El doctor Bethune y el doctor Jolly salvan la vida de Bruno Franzen

En Madrid hemos podido ver, durante el primer trimestre de 2017, la exposición dedicada al doctor canadiense Norman Bethune. Una de los fotografías que se muestran aparece también en la página 65 del catálogo de la exposición con el siguiente pie de foto: “Bethune realiza una transfusión a un soldado ensangrentado,1937”.

Efectivamente, la foto muestra al doctor Bethune, asistido por Henning Sorensen,haciendo la transfusión a un soldado herido, mientras que una enfermera, que sujeta al paciente, conversa con una mujer. Desconocemos quiénes eran estas dos mujeres y esperamos poder saberlo en el futuro. Pero el interés se centraba en la identificación del soldado postrado en la cama.

El sábado 1 de abril Jesús Majada, comisario de la exposición, tenía una cita a las 11h para realizar la última visita guiada de La Huella Solidaria. Pero antes quiso ir temprano a la Biblioteca Nacional de Madrid al objeto de revisar el material fotográfico existente sobre el éxodo de civiles (la “desbandá”) que tuvo lugar en febrero de 1937 en la carretera de Málaga a Almería. Allí se encontró con esta foto del doctor Bethune. En el reverso estaba escrita esta leyenda:

Transfusión de sangre. El herido es Bruno Franjen, sueco que había perdido una mano, tres dedos y un ojo. La transfusión fue hecha por el doctor Bethune, canadiense. Le salvó la vida. Guadalajara, marzo, 1937. La signatura de la foto es GC-CARP. 113/2/3/2.

No tardó Jesús en comunicarnos su hallazgo y esa misma tarde nos escribió: “Esta mañana he estado en la Biblioteca Nacional (BN) y he encontrado algo que tal vez pueda interesaros”. Sí que nos interesaba, claro. Y nos pusimos a trabajar en ello.

Revisando en el listado de voluntarios suecos publicado en internet, vimos que aparece un registro con los siguientes datos:

Bruno Vincent Franzén

Född: 15 sep 1907 — Katarina, Stockholm (AB)
Död: 20 jan 1957 (Ålder: 49)– Dansbanevägen 22, Hägersten, Stockholm (AB)
Nacido: 15 Sep, 1907 – Katarina, Estocolmo (AB)
Muerto: 20 de enero 1957 (Edad: 49) – Dansbanevägen 22 Hägersten, Estocolmo (AB)

Los datos eran escuetos, pero al menos suponían un primer paso. Una matización: el apellido no era Franjen sino Franzén. Había que avanzar. La búsqueda nos llevó a encontrar una pagina web mantenida por el profesor sueco Anders MacGregor-Thunell

http://educationforum.ipbhost.com/index.php?/topic/897-spanish-civil-war-oral-history/#comment-5620

Allí se pueden encontrar unas notas generosas sobre varios voluntarios suecos, como Conny Anderson, Sixten Rogeby y otros. Fue precisamente este último el que proporcionaba unos datos importantes, ya que, estando en la compañía de ametralladoras del batallón Edgar André, pudo presenciar los hechos que causaron la tragedia de Bruno y de otros compañeros de dicha compañía. Pero no adelantemos demasiado. Antes del relato de esos hechos vamos a ponerlos en contexto.

La llegada a España de los voluntarios suecos

Los primeros voluntarios suecos llegaron a la España republicana en noviembre de 1936; entre ellos destacamos a Karl Ernstedt y al estudiante de teología Olle Meurling, caído en Boadilla el 19 de diciembre (en la misma fecha en que murió el voluntarios cubano Pablo de la Torriente), cuando protegía con fuego de ametralladora la retirada de su unidad.

El 1 de enero de 1937 un grupo de doce trabajadores suecos (la mayoría marineros) y un emigrado alemán salió de Goteborg rumbo a París y camino de Albacete y Murcia, donde se agregaron a la XI BI. Poco a poco fueron llegando otros escandinavos en número suficiente como para formar una compañía hispano-escandinava que se incorporó al Batallón Thälmann. Seis suecos fueron destinados a la Compañía de Ametralladoras del Batallón Edgar André.

De los cincuenta suecos que lucharon en la batalla del Jarama, un tercio perdió su vida. Todo los demás, salvo cinco, resultaron heridos, algunos de gravedad. Pero nuevos voluntarios seguían afluyendo y reponiendo las bajas.Así que, cuando el 9 de marzo, la brigada fue enviada a Guadalajara para luchar contra los italianos del CTV (Cuerpo de Tropas Voluntarias enviado por Mussolini) las unidades escandinavas estaban de nuevo al completo.

Bruno Franzen en los combates de Guadalajara

El batallón se posicionó a la derecha del km 83 de la N-II, la carretera de Zaragoza. A su derecha se colocó el Batallón Thälmann y a la izquierda de la carretera el Comuna de París. Una cuarta parte de Compañía de Ametralladoras del Batallón Edgar André estaba integrada por escandinavos, entre ellos Bruno Franzen y Karl Dahlstrom.

El día 10 la XI BI contuvo los ataques de tanteo efectuados por las unidades fascistas italianas; también tuvo que soportar los repetidos bombardeos de sus numerosas baterías de artillería. Al día siguiente, 11, se produjo el ataque en masa. Los italianos presionaron sobre los dos flancos de la carretera, rompieron el frente, diezmaron sus unidades y forzaron a los batallones Comuna de París y Edgar André a replegarse hacia Trijueque.

Una de las unidades más castigadas por este ataque fue la sección escandinava de ametralladoras, que quedó casi aniquilada. Una ametralladora Maxim fue destrozada con todos sus servidores. La otra también fue destruida por un impacto directo, pero al menos en esta se salvó un voluntario. Sixten Rogeby, testigo directo, describió en sus Memorias del frente español las circunstancias en las que Bruno Franzen fue herido:

Acababa de terminar una infructuosa incursión a los otros grupos, en un último intento de encontrar municiones antitanques, cuando veo que las primeras granadas golpean justo en el borde del bosque. Los fascistas se dieron cuenta de nuestro dilema, alinearon una fila de tanques en la carretera y dispararon fácilmente hacia nuestras trincheras.

A pesar del aturdimiento, oigo el lamento de Thunström: «Dios mío, la ametralladora se ha ido al infierno»; me acerco a él en tres saltos gigantes. La visión de la trinchera es terrible. El proyectil impactó directamente en la ametralladora y arrancó el mecanismo y la mayor parte de las manos de Bruno que sostenía las empuñaduras. El segundo artillero, Karl Dahlström, se ha convertido en una masa indefinible, de la que no se reconoce más que su delgada cara y parte de una mano, todavía aferrada a lo que solía ser el cinturón de municiones. Algo comienza a moverse y a gemir;es Bruno, que se está despertando. En su confusión, menea a lo que queda de su compañero, tratando de despertarlo. Con no poca dificultad, consigo ponerlo de pie y los dos sanitarios suecos entran en la trinchera por el agujero que las granadas han hechos en los troncos. La impresión es terrible… la sangre le corre por la cara y salta a lo que queda de sus manos, momentos antes unas manos grandes, fuertes y callosas. Pero consigue caminar solo, casi sin ayuda, hasta la trinchera sanitaria, se sienta tranquilamente y deja que lo vendan lo mejor posible, dentro de las precarias circunstancias.

Bruno Franzen fue trasladado posteriormente al hospital de retaguardia situado en el antiguo Colegio de las Adoratrices de Guadalajara.

Los doctores Douglas Jolly y Norman Bethune en Guadalajara

Allí estaba actuando el Dr. Douglas Jolly, un cirujano neozelandés de 32 años que se había formado en el Student Christian Movement. Al estallar la guerra decidió integrarse, fiel a su ideario antifascista, en la British Medical Unit, una entidad cuya primera iniciativa fue crear un hospital de campaña en Grañén, Huesca, además de proporcionar numeroso personal sanitario voluntario.

Jolly llegó a España en noviembre de 1936, como Bethune. De hecho cooperó con este, según Mark Derby, el biógrafo de Jolly, en los trabajos previos a la creación del Instituto canadiense de transfusión de sangre. Pero Jolly fue pronto asignado, con el grado de teniente, a la XI BI, con el encargo de formar una unidad quirúrgica móvil con 50 camas. Debió de hacerlo muy bien, ya que en febrero fue ascendido a capitán con la misión de establecer un hospital de sangre en Colmenar de Oreja, hospital que atendió a los heridos de la XI y la XV BI durante la batalla del Jarama y a los de la XV BI en los cuatro meses siguientes.

Douglas Jolly siguió en la XI BI y por eso, cuando esta fue enviada a Guadalajara para contener la ofensiva italiana del CTV, estableció un nuevo hospital de sangre en el Colegio de las Adoratrices de la capital alcarreña. Este fue el principal hospital de sangre republicano durante la batalla de Guadalajara y sirvió a los heridos de la XI y la XII BI. Virgilio Fernández del Real, que estuvo de practicante con el batallón Dombrowski, pasó unos meses en este centro, donde estuvo instalado también unos meses el Hospital Komenski, promovido por la solidaridad checa.

Los heridos comenzaron a llegar en abundancia a partir del día 11 de marzo, cuando se produjo el avance masivo hasta Trijueque. Como se carecía de todo, el doctor Jolly hizo un llamamiento pidiendo todo tipo de implementos sanitarios.Al día siguiente se presentó el Dr. Bethune con diez botellas de sangre y un refrigerador. En la camioneta Ford también viajaban Henning Sorensen, su intérprete y ayudante danés, Antonio Culebras, uno de los doctores del Instituto, y Geza Kárpáthi, el cineasta húngaro que acababa de llegar de París para hacer un documental sobre el Servicio de Transfusión de Sangre.

Semanas más tarde Bethune escribió a propósito de este servicio: “Nos sentimos bien. Nos sentimos como un vendedor con éxito que acaba de recibir un enorme pedido de productos. ¡Es genial! ¿No es maravilloso que te necesiten, que te requieran?”

El Dr. Jolly pidió a Bethune que examinara a un soldado que tenía la cabeza vendada y el rostro y las ropas cubiertas de sangre. Había perdido un ojo y una mano y necesitaba más intervenciones quirúrgicas, pero Jolly no quería continuar hasta que recibiera una transfusión. Había un problema: no habían sido capaces de comunicarse con el paciente a pesar de ensayar con varios idiomas. Cuando Bethune se inclinó sobre el hombre para prepararlo para la transfusión, llamó a Sorensen. El hombre pudo balbucear unas palabras. Sorensen comenzó a hablarle de inmediato y le explicó lo que le estaban haciendo, asegurándole que recibiría las mejores atenciones.

Transfusión de sangre realizada por el Dr. Bethune al voluntario sueco Bruno Franzen en el hospital de Guadalajara

Luego se volvió hacia Bethune y le dijo: ‘¡Es sueco! No es extraño que no lo entendierais’. Más tarde, al abandonar el hospital rumbo al frente, Sorensen le contó al canadiense que el voluntario le había dicho: “Hace diez días aún estaba en Suecia. Llegué a España hace tres días e inmediatamente entré en fuego. Este era mi primer combate. Ya no puedo ayudar a mis camaradas. No me ha dado tiempo a hacer nada para nuestra causa”.

En sus recuerdos escritos de la guerra de España Bethune comentó: «[Sorensen y yo] nos cruzamos la mirada.‘¡No me ha dado tiempo a hacer nada! ¡Qué modestia! ¡Qué valentía! ¡Qué corazón!’ Pero este es el espíritu de las Brigadas Internacionales, de los 10.000 hombres decididos, invencibles, que no piensan en sí mismos, que no piensan en el sacrificio, sino que, simplemente, con toda el alma, están dispuestos a entregar la vida por sus amigos. ¡No hay en el hombre un amor mayor que ése!”

Mientras comentaban la experiencia del voluntario sueco, Bethune prosiguió su marcha hacia el frente, ya que quería la oportunidad a Karpathi para grabar escenas de la batalla, esas escenas que aparecen en el documental The Heart of Spain. Pero dejemos que sea Roderick Stewart, el biógrafo de Bethune, quien lo cuente:

Eran las primeras horas de la tarde, estaba comenzando a lloviznar, cuando giró hacia el norte en la N-II, la carretera principal. Habían pasado el pueblo de Torija, a unos 20 kilómetros de Guadalajara, cuando vieron, a unos cinco kilómetros, varios vehículos moviéndose desde Trijueque hacia el sur… En una curva de la carretera, se encontraron con una larga línea de soldados republicanos que huían precipitadamente. Los que iban a la cabeza agitaban las armas, advirtiendo a Bethune de que diera la vuelta. Se había metido en la vorágine de la retirada y se dio cuenta de que los vehículos que habían visto eran probablemente del ejército italiano que perseguía a las fuerzas republicanas.

Sin hacer caso de las protestas de sus compañeros, Bethune aceleró y atravesó por medio de la multitud de soldados que huían. Una bala golpeó en el parachoques frontal y otras pasaron silbando. Al percatarse de que se encontraban bajo fuego directo enemigo frenó, pero el coche se caló. Mientras intentaba ponerlo en marcha, dos soldados republicanos se subieron al estribo; casi de inmediato a uno de ellos le atravesó una bala y cayó al suelo. Al darse cuenta de que había ahogado el motor, Bethune gritó: «Fuera! ¡Todo el mundo fuera!” y sus compañeros se lanzaron a la cuneta embarrada. A pesar de las balas, Bethune corrió al otro lado del vehículo para ayudar al soldado ileso a arrastrar hasta la cuneta a su compañero herido y ponerlo a salvo.

Luego, pensando en qué hacer, Bethune vio que en el lado del conductor del parabrisas había un agujero de bala: si se hubiera quedado en su asiento, ahora estaría muerto. Minutos más tarde cesó el tiroteo. Tras esperar un momento, Bethune ordenó a sus compañeros que cruzaran el campo hasta un bosque que había a unos 100 metros. En la confusión por llegar al refugio, los cuatro se perdieron; Bethune y Culebras decidieron atravesar los campos para llegar a Torija, que quedaba a poca distancia. Entonces vieron cómo iban llegando de Madrid los refuerzos republicanos que se dirigían a contener el ataque italiano y a forzar su repliegue [lo que consiguieron al día siguiente]. En el hospital de campaña de Torija estuvieron trabajando varias horas hasta que los llevaron a Madrid en un camión del ejército. Al día siguiente, recogieron el Ford y lo devolvieron al Instituto. Sorensen y Kárpáthi regresaron a Madrid por separado».

Para Sorensen, Culebras y Kárpáthi, la experiencia en la carretera de Guadalajara (sin mencionar la temeraria actuación de Bethune) había sido aterradora. Sin embargo, para Bethune había sido excitante. Sise escribió más adelante: «Le encantaba adentrarse en el peligro. Le apasionaba el olor del peligro… Era siempre muy emocionante estar con Bethune … Necesitaba en su cuerpo esa adrenalina que se genera en una situación arriesgada. A veces me asustaba muchísimo cuando se movía a ciegas. Nunca sabíamos si había una ametralladora a la vuelta de la esquina, pero él nunca se paraba a inspeccionar. Era un hombre de caballería”…

Qué fue de Bruno Franzen

Las transfusiones de sangre salvaron la vida de Bruno Franzen. Pero una de sus manos quedó arrancada y la otra mutilada. Había perdido uno de sus ojos y sus oídos ya no oían apenas. Tras recibir los primeros auxilios y ser enviado a la retaguardia, sus compañeros se replegaron a una posición de reserva con la única ametralladora que quedaba en el pelotón.

Bruno Franzen recibido por sus amigos en Estocolmo

No se sabe aún a qué hospital de la retaguardia fue trasladado Franzen. Posiblemente lo fue al Hospital La Pasionaria de Murcia, donde se habían curado numerosos heridos de la XI BI en los meses anteriores. Posteriormente, cuando gracias a la solidaridad de los pueblos escandinavos se inauguró el hospital Sueco-Noruego de Alcoy (mayo de 1937), Bruno pudo ser trasladado a este para ser atendido por el personal sanitario escandinavo. El 5 de agosto regresó a Suecia y en enero de 1957 murió en Estocolmo. Tenía 50 años.

Comisión histórica de la AABI