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Aprender de la historia

Cuando a comienzos de septiembre la crisis de los refugiados comenzó a impactar en mayor medida el «corazón» de las autoridades europeas, los medios empezaron a pulsar el sentir de la gente. En uno de esos pulsos de opinión, una madre con su hijo en brazos acertó a decirlo: «¡Cómo no vamos a atender a esta gente cuando hace 70 años nos pasó a nosotros lo mismo!»

Efectivamente, huyendo del fascismo depredador huyó medio millón de españoles, internados en los vergonzosos campos de concentración del sur de Francia. El responsable de tan infame trato fue el gobierno capitulacionista del radical Daladier (sí, el que firmó con Chamberlain la «paz de papel» impuesta por Hitler en Munich, que supuso la puñalada final a la República). Los republicanos españoles dieron una nueva lección de dignidad cuando, a pesar de este trato degradante, se unieron a la lucha de la Resistencia contra el nazi-fascismo.

Ahora es la ultraderecha húngara y de otros países del Este, los herederos de aquellas fuerzas que se unieron a la «cruzada» hitleriana, los que vuelven a repetir la historia. Esta vez como una farsa (Marx dixit, si pudiéramos prescindir de la tragedia real que supone para los miles de refugiados).

Pero esto solo es la punta del iceberg. Otros miles de millones de parias de la tierra esperan un final a este desorden mundial. Y con Silvio Rodríguez decimos: «La era está pariendo un corazón, / no puede más, se muere de dolor, / y hay que acudir corriendo / pues se cae el porvenir»… Hay que “dejar la casa y el sillón… y quemar el cielo si es preciso, por vivir”.