vascos.

Voluntarios chinos en el Campo de Argelès sur Mer, con el banderín del grupo donado por Chu En Lai

El campo de Le Vernet (20 km al sureste de Toulouse) fue considerado campo disciplinario para internar a “sospechosos extranjeros, peligrosos para el orden público y la seguridad nacional”. Entre los brigadistas estaban los italianos Luigi Longo, Giuliano Pajetta y Eugenio Reale, el húngaro Otto Flatter, los alemanes Frantz Dahlem y Heinrich Rau, el yugoslavo Ljoubomir Ilich, el albanés Méhémet Chehu, los rumanos Mihail Florescu y  Salomon Tinkelman y los checoslovacos Joseph Pavel y Otto Hromadko. Curiosamente el escritor Max Aub estaba entre estos “peligrosos”.

Por estos campos debieron de pasar más de 6.000 Internacionales, si atendemos a la carta que con fecha 26 de agosto de 1939 dirigieron a Stalin los dirigentes de la Comintern Georgi Dimitrov y Dimitri Manuilski.

Los prisioneros internacionales en las cárceles o campos de concentración franquistas

La orden impartida por Franco el 9 de marzo de 1937 ordenaba fusilar a cualquier prisionero extranjero armado. La orden no fue anulada, pero no siempre se cumplió. Lo que sí es cierto es que en marzo-abril de 1938, cuando se produjeron las “Retiradas” ante el avance franquista, los oficiales tendieron a coger prisioneros (varios centenares de ellos) y llevarlos a distintos penales; el más importante fue el de San Pedro de Cardeña, aunque también se emplearon los campos de Miranda de Ebro y de Palencia. Durante la batalla del Ebro se hicieron también muchos prisioneros.

Grupo de prisioneros de San Pedro de Cardeña, entre los que se encuentra Chen Agen (Aking Chan)

El hacinamiento en San Pedro de Cardeña era muy alto, teniendo en cuenta que se había preparado como prisión para unos 1200 presos y que, en sus peores momentos, llegaron a contabilizarse hasta 10.000. En septiembre de 1938, Carl Geiser, voluntario norteamericano allí preso, calcula que había 697 prisioneros extranjeros (479 brigadistas, 174 marineros, algunos encuadrados en unidades españolas y otros acusados de apoyar la República). Bob Doyle nos proporciona un relato negro de aquella prisión.

Poco después se iniciaron las negociaciones (a instancias de Francia, Inglaterra y EEUU) para el intercambio de esos prisioneros por los alemanes e italianos capturados por las fuerzas republicanas. Los primeros en ser liberados (octubre de 1938) fueron los norteamericanos y británicos. En marzo de 1939 terminaron de salir los últimos y en abril 31 canadienses y 11 suizos. Paulatinamente irían saliendo otros prisioneros procedentes de países no fascistas, aunque no todos fueron liberados. Otra cosa sucedió con los alemanes y austriacos, que fueron reclamados por Gestapo, aunque la mayoría se quedó en San Pedro o fueron transferidos a otros campos. A finales de 1939, de acuerdo con José Miguel Bella, aún quedaban en Cardeña 653 prisioneros (55 alemanes; 28, austriacos y otros procedentes de más de veinte países). Entre ellos podemos citar al chino Aking Chan, cuyo paradero está relatado en este artículo de Hwei-Ru Tsou y Len Tsou.  Pero todavía “en noviembre de 1941, continúa José Miguel Bello, cuando ya se habían sido liberado casi todos los que habían sido reclamados por sus países, se contaban más de 1.300 recluidos en Miranda: de ellos, 362 eran polacos; y, los demás, de varias nacionalidades no bien identificadas”.  

Comisión histórica de la AABI