Reverte patina. Las caretas van cayendo

Ante el artículo publicado por El País el pasado domingo 11 de mayo de 2014, en el que se hace una denigrante comparación entre los voluntarios de las Brigadas Internacionales y los yihadistas que combaten en el actual conflicto sirio, esta asociación publica el siguiente comunicado de respuesta:

Se va desvelando poco a poco el pensamiento profundo de ciertos escritores que decían profesar alguna admiración por los voluntarios de las Brigadas Internacionales. Pero hay cariños que matan. Vayamos al caso de Jorge M. Reverte, que ha hecho un pingüe filón de la guerra que ensangrentó España durante tres años. En el mencionado artículo en El País, (claro, el periódico de rabiosa defensa de la libertad, sobre todo la del mercado) escribe que “en 1936, los treinta y cinco mil voluntarios que acudieron a España lo hacían con un impetuoso móvil de plantar cara al fascismo”, para añadir a continuación que “luego hicieron un paréntesis en su oposición a la marea parda nazi cuando Stalin acordó con Hitler una tregua para repartirse Europa. Y volvieron a ser antifascistas cuando el dictador alemán invadió la Unión Soviética”.

Los brigadistas, pese a lo que Stalin dijera tras su pacto con Hitler, no dejaron de luchar contra el fascismo en esos meses que fueron de agosto de 1939 a junio de 1941, como Reverte afirma para denigrarlos. Lo hicieron, sí, pero dentro de las especiales condiciones producidas por la guerra que estalló: no la que Francia e Inglaterra habían querido (Alemania atacando a Rusia) sino la guerra que les impuso Hitler. Habrá que recordar que en septiembre de 1938 fueron esas dos potencias democráticas las que, a  espaldas de Rusia, firmaron en Múnich el “gran” acuerdo de paz (“la paz con honor, la paz de nuestro tiempo”, proclamó Chamberlain a su vuelta a Londres) que sacrificaba a la República española (a la que nunca quisieron apoyar) y a Checoslovaquia, dando alas al expansionismo nazi-fascista que se volvió contra los “apaciguadores”. No seremos nosotros los que justifiquemos el pacto Ribentrop-Molotov, pero hay que examinarlo en las circunstancias en que se gestó: esa suicida  negativa de Francia e Inglaterra, en los meses precedentes, a llegar a un acuerdo con la Unión Soviética para frenar los agresivos planes de Hitler. Sin escarbar mucho en la guerra de pacotilla («drôle de guerre») que siguió a la declaración de guerra que aquellos cruzados de la causa emitieron el 1 de septiembre de 1939. Rubor e indignación produce todo aquello.

Sigue insistiendo Reverte que “aquellos generosos y valientes voluntarios se movían en realidad por la revolución comunista. Eran tipos admirables que mataban y morían por el monstruoso proyecto de Stalin, que consideraban que era liberador. Creían en esa causa por encima de la lealtad a su país”. ¿En qué quedamos, vinieron a plantar cara al fascismo, o a implantar el comunismo? Hay que establecer diferencias. “Fuimos a España para detener el fascismo”, repiten los brigadistas machaconamente. Que ello fuera un elemento más del corto o largo camino hacia la revolución comunista, puede ser cierto para los que tenían esas convicciones (entre el 50 y el 70% de los brigadistas, según países). Pero desde luego «no mataban ni morían por el monstruoso proyecto de Stalin”; luchaban contra la barbarie que muchos ‘demócratas liberales’ no supieron o quisieron descubrir en el fascismo hasta que éste se les echó encima. La renuncia de las ‘democracias’ a ver la cruda realidad («Las bombas que ahora caen en Madrid mañana caerán en Londres y en París», insistían los carteles republicanos)  y su persistencia en mirar a otro lado  fue uno de los factores que coadyuvó al estallido de la catástrofe mundial.

Pero el artículo de Reverte llega a su clímax al comparar a los brigadistas con los yihadistas: “No hay muchas diferencias entre aquellos combatientes que todavía admiramos y los luchadores valientes y generosos que no tienen el menor empacho en matar niños, adultos, negros, judíos, blancos, obreros, millonarios o lo que sea siempre que se trate de infieles”…  O que en “su proyecto, la sharía, incluyen la sumisión perpetua de la mujer y otros pequeños detalles poco tranquilizadores”…

“No hay muchas diferencias”, dice nuestro valiente ensayista. Pues sí las hay, y la primera es que los brigadistas lucharon por un ideal de progreso de la humanidad, por la libertad, la justicia, la igualdad de todos los seres humanos, incluyendo a las mujeres, a las que la República elevó a la categoría de ciudadanas… Mientras que los yihadistas luchan por un salvaje retroceso  a la Edad Media, a uno de los peores momentos de la humanidad. Habrá que suponer además que, en opinión de Reverte, los brigadistas no tenían empacho en matar a todo lo que fuera… infiel (es decir fascista, burgués…) Es una comparación aberrante. Los brigadistas no vinieron a matar españoles, como escupió hace años Camilo J. Cela (en una afirmación con la que comulgan muchos autores que se han vuelto exquisitos), de la misma manera que los soldados americanos y de los países aliados no fueron a Alemania a matar alemanes.

¿Ha entendido este señor algo de lo que hicieron, dijeron y escribieron insistentemente nuestros brigadistas? ¿Tenemos que insistir en lo obvio?  Como un ejemplo entre muchos, citemos al brigadista canadiense William Kardash, teniente en una compañía de tanques del Ejército Popular de la República: “Era consciente, y así lo sentía fervientemente, de las tradiciones democráticas, los ideales paz, progreso  y democracia que había compartido en la escuela. Y creció en mí  el sentimiento de que la lucha en España era de gran interés para el pueblo de mi país y que el mejor servicio que podía rendirle era ir a España para ayudar a derrotar el fascismo”. ¿Se puede decir más claro?

 La Junta directiva de la AABI

Puedes leer aquí la respuesta de Jorge M. Reverte