Rosa Mª Madariaga
Las Brigadas Internacionales en la memoria republicana
María Rosa de Madariaga. Historiadora. Arabista
Este artículo apareció publicado en Crónica Popular el 6 de noviembre de 2014. Hemos pedido a la autora autorización para publicarlo en nuestra web y nos la ha dado amablemente, lo que agradecemos.
Con motivo del 78 aniversario de la llegada a España de las Brigadas Internacionales, se está celebrando una semana de actos conmemorativos para honrar una vez más la memoria de estos combatientes por la libertad, que vinieron a nuestro país a luchar contra el fascismo.
Ante el abandono del las democracias occidentales al Gobierno de la Segunda República española y el ingente apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista a los militares facciosos, en el seno del Komintern (Internacional Comunista) fue imponiéndose cada vez más la idea de que era preciso ayudar a la República española mediante la creación de un cuerpo de voluntarios, que los partidos comunistas extranjeros se encargarían de reclutar a nivel internacional. En la reunión mantenida a finales de septiembre de 1936 en París por el Comité Central del Partido Comunista Italiano, junto con dirigentes del Partido Comunista Francés y el representante del Komintern en el Partido Comunista de España, el italo-argentino Vittorio Codovila, se tomó la decisión de organizar una unidad de voluntarios antifascistas italianos para luchar en España en favor de la República. No tardó el Comité Ejecutivo del Komintern en apoyar esta iniciativa, y decidió crear con este fin, bajo su dirección, una serie de batallones internacionales. Al dirigente comunista italiano Luigi Longo se le encomendó la tarea de iniciar con el Gobierno español las gestiones oportunas para obtener su aquiescencia a este proyecto, que contó desde el principio con el vehemente apoyo de Georgi Dimitrov, el emblemático líder comunista búlgaro, secretario general en aquel entonces del Komintern.
La idea de constituir unidades de voluntarios internacionales para ir a luchar a España contra el fascismo encontró favorable acogida no solo entre los numerosos exiliados alemanes y de otros países europeos sometidos a regímenes fascistoides, sino también entre muchos ciudadanos progresistas de países democráticos, como Francia, que tan pronto como supieron del golpe de los militares rebeldes se apresuraron a trasladarse a España para pedir enrolarse como soldados voluntarios en las filas republicanas
La responsabilidad de reclutar voluntarios para las Brigadas Internacionales recayó en el Komintern, que envió a los partidos comunistas miembros instrucciones de movilizar a un determinado número de voluntarios. La mayoría de éstos, un 60% eran comunistas, y muchos del 40% restante se hicieron comunistas durante la guerra. Había también brigadistas de tendencia anarquista o sencillamente demócratas de izquierdas. Pertenecían la mayor parte a la clase trabajadora, y eran en general jóvenes, si bien entre los alemanes y los italianos había también muchos veteranos que habían luchado en la Primera Guerra Mundial. De la Unión Soviética fueron enviados de 500 a 600 comunistas que se encontraban allí refugiados, entre los que cabe mencionar a Manfred Stern (el general Kleber) y al escritor húngaro Máté Zalka (el general Lukács), que habían luchado en la Primera Guerra Mundial y en las Brigadas Internaciones del Ejército Rojo durante la guerra civil rusa. Su experiencia militar en estas contiendas fue de gran utilidad para desempeñar puestos de mando al frente de algunas brigadas en España.
Una misma lucha contra el fascismo
Para muchos voluntarios la lucha en España contra el fascismo era la misma que la que libraban sus propios pueblos contra el enemigo común. Este sentimiento estaba muy extendido, sobre todo entre los italianos, para quienes la lucha antifascista en España formaba parte de la suya contra Mussolini. Otros, que sufrían la ocupación alemana, como el comunista checo Arthur London, pensaban que la lucha de las Brigadas Internacionales en España era indisociable de la que ellos libraban contra el nazismo.
La solidaridad de los pueblos en la lucha antifascista no tenía fronteras: “Proletarier aller Länder, vereinigt euch!”, “Prolétaires de tous les pays, unissez-vous!”, “Proletari di tutti i paesi, unitevi!”, “Workers of the World, Unite!”. Por encima de las diferencias lingüísticas, estaba la lucha por la misma causa
La Oficina de alistamiento de las Brigadas Internacionales se encontraba en la rue Lafayette de París, y el consejero militar al frente de una “oficina técnica” era el coronel polaco apodadoWalter (Karol Swierczewski), quien había luchado junto a los rusos en la Primera Guerra Mundial y participado después en la revolución y la guerra civil rusas. Los voluntarios eran enviados desde Francia en barco o en tren, y, una vez en España, se les dirigía a la base de Albacete. El primer grupo de 500 salió de la estación parisina de Austerlitz, y, después de pasar por Perpiñán y Barcelona, llegaba a Albacete el 14 de octubre. Este grupo estaba compuesto casi únicamente por franceses y algunos polacos y alemanes refugiados en París. Al día siguiente de su llegada a Albacete se registraban y se les preguntaba qué formación y conocimientos tenían para poder destinarlos a los puestos que mejor conviniera. Posteriormente, fueron repartidos en grupos lingüísticos.
Como los británicos no eran muy numerosos y no era posible formar con ellos una brigada independiente, algunos fueron incorporados a los brigadistas alemanes y otros a los franceses. Entre los británicos había intelectuales de izquierdas como W. H. Auden, autor de hermosos poemas dedicados a España, el joven poeta John Cornford, biznieto de Charles Darwin, que luchó en varios frentes y moriría el 28 de diciembre de 1936 en el frente de Lopera (Córdoba), recién cumplidos los 21 años. Junto a él moriría el escritor comunista Raph Fox, que se había integrado con otros británicos en el Batallón La Marsellesa de la XIV Brigada Internacional. Tanto él como John Cornford morirían víctimas de los intensos bombardeos de la aviación fascista en la zona. Los vecinos de Lopera han erigido un monumento a ambos brigadistas británicos. La solidaridad de los pueblos en la lucha antifascista no tenía fronteras: “Proletarier aller Länder, vereinigt euch!”, “Prolétaires de tous les pays, unissez-vous!”, “ProletariÂÂÂ di tutti i paesi, unitevi!”, “Workers of the World, Unite!”. Por encima de las diferencias lingüísticas, estaba la lucha por la misma causa.
En aquel extraordinario movimiento de solidaridad con España, había voluntarios que llegaban por mar desde Marsella, otros, a pie a través de los Pirineos, burlando los controles de la policía francesa. Tanto los que llegaban por tierra como los que llegaban por mar pasaban en general por Barcelona, y, luego, Alicante, y eran recibidos por doquier por fervorosas multitudes enardecidas que exclamaban a su paso: “Salud”, “No pasarán”, “UHP” (Uníos Hermanos Proletarios). Las ciudades y pueblos de la España leal se llenaban de voces de españoles que entonaban La Internacional, la Joven Guardia y el Himno de Riego.
Vuestra lucha, nuestra lucha
Aunque las fuerzas republicanas habían conseguido ya detener a las puertas de Madrid a las tropas franquistas del general Varela el 7 de noviembre, la llegada de la XI Brigada Internacional al mando de Kleber al día siguiente fue acogida con inmenso júbilo y entusiasmo porque contribuía a levantar aún más los ánimos de los combatientes republicanos y del pueblo de Madrid, al comprobar que no estaban solos. La XI Brigada se dirigió a los madrileños en los siguientes términos, según relata Luigi Longo en su Le Brigate Internazionali in Spagna: “Madrileños, hemos llegado a defender vuestra capital con el mismo entusiasmo que si fuera la capital de cada uno de nosotros. Vuestro honor es nuestro honor, vuestra lucha, nuestra lucha”.
La XI Brigada estaba compuesta de tres batallones: el batallón “Edgar André” (del nombre del comunista alemán de origen belga), compuesto de alemanes; el batallón Comuna de París, compuesto de franceses y belgas, que sería trasladado posteriormente a la XIV Brigada; y el batallón Dombrowski, compuesto de polacos, húngaros y yugoslavos, que fue trasladado más adelante a las Brigadas XII, XIII y 150. El batallón Garibaldi, compuesto de italianos, fue incorporado posteriormente a la XIV Brigada, mientras que el batallón Thaelman, compuesto de alemanes, que estaba en la XII Brigada, entraría después a formar parte de la XI. En el frente de Madrid dejaron sus vidas muchos brigadistas. Entre ellos, el obrero metalúrgico alemán Hans Beimler, miembro del Comité Central del Partido Comunista Alemán, quien había fundado en Barcelona una columna de milicias armadas, la centuria Thaelmann. Compuesta sobre todo de comunistas alemanes, se convertiría luego en batallón, para terminar incorporándose al ejército republicano como parte de las Brigadas Internacionales. En diciembre de 1936, cuando Beimler se encontraba en el frente de Madrid como comisario político de ese batallón y de otras unidades alemanas, murió combatiendo en la Ciudad Universitaria.
La Brigada Lincoln y Jarama Valley
Una de las Brigadas que dejó más huella en la memoria colectiva, además de la Thaelmann y la Garibaldi, fue la Lincoln, compuesta fundamentalmente de estadounidenses y canadienses. Fundada en enero de 1937, la Brigada Lincoln, la XV, recibió su bautismo de fuego en la batalla del Jarama en febrero de 1937. Participaría después en otras muchas batallas de la guerra civil como la de Brunete y la del Ebro. ¿Quién no se ha sentido emocionado al oír la famosa canción Jarama Valley?:
“There’s a valley in Spain called Jarama
It’s a place we all know so well
It was there that we fought against the Fascists
We saw a peaceful valley turn to hell”
(Hay un valle en España llamado Jarama/Un lugar que todos conocemos tan bien/Allí fue donde luchamos contra los fascistas/ Vimos un tranquilo valle volverse un infierno”).
El pueblo español tiene una deuda infinita con estos heroicos combatientes de la libertad. Transcurridos 78 años de su llegada a las puertas de Madrid siguen latiendo en nuestros corazones los mismos sentimientos que inspiraron a Rafael Alberti el poema que les dedicó
No sabemos exactamente cuántos voluntarios lucharon en las Brigadas Internacionales. Se dice que la cifra supera los 35.000, de más de 50 nacionalidades, de los que más de 9.000 yacen en tierras de España. Cuando el Comité de Londres, encargado de aplicar el pacto de esa farsa llamada No-Intervención, decidió en julio de 1938 fijar un plan de repatriación de todos los combatientes extranjeros en España, el Gobierno de la República, presidido por Negrín, lo aceptó, mientras que Franco, aunque dio también su aceptación, no llegó nunca a cumplir su palabra, y las tropas italianas y alemanes siguieron presentes en España prestándole su apoyo hasta el final de la guerra.
En su discurso de despedida a las Brigadas Internacionales en octubre de 1938, Dolores Ibárruri pronunció aquellas inmortales palabras que siguen siendo de actualidad: “Sois la historia, sois la leyenda, sois el ejemplo heroico de la solidaridad y de la universalidad de la democracia frente al espíritu vil y acomodaticio de los que interpretan los principios democráticos mirando hacia las cajas de caudales o hacia las acciones industriales, que quieren salvar de todo riesgo”. Hoy también las bandas mafiosas que gobiernan este país y se llenan la boca hablando de “principios democráticos” lo hacen mirando sobre todo hacia las “cajas de caudales”, máxime si éstas se encuentran a buen recaudo en Suiza.
El pueblo español tiene una deuda infinita con estos heroicos combatientes de la libertad. Transcurridos 78 años de su llegada a las puertas de Madrid para participar en la defensa de la capital de España y contribuir a librar al pueblo español de la “peste parda” (en palabras de Bertold Brecht) que recorría Europa, siguen latiendo en nuestros corazones los mismos sentimientos que inspiraron a Rafael Alberti el poema que les dedicó:
A las Brigadas Internacionales
Rafael Alberti
Venís desde muy lejos… Mas esta lejanía
¿qué es para vuestra sangre que canta sin fronteras?
La necesaria muerte os nombra cada día,
no importa en qué ciudades, campos o carreteras.
De este país, del otro, del grande, del pequeño,
del que apenas si al mapa da un color desvaído,
con las mismas raíces que tiene un mismo sueño,
sencillamente anónimos y hablando habéis venido.
No conocéis siquiera ni el color de los muros
que vuestro infranqueable compromiso amuralla.
La tierra que os entierra la defendéis seguros,
a tiros con la muerte vestida de batalla.
Quedad, que así lo quieren los árboles, los llanos,
las mínimas partículas de la luz que reanima
un solo sentimiento que el mar sacude: ¡Hermanos!
Madrid con vuestro nombre se agranda y se ilumina.