La batalla de Boadilla. Nuevos datos

El 14 de diciembre de 1936, hace 86 años, el ejercito de Franco lanzó una ofensiva de altos vuelos que fracasó gracias a la resistencia de las unidades republicanas y, sobre todo, al heroísmo de algunas en especial, como el grupo de asalto del batallón Thälmann. Esta es su historia.

A finales de noviembre de 1936, el día 23 en concreto, Franco decidió finalizar su plan original de tomar directamente Madrid. La ciudad había resistido. Las tropas asaltantes habían conseguido entrar en la Casa de Campo, cruzar el Manzanares e introducir una peligrosa cuña en la Ciudad Universitaria. Pero la situación de esas vanguardias era muy delicada: estaban sometidas a una permanente presión republicana y su conexión con la retaguardia en la Casa de Campo era precaria: una pasarela (llamada “de la Muerte”) sobre el río Manzanares  intensamente batida por las armas republicanas.  

El mando franquista no quiso perder la iniciativa y preparó nuevas operaciones para descongestionar la situación y aliviar la presión que soportaban sus vanguardias. El otro objetivo era envolver la ciudad por el norte, cortando sus comunicaciones con la Sierra. Con esta idea, se proyectaron una serie de acciones que dieron lugar a la “Batalla de la Carretera de La Coruña”, una batalla compartimentada en el tiempo y compuesta por tres fases:  finales de noviembre (Pozuelo), mediados de diciembre (Boadilla) y principios de enero (corte de la carretera de La Coruña).

El primer ataque se inició el 29 de noviembre con los objetivos de tomar Pozuelo y Aravaca, llegar hasta el Cerro del Águila y cortar la carretera de la Coruña por la Cuesta de Las Perdices. El general Varela contó con tres Columnas (unos 7.000 hombres) dirigidas por el coronel García-Escámez. Los 3.700 defensores (la 3ª Brigada Mixta del comandante José María Galán y la “X” Brigada del comandante Palacios) rechazaron el ataque y Varela solo consiguió algunos avances hacia Pozuelo, sin tomarlo.

Por su parte, el Mando de la Defensa de Madrid ordenó el día 1 de diciembre un contraataque en el que participaron los batallones Garibaldi y Dombrowski, lo que permitió endurecer la defensa de Pozuelo.

Objetivos de la segunda ofensiva franquista (marcados por la línea azul superior) y logros reales obtenidos.

Mapa realizado a partir del libro de J.M. Martínez Bande La lucha en torno a Madrid en el invierno de 1936-1937

 

El 14 de diciembre las fuerzas de Varela emprendieron una nueva ofensiva que será conocida como la Batalla de Boadilla. Participaron cuatro columnas franquistas, dirigidas por  Sáez de Buruaga, Monasterio, García Escámez y Barrón y compuestas por 10.000 hombres, apoyados por dos compañías de carros pesados y una fuerte artillería de diversos calibres. Su misión era –partiendo de Quijorna, Brunete y Villaviciosa de Odón– ocupar la línea Villanueva del Pardillo-Majadahonda-Las Rozas-bosque de Remisa-Aravaca-Cuesta de las Perdices-Cerro del Águila (ver mapa).

La zona atacada correspondía al Primer Sector de la Defensa republicano, que estaba bajo el mando del general Kleber. Las fuerzas desplegada, más de 12.000 hombres, estaban integradas en la Columna Barceló, 3ª Brigada Mixta (J.Mª Galán), Brigada “X” (Palacios) y 5ª Brigada Mixta (F. Savio), teniendo como reserva las brigadas XI y XII.

El ataque franquista se inició el 14 de diciembre con un fuerte bombardeo artillero sobre las posiciones republicanas, tras el cual, las cuatro columnas franquistas entraron en acción. El primer objetivo era la toma de Boadilla del Monte, para lo cual se hacía necesario conquistar previamente el Vértice Mosquito, lo que se consiguió en las primeras acometidas.

El día 15, la ofensiva se vio frenada por la niebla;  ello produjo la ralentización de los combates. Los franquistas se acercaron a las primeras casas de Boadilla, sin lograr penetrar en el caserío. El pueblo estaba defendido por varios batallones españoles a los que se sumó el batallón Comuna de París, que situó su 2ª Compañía en el Palacio del Infante Don Luis y a una sección inglesa de ametralladoras en la torre de la iglesia. Los otros batallones de la XI BI se posicionaron al norte (Edgar André) y noreste (Thälmann) de Boadilla.

El día 16 amaneció ya despejado y las tropas de Varela aprovecharon para proseguir su avance. La artillería actuó a pleno rendimiento con el acompañamiento de la aviación (bombarderos ligeros y pesados), lo que facilitó el avance de las columnas rebeldes. Mientras las columnas de Barrón y de Siro Alonso rodeaban el pueblo por el Oeste y por el Este, los hombres de Buruaga entraban en Boadilla, donde combatió durante horas. Ante la superioridad de los atacantes la resistencia republicana comenzó a resquebrajarse y sus defensores comenzaron a replegarse. Sobre las cuatro de la tarde los franquistas ya eran dueños del núcleo central del pueblo y los republicanos solo dominaban el Palacio de don Luis. Poco antes del anochecer, tras un violento asalto en el que se llegó al cuerpo a cuerpo, el Palacio fue ocupado por los atacantes y Boadilla del Monte quedó en manos de las columnas franquistas.

Esmond Romilly, en su libro Boadilla, habla de John Cornford y ofrece algunas interesantes referencias sobre el papel jugado por los combatientes ingleses que, integrados en la XI BI, defendieron el pueblo:

«Ellos estuvieron con la brigada de Dumont (en realidad el batallón Comuna de Paris) en la unidad de ametralladoras. El día de la captura de Boadilla habían mantenido un fuego continuo desde la Iglesia. Uno de ellos había vuelto a las cuatro al pueblo tras ir a buscar nuevas órdenes; justo a la hora en que se marchaban las últimas tropas… Dos miembros de esa unidad de ametralladoras fueron los últimos en abandonar Boadilla pero dejaron allí dos muertos.[1] Ahora estaban en reserva, tras los batallones Thaelmann y Edgar André».

Lo que no menciona Romilly es que uno de esos ingleses, Bernard Knox (futuro reconocido helenista) estuvo a punto de ser hecho prisionero. Había caído herido y sus compañeros creyeron que no se le podía ayudar. Pero, ya de noche, sacó fuerzas para arrastrarse hacia fuera del pueblo hasta que encontró un puesto de primeros auxilios; pudo salvar la vida, como cuenta en su libro Antifascistas prematuros.

Ante el peligro de desborde, el Estado Mayor de la Defensa recurrió a todas las reservas posibles para cerrar la brecha e impedir la progresión del enemigo hacia Las Rozas. Al amanecer del día 16, había llegado a la segunda línea del frente la XII BI. Junto a los Internacionales, varios batallones españoles (entre ellos alguno de la 1ª brigada de choque del Campesino, los Leones Rojos y algunos anarquistas) trataron de completar la línea de defensa.

En las jornadas siguientes, 17 y 18, volvió la niebla, pese a lo cual las avanzadillas franquistas trataron de infiltrarse en las lomas cubiertas de encinas que se extienden al norte de Boadilla del Monte hasta Majadahonda. Los republicanos intentaron reorganizar su línea de resistencia en ese bosque abriendo trincheras. Finalmente el 19 amanecía sin niebla y las unidades franquistas se lanzaron al ataque con la ayuda de los tanques, los aviones y toda su fuerza artillera. Jacques Delperrie relata la actuación del batallón Comuna de París:

«El 16 de diciembre por la mañana (en realidad se trata del día 19), el batallón Comuna de París está delante de Boadilla. Los voluntarios han ocupado posiciones y cavado agujeros en la ladera de una pequeña cresta. A las 6, la bruma se disipa, vienen cocineros con bidones de café, agujereados por la metralla y sin café… De pronto, se oyen ruidos de cadenas y motores: una docena de tanques avanza por la llanura, trepan entre árboles, rugen, insectos pesados y lentos de caparazón de acero lanzando fuego por todas sus piezas. El jefe de sección, Pierre Rösli, grita a sus hombres: ‘¡Dejad pasar a los carros y tirad sobre la infantería!’ Una bala de ametralladora golpea su casco, lo atraviesa, le abre la sien. Cuando vuelve a abrir los ojos está en tierra y, alrededor de él, bajo los obuses, las ramas vuelan y llueven… Dos camilleros se precipitan a recogerle. Veinte metros más lejos uno de ellos cae muerto. Los carros avanzan. De sus ametralladoras, de sus cañones salen incesantes disparos. El Comuna de París es expulsado de sus posiciones. Ahora los franceses están en la parte baja de la pendiente, cuerpo a tierra, con ametralladoras que no funcionan, que no se pueden transportar. Hacia el mediodía se levantan y se lanzan hacia la cima cantando La Internacional. La compañía de Jacquot va en cabeza. Dos carros son inmovilizados con granadas… El Comuna de París sufre grandes pérdidas y se retira en desorden… pero se reorganiza algunos metros atrás. Los voluntarios pasan la noche siguiente enterrando a sus muertos. Dumont hace cavar agujeros y abrigos para todos. El comisario político del batallón (Pierre Rebière) pronuncia el elogio de los muertos».

Grupo de voluntarios alemanes del bat. Edgar André en un descanso antes o después de la batalla de Boadilla. De pie, Adolphe Low

Junto al Comuna de Paris, situado al noroeste de Boadilla, también lucharon los batallones Edgar André (norte) y Thälmann (nordeste), unidos con otros batallones españoles. Hay pocas narraciones de la dura lucha que se produjo el día 19 y siguientes. En la noche del 20, el escritor Alfred Kantorowitz, tras pasar el día visitando distintas unidades republicanas, escribió en su Diario el siguiente balance:  

«…Lentamente me devuelven al Estado Mayor. Sobre la gran mesa del salón de la casa está extendido el mapa de la zona. A la luz de las velas Hans [Kahle, comandante de la XI BI] explica la situación a los oficiales inclinados sobre el mapa. El contraataque ha sido un éxito. Los fascistas han sido rechazados hasta sus puntos de salida. Especialmente destacado ha sido el Batallón Thälmann. A él hay que agradecer que hayamos mantenido el bosque de Boadilla y que, gracias a ello, el avance hacia Majadahonda, que resultaba muy peligroso si se producía por un flanco, haya podido ser detenido».

Pero el relato más dramático lo proporciona el sobrino de Churchill, el joven Esmond Romilly (18 años), perteneciente a la sección británica del batallón Thälmann. Su libro Boadilla describe, con todo lujo de detalles, las circunstancias, actuaciones y vivencias de aquellos voluntarios que rozaron el heroísmo. Él formaba parte de un grupo destacado de asalto al que se le asignó la tarea de contener el furioso avance de los tanques y los soldados que los acompañaban mientras el resto de las tropas retrasaban en orden sus líneas para poder ocupar mejores posiciones. Lo lograron, pero a un coste muy alto, casi suicida. Aquí su relato:

«Fue un ataque terrible. Manteníamos nuestras posiciones, estábamos bien atrincherados, sabíamos dónde estaban nuestras líneas. También sabíamos que estábamos en la cresta de un promontorio y el enemigo en otro, conocíamos el principal motivo del ataque fascista: cortar la carretera de El Escorial y rodear Madrid por el norte. Por lo tanto debería haber sido sencillo, algo de lo que se pudiera dar una dramática descripción literaria: cómo logramos resistir  los proyectiles y las granadas de mano, cómo pusimos a punto nuestras bayonetas mientras atacaban nuestras líneas, cómo nos retiramos y disputamos el territorio, centímetro a centímetro, palmo a palmo… Pero ese tipo de cosas, sólo suceden con esa sencillez en la ficción y en el periodismo.

… Durante la retirada, según calculamos más tarde, éramos unos cuarenta alemanes y españoles, todos mezclados. Disparábamos sin descanso. Yo imitaba a los demás y disparaba en la misma dirección que ellos hasta que el cañón se puso al rojo vivo. Cada pocos minutos se repetían las ráfagas mortales de fuego cruzado. Pero en aquel momento estábamos en un bosque y había una mayor espesura, así que nos íbamos retirando ocultándonos detrás de los troncos más gruesos. Hay imágenes que conservo aún en mi cabeza de forma muy nítida: el sol, que cada vez calentaba más, el modo en que tropezábamos con los cinturones, los abrigos y la munición que otros habían abandonado en la retirada y la ausencia de todo sentimiento cuando alguien caía. Sólo contaba la urgencia por dirigirse rápidamente al árbol siguiente… Los bosques y las laderas quedaron cubiertos de cadáveres, fusiles, y pertrechos varios».

Esto sucedió en las jornadas del 19 y 20 de diciembre. En los días siguientes comenzó el contraataque  republicano que obligó a las fuerzas franquistas a devolver parte del terreno ganado, quedando la línea de frente en el borde norte del pueblo de Boadilla. Esto permitió ver la atrocidad de la soldadesca a la que se  habían enfrentado y recoger parte de los cadáveres destrozados en la acción. Así lo relata Kantorowitz en su Diario español:

«Madrid, 24 de diciembre 1936

Los batallones internacionales XI y XII están acuartelados en posición de descanso pero en permanente disponibilidad ante una alarma pues, al otro lado, tras el fracaso de la ruptura entre Boadilla y Las Rozas,  todo se ha vuelto sospechosamente tranquilo. Los batallones españoles que  han relevado al  “Thälmann” y al “André”, han podido hoy por la mañana ocupar de nuevo algunos kilómetros del territorio disputado a costa de tantas víctimas. ¿Qué se esconde detrás? ¿Debilidad, desmoralización, algaradas, alguna traición?

Parece que  hubo mucho jaleo, pues nuestros hombres han encontrado cierto número de oficiales fascistas muertos en sus posiciones. También han encontrado los cadáveres de nuestros camaradas del Batallón Thälmann, quince hombres de un grupo de choque, doce alemanes y tres ingleses, que el 19 de diciembre en el bosque de Boadilla  pararon a tres compañías fascistas y con ello salvaron al Batallón André y a nuestras posiciones. Podrían haber huido a terreno seguro. Se les había trasmitido la orden de retroceder. Pero contestaron que si ellos abandonaban las posiciones, el Edgar André  podría  quedarse aislado. Podían resistir. Se quedaron y pararon un ataque decisivo en el bosque de Boadilla.  Ante su cordón de seguridad  se desangraron al menos doscientos fascistas en cuatro inútiles ataques.

Al final no sucumbieron ante la superioridad del enemigo, sino ante una trampa. Los moros  corrieron hacia ellos sin fusiles, con las manos en alto, gritando “¡Hermanos, hermanos, no tirar!” Los nuestros  no sospecharon de aquel repugnante engaño; dejaron que se acercaran  los supuestos desertores con las armas bajadas. A quince metros de distancia los moros lanzaron las granadas que habían escondido en los puños y -antes de que los nuestros que aún no habían sido heridos pudieran darse cuenta- se abalanzaron como bestias y, diez contra uno, decidieron con cuchillos y machetes el desigual combate. Así cayeron en el cuerpo a cuerpo,  uno tras otro, los doce alemanes y los tres ingleses, soldados de la libertad. Pero, antes de que los fascistas pudieran aprovechar la ventaja alcanzada, se puso en marcha  nuestro contraataque, con lo que el Batallón André y la línea Boadilla-Las Rozas quedaron a salvo. Pasado mañana  (por el día 25) enterraremos a los quince camaradas del grupo de ataque del Batallón Thälmann en el cementerio de Fuencarral».

Lista de los voluntarios enterrados el 25 de diciembre en Fuencarral. Tiene omisiones y transcripciones incorrectas. El nº 55, Schwede, se refiere probablemente al sueco Olle Meurling.

Los datos que ofrece cada escritor son diferentes. No hay exactitud, ni en la proximidad de los sucesos (caso de Kantorowicz), ni en la lejanía (caso de Romilly) por los fallos de la memoria. Pero sí queda el recuerdo del profundo abatimiento que embargó a los supervivientes y sus compañeros, como dramáticamente lo dejó escrito Romilly:

«El último capítulo de nuestra historia se escribió el día [20] en que murió Joe, cuando nuestro grupo, desmoralizado, volvió a reagruparse por la noche. Babs, Aussie y yo cavamos una protección poco profunda para guarecernos. Ya no teníamos gran interés en parapetos ni en posiciones de disparo. Tomamos una sopa poco espesa y grasienta, y cacao tibio. Walter pasó lista de la 1ª Compañía del Batallón Thaelmann justo antes del cambio de guardia de medianoche. Pronunciaba cada nombre y esperaba, hasta que el silencio se hacía insoportable. Oswald y los quince miembros de su patrulla habían desaparecido, entonces pensamos en los fusiles apuntando hacia abajo en aquella trinchera y en las heridas producidas por las bayonetas en los cuerpos de los hombres que habían recuperado. El comandante tachó sus nombres con la misma palabra: “Gefallen” (caído)

De la 1ª y 2ª Sección, quince hombres contestaron con un ‘¡Hier!’ (Aquí). Cuarenta y tres no respondieron.

De la 3ª Sección, tres alemanes dijeron ‘Hier’ antes de pasar lista al grupo inglés:

Addley – ninguna información, ninguna respuesta,        “gefallen”

Avener – muerto,                                                                   “ gefallen”

Birch    – ninguna información, supuestamente muerto,“gefallen”

Cox      – muerto,                                                                     “gefallen”

El suspense seguía en el aire. Sabíamos que estaban muertos, pero todavía no podíamos creerlo. Era como si fuese su última oportunidad para apelar antes de la sentencia de muerte decretada por la palabra escrita junto a sus nombres.

Gillan – herido.

Gough – muerto,                                                “gefallen”

Jeans   – muerto       ,                                          “gefallen”

Messer – ninguna respuesta, desaparecido, “gefallen”

No hubo nada que rompiese esa cadena de respuestas, los supervivientes estábamos al final del abecedario».

                                           Estos tres voluntarios alemnes que rindieron homenaje a comienzos de diciembre a cuatro camaradas caídos en los combates de la Ciudad Universitaria, caerían días después en la batalla de Boadilla

Poco a poco se han podido reconstruir casi por completo las listas de los nombres de aquellos héroes. Gracias a Isabel Esteve tenemos esta lista de los alemanes caídos:

  1. Richard Seipel
  2. Oswald Geisbart,
  3. Heinrich Grischel,
  4. Karl Kreitlow,
  5. Ernst Lau,
  6. Mathias Massmann,
  7. Ewald Petrie,
  8. Georg Preissel,
  9. Werner Reinhard,
  10. Heinrich Reuss,
  11. Heinrich Schade,
  12. Theo Schmitz,
  13. Albert Spiegel,
  14. Franz Waldeck,
  15. Josef Weber,

Por Romilly conocemos la lista de los británicos caídos:

  1. Harry Addley,
  2. Sidney Avner,
  3. Lorrimer Birch,
  4. Raymond Cox,
  5. James W. Gough,
  6. Martin Messer

                                               En esta foto de la Centuria Tom Mann (Barcelona, septiembre de 1936) aparecen dos de los británicos del grupo de Romilly que murieron en Boadilla: Sidney Avner (1º izq. atrás) y Jack Barry (2º der.)

Del grupo británico solo se salvaron los ingleses Esmond Romilly y Arthur Avenden “Babs”, así como el australiano Dick Whateley “Aussie”, mientras que el escocés Jock Gillan resultó herido. Además de estos nombres hay que recordar otros dos caídos: el letón Arnold Jeans y el sueco Olle Meurling. En estas jornadas de lucha, también encontraron la muerte los irlandeses Tommy Patten y Jack Barry (de la compañia de ametralladoras del Comuna de Paris) así como el escritor cubano Pablo de la Torriente Brau, caído en combate posiblemente el día 19 de diciembre, cuando luchaba con las tropas del Campesino en algún lugar del monte de Romanillos.

Tras estos días de duros y sucios combates, entre la espesa niebla y un frío helador, la ofensiva franquista, incapaz de progresar más allá de Boadilla del Monte y de Villanueva de la Cañada, fue detenida. El desgaste en material y vidas humanas fue enorme para los republicanos, pero el general Miaja y su Jefe de Estado Mayor, el coronel Vicente Rojo, pensaban que no era suficiente resistir los embates del enemigo; había que actuar ofensivamente para tomar la iniciativa. El 28 de diciembre la XI y la XII BI marchaban hacia sus nuevos objetivos.

 

ANEXOS. Algunas biografías

Olle Meurling 

Nació en 1909, en Uppsala  y murió 19 de diciembre de 1936 en Boadilla. Era hijo de un pastor evangélico y hermano de Per Meurling, comunista.  Estudiaba Teología en la Universidad de Upsala. Se fue a España motivado por su compromiso antifascista y su muerte empujó a muchos jóvenes suecos a seguir su ejemplo. Su última carta decía lo siguiente:

«En el frente el 15/12.

¡Compañeros! Todavía estoy vivo. La guerra moderna no es un juego. Los fascistas también usan gas contra nosotros. Soporto bien las penalidades. Pero las noches son condenadamente frías. Nuestra entrada en Barcelona fue magnífica: Banderas rojas, música a la vanguardia y varios cientos de voluntarios de todos los países. La población parecía en éxtasis. En todas partes nos han recibido con la consigna “Rot Front”.

¡Camaradas! Mantened encendida la llama roja. ¡Los revolucionarios mueren, pero la revolución vive!

Ollie.

PD: pertenezco al batallón Thälmann».

Su cuerpo fue recuperado del campo de batalla, como el de otros 15 compañeros, el día 24 de diciembre y enterrado en el cementerio de Fuencarral al día siguiente. Aunque se consideró que era el primer sueco antifascista muerto, posteriormente se supo que en septiembre ya había caído Edvard Wedin, en las filas de una columna de milicianos italianos. Más de 150 suecos murieron durante la Guerra Civil Española 1936-1939.

Heinz Schade

Este voluntario alemán, comunista, tuvo que exiliarse a Holanda tras haber estado encerrado en las cárceles de Hitler. Al estallar la sublevación fascista en España se sumó al numeroso grupo de exiliados que trató de luchar contra el nazi-fascismo en España. Su periplo lo cuenta Rien Dijkstra, hijo de un brigadista holandés en un artículo que publicamos en nuestra web y que se puede leer aquí.

Richard Seipel

Enero 1901 Wasserlos/ Baja Franconia  – 19 diciembre, Boadilla del Monte (Madrid)

Pasó cinco años de su vida en la cárcel por sus ideas políticas. En 1920 se afilió a las Juventudes comunistas y al MKPD. Durante los movimientos huelguísticos de principios de los años 20, en los que él participó en la zona de Hanau y Aschaffenburg, aumento su experiencia política. Como minero fue a la zona carbonífera de Aquisgrán. Aquí luchó también con las armas en la mano contra los separatistas e impidió la separación de Renania de Alemania.  Por ello fue condenado a año y medio de correccional. Tras su liberación fue director de la Liga de combatientes del Frente rojo (RFB RoterFrontkämpferbund) en el distrito del Medio Rhin, después fue dirigente de esta Liga a nivel nacional. Al mismo tiempo perteneció a la secretaría de la dirección del distrito del Medio Rhin del KPD.

En 1930 sufrió un nuevo proceso por haberse opuesto de palabra y por escrito a la esclavización de Alemania por el Young Plan? Otro año y medio tuvo que pasar en la fortaleza de Landsberg am Lech. Tras ser liberado reemprendió en Sajonia la dirección del RFB, ilegalizado desde 1929.

Tras el advenimiento del nazismo siguió trabajando ilegal hasta que en abril del 33 fue detenido en Plauen por la Gestapo y vuelto a condenar. En 1935 pudo escapar del correccional de Waldheim y pasar a Checoslovaquia. De allí marchó a España con los primeros brigadistas y en diciembre de 1936 combatió en la defensa de Madrid. Con un grupo de choque formado por alemanes e ingleses tenía que impedir el avance de los mercenarios de Franco en Boadilla del Monte. Combatieron, separados de sus camaradas, contra los fascistas que les atacaban una y otra vez. Tras varios días fueron sobrepasados y muertos en un duro combate, pero su heroica resistencia posibilitó a las tropas republicanas españolas y a las Brigadas conservar sus posiciones.  Madrid siguió libre.

(Fuente: Isabel Esteve. Los que combatieron en las Brigadas Internacionales en España)

Thomas Patten

Nació en 1910  en Dooega, Co. Mayo. Marchó a Londres a trabajar en la fábrica de cerveza Guinness. Allí se involucró en el Congreso Republicano Irlandés, una escisión socialista del IRA. Indignado por el golpe fascista en España, partió de Londres por su cuenta en octubre de 1936. Su hermano Owenie, que le despidió en la estación de Euston en Londres, cuenta que se intercambiaron los relojes y Owenie le dijo: “Tienes ganas de ver las balas fascistas…”, a lo que Tommy respondió: “La bala que me alcance a mí, no matará a un trabajador español”. 

Sus cartas dan testimonio de su experiencia en España y su sentido de justicia social. “He viajado más de 500 millas por este país y, por lo que veo, estoy bastante seguro de que ganaremos, pero llevará mucho tiempo y muchas vidas perdidas… A lo largo de la línea del tren nos saludan miles de personas, incluso los escolares con los puños cerrados. Los pobres están detrás de nosotros y con su ayuda ganaremos… Todos los días se ven a cientos de hombres y mujeres del campo que llegan a la ciudad ofreciendo sus servicios a la milicia”.

Tommy Patten resultó herido en los combates de la Ciudad Universitaria (en la Facultad de Letras) y el 29 de noviembre escribió otra carta, posiblemente la última, a su amigo Seán desde un hospital de Madrid: “…Una breve nota para decir que estoy bastante bien de nuevo y que me uniré a los chicos en unos días. La gente es tan amable conmigo que me sentiré muy solo al dejarlo. Me tratan como a un rey… Seán, si viajas por el mundo no encontrarás gente más amable que los españoles… Son más amigables que los irlandeses. Dios no es justo cuando permite que… la artillería de Franco mate a esta pobre gente que está luchando por un mundo nuevo en el que vivir”.

Las palabras de Tommy a su hermano fueron proféticas. En la tarde-noche del 16 de diciembre de 1936 recibió una bala que podría haber matado a un español y por la que Tommy Patten perdió la vida, con 26 años. Sus restos descansan en España, pero en Dooega su gente está orgullosa de este digno trabajador y le ha levantado un monumento.

Pablo de la Torriente

En estas jornadas de lucha, también encontró la muerte el escritor cubano Pablo de la Torriente Brau.  fallecido posiblemente el día 19 de diciembre, cuando se encontraba con las tropas del Campesino en algún lugar indeterminado entre Majadahonda y Boadilla del Monte. Sobre su muerte se ha escrito mucho, y también se ha generado mucha leyenda. Desde aquellos días, Pablo de la Torriente Brau  ha despertado un gran interés. En Cuba es muy recordado y conocido como “El mártir de Majadahonda” (otros autores consideran que Pablo, en realidad, falleció en el término de Boadilla del Monte). En España varias asociaciones se encargan de reivindicar su figura.

Ver más información en los siguientes enlaces;

Pablo a los 86 años de su caída

Pablo de la Torriente: Por hoy y para todos los tiempos

Buscando a Pablo

Elegía segunda a Pablo de la Torriente Brau

 

[1] Posiblemente, según Antonio R. Celada,  los irlandeses Tommy Patten y Jack William Barry.